Dos artistas en la Sierra
Por Rodolfo Rabanal
Conocí al pintor Ricardo Cinalli y al arquitecto y escultor Eduardo Peruchena una tarde del verano último, cerca de la Laguna del Sauce, en Uruguay. Antes de ese encuentro, ya me habían hablado de la monumental construcción que el último de ellos levantó en lo alto de la Sierra de la Ballena, y del secreto mural que Cinalli pinta desde hace aproximadamente un año, en una de las dos casas que ambos comparten en la montaña.
Ricardo Cinalli - argentino como Peruchena - reside habitualmente en Londres donde su obra tiene un mercado interesante y su carrera un reconocimiento considerable. Ahora, debido al mural, pasa buena parte del año en Uruguay, trabajando en los 1300 metros cuadrados de superficie que sostienen su obra.
Después me invitaron a visitar la casa, aunque no el mural. Trepamos un sendero pedregoso y durante varios minutos sólo vimos el duro faldeo del cerro y la vastedad del cielo en medio de un paisaje desértico donde sólo crecen yerbas vigorosas y de baja altura. La casa -en realidad se trata de dos- surge de golpe como si emergiera de las rocas. La primera impresión que tuve fue la de encontrarme fuera del presente: dispuestas en ángulo recto, ambas construcciones tienen el aire severo de dos templos etruscos. Peruchena ha estado trabajando en ellas desde hace seis o siete años, a partir de un principio aparentemente sencillo: apilar piedra sobre piedra, con techos que alcanzan una altura de doce metros. Una plataforma de lajas y cemento vincula ambas construcciones como si fuese un patio común, pero esa plataforma parece la base de un anfiteatro rodeada de elevaciones que dejan correr canaletas para que el agua circule produciendo cascadas que desembocan en una alberca.
Una suposición normalmente aceptada, admite que el período del artista " muscular", del obrero visceral y "heroico", ha quedado atrás en los albores de la segunda mitad del siglo XX.
Los norteamericanos suelen pautar el final de ese largo proceso con la muerte de Jackson Pollock y la aparición del Pop Art en la persona versátil y talentosamente comercial de Andy Warhol: hoy vivimos en la era incierta donde el arte está marcado por la fugacidad y la mezcla osada de todas las formas y si nuestros productos estéticos no tienen en vista el mañana es porque están ligados a la voracidad del consumo. Acaso contra esa convicción general, Peruchena y Cinalli han redescubierto la noción de permanencia y apostado en favor de la eternidad.