Dos años de la invasión rusa a Ucrania: más dudas que certezas
Se cumplen dos años de la ilegal y no provocada invasión de la Federación Rusa a Ucrania. Por esos días, el mundo parecía absorto de la miserable audacia rusa y los inverosímiles, falaces y estrafalarios argumentos utilizados por Vladimir Putin para justificar tamaño desafío a la comunidad internacional.
EEUU, Europa, la OTAN y Occidente, una vez superados los tres primeros días de la invasión donde parecía que para Rusia sería como un desfile militar pero esta vez fuera de sus fronteras, reaccionó apelando a las típicas declaraciones y medidas extraídas del manual de siempre, principalmente medidas de carácter económico y financiero que se aplican como embargos al país agresor, confiscación de bienes públicos rusos, también a privados, propuestas de ayuda económica, militar y humanitaria al país agredido.
Ucrania mostró en esos primeros días y semanas que su derrota no sería inminente como muchos presagiaban y dejó claro al mundo que solo cedería como país si era total y absolutamente destruida. Es muy simple, su derrota implicaba su destino o no como Nación independiente y soberana.
Occidente, principalmente EEUU, Gran Bretaña y Europa, en ese orden, apoyaron fuertemente a Ucrania para poder resistir los cruentos y feroces ataques rusos. Rusia no previó tales apoyos ni tampoco previó la valentía, experiencia y ferocidad de las defensas ucranianas.
No obstante, esos apoyos de Occidente, que nunca fueron tan vastos y completos como para que Ucrania cerrara por completo su espacio aéreo, por ejemplo, aludiendo a un temor de que Ucrania pudiera utilizar sus misiles y aviones para atacar en regiones rusas. Se decía y se dice que los temores a ese accionar eran que Rusia podría haber apelado a su poderío nuclear, táctico, o que pudiera atacar a algún país integrante de la OTAN, básicamente Polonia, los países bálticos o Rumania, en caso de sentirse acorralada. Putin y otros “xiloviki” (principalmente Mevdeved, el fallecido Prigoshin, entre otros) alardeaban ante Occidente de esas eventuales acciones y Occidente las creyó y las creía. Resultados: lo ya dicho sobre que la provisión de armamentos a Ucrania llegaba y llega “tarde, mal o nunca”.
Eso es lo que está ocurriendo con la ayuda de 61 mil millones de dólares de ayuda militar y humanitaria de EEUU a Ucrania empantanada desde hace largos meses en los vericuetos legislativos estadounidenses.
Más resultados. A dos años de la invasión, la guerra se ha convertido en una “guerra de desgaste” que en la actualidad favorece más a Rusia que a Ucrania, por razones demográficas (la población rusa es cuatro veces más numerosa que la población ucraniana), militares (Rusia está fabricando mucho más armamento y municiones -ayudado por sus aliados chinos, iraníes y coreanos del norte, pero también, insólitamente, por la tercerización de materiales provenientes de Occidente que son reciclados para su uso militar- que lo que recibe Ucrania de Occidente o que produce por si misma), económicas, financieras y humanitarias (la población ucraniana está sufriendo la lógica del desgaste y fatiga mental de un conflicto que se está alargando mucho más allá de lo previsto, aunado a un incierto final que hoy día no aparece claro pero que parece no presagiar buenas cosas para el país injustamente agredido.
Eso es consecuencia de varios factores. Uno, lo ya dicho sobre que Occidente (principalmente EEUU en estos momentos, pero también Gran Bretaña y en menor medida Europa) ha disminuido los aportes militares, económicos y humanitarios como para que Ucrania siga haciendo frente al conflicto. Otro factor, el ataque del grupo terrorista de Hamas a Israel en octubre 2023 y la posterior y lógica respuesta israelí ha colocado en segundo plano al conflicto en Ucrania en la consideración de los líderes mundiales. Otro, las demoras en la toma de decisiones en organizaciones como la OTAN o la Unión Europea, atados como están a los legítimos mecanismos democráticos que las impulsan y regulan, frente a las decisiones instantáneas, automáticas, unipersonales o de un reducidísimo grupo de personas, que toman los países regidos por autocracias, como es el caso de la Federación o de la República Islámica de Irán.
Eso no significa que se adhiera a los miserables y canallescos métodos de las autocracias por sobre las democracias. Muy por el contrario, pero, necesario es decirlo, las democracias liberales hoy parecen estar bajo el asedio y cascoteo de las llamadas democracias iliberales -o directamente autocracias- y los métodos ilegales y automáticos de estas ultimas parecen ir dejando en desventaja o socavando las legítimas respuestas de los regímenes democráticos, incluso hasta de los más poderosos.
He comentado las demoras en los EE.UU. para aprobar un nuevo envío de fondos a Ucrania. Eso tiene prácticamente un único y claro originante: el expresidente y actual pre candidato por el Partido Republicano, Donald Trump. Si bien el paquete de ayuda a Ucrania acaba de ser aprobado en el Senado estadounidense, hay muchas probabilidades que el mismo se estanque en la Cámara de Representantes, donde los republicanos tienen mayoría, a instancias de las presiones que realiza el expresidente como manera de molestar o dificultar la gestión de su posible contrincante demócrata, el actual presidente Joe Biden.
Ahí existe un serio problema de Ucrania con Trump, pero dicha cuestión no se agota en las legislaturas de EE.UU. ni los inconvenientes de sus posturas extremas tan solo se circunscriben a Ucrania.
Días atrás, el expresidente efectuó unas muy duras declaraciones contra la OTAN, llegando incluso a poner en duda que un gobierno suyo garantice la seguridad de los países de la OTAN si dichos países no financian adecuadamente a la Organización. Aun mas, el expresidente norteamericano, en charla con un homónimo de otro país miembro de la Alianza Atlántica, alegó que hasta se negaría a defender de Rusia a algún país de la OTAN si este está en mora con sus aportes.
Imposible endulzar más los oídos de Putin. Los resultados de esas insólitas y escabrosas declaraciones de Trump pudieron palparse casi de inmediato, cuando el dictador ruso armó una lista de autoridades de países bálticos como Lituania, Estonia y Letonia, a las cuales la Federación les dictó orden de búsqueda y captura. Entre las más altas y prominentes se encuentra la actual Primer Ministro de Estonia, Kaja Kallas, como así también el Secretario de Estado del mismo país, Taimar Peterkop, y el Ministro de Cultura de Lituania, Simonas Kairys.
Sin un ápice de dudas, las autoridades de los países bálticos reaccionaron denunciando que los próximos países a ser atacados por Rusia durante el transcurso de esta década serán ellos, incluyendo además a Polonia y Rumania.
Trump nada dijo al respecto, a pesar que los países bálticos forman parte de los once países miembro que están al día con el financiamiento de la OTAN. Ese número se espera que ascienda a 15 sobre 31 países que alcancen o superen el financiamiento mínimo del 2% de sus PBI destinado a financiar la Organización.
Trump, además, fue la única alta figura estadounidense en no reclamar investigaciones por la misteriosa muerte del principal opositor del régimen ruso, Aleksey Navalny. Por el contrario, comparó la muerte del opositor ruso con la supuesta persecución judicial que alega sufrir en EE.UU. y en ningún momento mencionó al autócrata ruso, una muestra más de la notoria afinidad (¿y quizás admiración?) que tiene con Putin.
Sea lo que fuere, todas estas cuestiones perjudican notoriamente a Ucrania, urgida como está de seguir defendiéndose de su poderoso y letal enemigo.
Al cumplirse dos años de la injusta y no provocada invasión, las dudas de la deriva bélica están más latentes que nunca. Ucrania depende -cada vez más- de factores que escapan a su control.
No obstante, lo que si queda claro es que, de como se resuelva la invasión a Ucrania y de como se dilucide la fórmula de paz que en algún momento va a surgir, esas decisiones no solo afectarán a Ucrania sino también a Europa, en primer lugar, a Occidente todo y al mundo en general, porque lo que está sobre el terreno es si este mundo actual ya se ha fatalmente convertido en un terreno definitivamente más peligroso (incluso más que en la Guerra Fría) donde los autoritarismos se las ingenian para prevalecer sobre las democracias en retroceso, o si éstas resurgen como el ave fénix y le ponen un broche final a tanto asedio antidemocrático, haciendo que la Humanidad se pueda centrar nuevamente en la búsqueda de la cooperación y el bienestar común.