Donde nació el mito
El viernes se cumplirán 70 años de la muerte del Zorzal. Su cuerpo, antes de llegar a Buenos Aires, pasó por Nueva York, donde Gardel creó algunos de sus más célebres tangos y se convirtió en una estrella internacional
NUEVA YORK.- Carlos Gardel llegó a Nueva York el 28 de diciembre de 1933, procedente de Cherburgo, Francia, a bordo del buque Champlain. Estaba acompañado por su director musical, Alberto Castellano, y el guitarrista Horacio Pettorossi. En el muelle 57 los esperaban el uruguayo Hugo Mariani, director de la orquesta de la NBC, y su colaborador, el violinista argentino Terig Tucci. Junto con la correspondencia del cantante, el libro que Tucci publicó en 1969, Gardel en Nueva York, es la principal fuente para reconstruir sus pasos por esta ciudad. Tucci recuerda que el primer comentario de Gardel al desembarcar fue "¡Che, qué frío!", y que después agregó, con típica ironía porteña: "¡Rajemos viejo, todavía estamos a tiempo!"
La humorada encubría una preocupación real. Esa gélida temperatura (la del día siguiente fue la más baja en 14 años) no era la única frigidez con que lo recibió Nueva York. El principal diario en español de la ciudad, La Prensa (dirigido por José Camprubí, cuñado de Juan Ramón Jiménez), anunció su llegada en tapa, pero los medios de habla inglesa lo ignoraron por completo. Esto cambiaría unos meses después, pero por ahora Nueva York era un territorio inhóspito y desconocido, la gran incógnita en una trayectoria que hasta entonces había sido una curva ascendente de éxitos. Cuatro años antes, París se le había rendido incondicionalmente, y el Río de la Plata y España eran un mercado seguro. Al instalarse en Nueva York, Gardel estaba haciendo la apuesta más grande de su carrera, y el resultado era todavía incierto.
Había venido con un contrato de la RCA Victor, propietaria de la cadena NBC, para grabar discos y cantar por radio. Estos recitales incluyeron algunas históricas transmisiones en directo a la Argentina; durante una de ellas, el 17 de agosto de 1934, se escuchó por primera vez "Mi Buenos Aires querido" en nuestro país.
Pero su verdadero objetivo era la pantalla grande. El cine sonoro tenía menos de una década de existencia, y el éxito de "Luces de Buenos Aires", rodada en 1931 en los estudios Joinville de París, lo había convencido de que ése era el medio que le permitiría proyectarse internacionalmente.
De inmediato se puso en contacto con Paramount, la dueña de Joinville. Entre mayo de 1934 y febrero de 1935 filmó cuatro películas ("Cuesta Abajo", "El Tango en Broadway", "El día que me quieras" y "Tango Bar") y participó en el film promocional de la compañía, "Cazadores de Estrellas" ("The Big Broadcast of 1936"). Las filmaciones se hicieron en los estudios de la Paramount en Astoria, el sector de Queens que mira a Harlem desde la otra orilla del East River (hoy son un museo, el Kaufman Astoria Studios).
Las películas requerían canciones, y en Nueva York Gardel reactivó su carrera de compositor. Los tangos que creó aquí (todos con letra de Le Pera, que también escribió los guiones de las películas) son algunos de sus más grandes clásicos: "Mi Buenos Aires querido", "Cuesta abajo", "Golondrinas", "Soledad", "El día que me quieras", "Sus ojos se cerraron", "Volver", "Por una cabeza", y "Arrabal amargo".
Su vida diaria
El primer hogar neoyorquino de Gardel fue el aristocrático Waldorf-Astoria, de donde se mudó al complejo Beaux Arts, en 307 Este de la calle 44. Después de unas breves vacaciones en Europa en el verano de 1934, se instaló en el Hotel Middletowne, 148 Este de la calle 48. Todos estos lugares están a unos minutos de caminata de los estudios de la NBC en la torre principal del Rockefeller Center. Ninguna placa recuerda el paso del artista por ellos.
Su círculo íntimo era reducido: Le Pera, que llegó unas semanas más tarde desde Francia; Tucci, que se convirtió en su mano derecha en materia musical (Gardel no sabía leer el pentagrama); sus guitarristas y otros pocos amigos. El más joven integrante de la barra era un muchacho de 12 años, Astor Piazzolla, que años atrás había emigrado con su familia a Nueva York. "Astor era uno de sus guías bilingües, y a menudo lo acompañaba a comprar ropa y zapatos", dice el historiador Simon Collier en su extraordinaria biografía de Gardel. El cantante se encariñó mucho con él: le dio un bolo en "El día que me quieras" (hace de canillita) y le propuso llevarlo como asistente en su gira por el Caribe, pero el padre de Astor se opuso porque era demasiado joven (eso probablemente lo salvó de morir en el accidente).
Su rutina diaria era simple: intensas jornadas de trabajo interrumpidas por sesiones de ejercicios físicos, largos almuerzos y encuentros con amigos a la noche. La preocupación por mantenerse en forma se explica por su debilidad por la comida; su restaurante favorito era el "Santa Lucía", en la calle 54 Oeste y Séptima Avenida. De su vida sentimental, si es que la hubo, no han quedado testimonios. Se ha sugerido que tuvo un romance con Mona Maris, su coestrella de "Cuesta Abajo", y se sabe que aquí decidió cortar su larga relación con Isabel Del Valle. Tucci escribió que Gardel era un "caballero discretísimo" que jamás se jactaba de sus affaires.
Escuchó mucha música: óperas italianas en el Metropolitan Opera House, conciertos en el Carnegie Hall, comedias musicales en Broadway. Por lo menos en una oportunidad visitó el Cotton Club, en Harlem. Era también habitué de El Chico, un lujoso cabaret de Sheridan Square, y del nightclub Don Julio, dos de los principales spots de la noche latina.
Gardel quería escribir una canción de estilo norteamericano. Inspirado probablemente por "Smoke Gets in Your Eyes", uno de los hits de la comedia musical "Roberta", de Jerome Kern, y por "Volando a Río", la película que lanzó a Fred Astaire al estrellato, finalmente concibió el foxtrot "Rubias de New York".
Evolución musical
Experimentar con distintos géneros no era algo nuevo para él; la primera vez que lo hizo fue con el tango. En 1917, cuando su dúo con Razzano era el más popular de la canción criolla, Gardel cantó y grabó como solista "Mi Noche Triste", los versos que Pascual Contursi escribió para la melodía "Lita", de Samuel Castriota, y que se considera el primer tango con letra. Aun después de haberse convertido en el mayor ídolo del nuevo género, Gardel mantuvo en su repertorio temas camperos e incursionó en otros estilos, incluso en otros idiomas, como francés e italiano. "Fue tal vez el primer artista latinoamericano que desarrolló el concepto moderno de intérprete popular, aquel que fusiona elementos de diverso origen con un sello personal e inconfundible", dice el bandoneonista argentino Héctor Del Curto, que dicta seminarios de apreciación del tango en la New York University.
Para llegar a la mayor cantidad posible de público, el tango mismo tenía que ampliar su espectro: en las canciones que compuso en Nueva York las letras se vuelven menos localistas (los términos lunfardos casi desaparecen) y las melodías más internacionales. "Los típicos elementos rítmicos del tango dan paso a una línea melódica más abierta; el ejemplo máximo es ?El día que me quieras´", explica Del Curto.
Nace el mito
El momento culminante de su estadía fue el estreno de "Cuesta Abajo" en la función inaugural del Teatro Campoamor, el 10 de agosto de 1934, una fecha que puede ser considerada como el nacimiento de la "gardelmanía". El público desbordó la capacidad del establecimiento, ubicado en la calle 116 y Quinta Avenida, centro neurálgico del Harlem hispano (el edificio es actualmente ocupado por The Church of the Lord Jesus Christ of the Apostolic Faith). Gardel tuvo que salir del teatro acompañado de una escolta policial para no ser aplastado por la multitud que lo esperaba en la puerta. La extraordinaria reacción de la gente sorprendió a Gardel y anticipó lo que ocurriría en cada punto de la gira que emprendió pocos meses después por el Caribe. El mito había nacido.
Otra multitud se reunió el 28 de marzo de 1935 para despedirlo en el muelle 15 del East River, desde donde partió a bordo del Coamo hacia Puerto Rico. Esta fue la primera escala de una gira que debía también abarcar Venezuela, Curazao, Aruba, Colombia, Panamá, Cuba y México, y que terminó trágicamente en Medellín el 24 de junio de 1935, hace exactamente 70 años.
Su cuerpo volvería a Nueva York una vez más. Entre el 7 y el 14 de enero de 1936, el ataúd con sus restos, traído desde Colombia por su amigo y albacea Armando Defino, fue velado en la Funeraria Hernández, en la 114 y Quinta avenida, a dos cuadras del teatro donde Gardel tuvo el atisbo de su trascendencia. El sitio es hoy ocupado por un enorme complejo de monoblocs. De allí, el ataúd fue transportado al muelle 48 y subido al buque Panamerican, que lo llevaría a Buenos Aires.
El resto es leyenda.
Retrato
La única imagen que recuerda a Carlos Gardel en la ciudad en la que reafirmó su condición de ídolo latinoamericano es un retrato en mayólica creado por el artista argentino Aníbal Ciccardi por sugerencia de Carlos Mullins, decano de los sacerdotes argentinos de Nueva York. La obra (que se agregó a las imágenes de la Virgen de Luján y San Martín) decora la pared de la pizzería Don Chicho, Junction Boulevard y Corona Avenue, Queens. En este lugar, conocido como La Esquina Criolla, se encuentra una de las mayores concentraciones de negocios argentinos y uruguayos de la ciudad. El próximo viernes, como todos los años, la Asociación Amigos del Tango realizará en esa esquina el único homenaje oficial al cantor, al que siempre concurre un representante del consulado argentino. El padre Mullins rezará un responso.