Dolarización, ¿en serio?
Hablemos de dolarización. Sin histrionismos ni gestos adustos. Hablemos de dolarización en serio. Empecemos con los hechos. Para dolarizar la economía se necesita convertir toda la base monetaria más las Leliq. Al tipo de cambio presente, se necesitarían US$35.000 millones. Si se quiere pedir prestado ese monto, implicaría tomar nueva deuda soberana por más de US$120.000 millones, sencillamente porque luego de las PASO los títulos públicos argentinos cotizan al 30% de su valor nominal.
Más allá de los eslóganes efectistas, poco y nada se ha dicho hasta acá de cómo hacerlo. Los más osados proponen la creación de un fideicomiso de garantía en el exterior, que contenga activos soberanos argentinos, que irían desde acciones de YPF hasta aquellas que posee el Fondo de Garantía de Sustentabilidad del sistema previsional argentino. Contra esa garantía, supuestos fondos de riesgo prestarían los miles de millones de dólares (vaya Dios a saber a qué tasa de interés). Una burda traslación de una estructura jurídica elemental para llevar adelante una de las operaciones financieras más complejas que puedan imaginarse para un país. Basta leer estas consignas para imaginar las imposibilidades de su implementación. La Utopía de Santo Tomás Moro al palo.
Conviene detenerse en el proceso de deterioro acelerado de la moneda argentina que está llevando adelante el Gobierno, porque extrañamente parece confluir a un mismo fin; parece haber un pacto, sea explícito o tácito.
La acción acelerada del último “plan platita” que está siendo realizada por el ministro de Economía en ejercicio del Poder Ejecutivo, nos ha puesto ya en camino a la hiperinflación. Volviendo a los números, que en definitiva mandan más que las palabras, este triste fenómeno monetario facilitaría enormemente un proceso dolarizador, porque licuaría tanto la base monetaria como las Leliq y gran parte de la deuda soberana en pesos vigente. El monto a tomar como nueva deuda externa, luego de una enorme devaluación y en un contexto de hiperinflación, sería mucho menor.
Ahora las dificultades. Para los que no vivieron o estudiaron un fenómeno hiperinflacionario, basta con decir que significa la mayor destrucción de riqueza que puede sufrir un país: los salarios de la gente, los activos del sector privado, en definitiva, su propiedad. Es aquí donde reside el mayor problema de axiología constitucional, tanto de la propuesta dolarizadora como la de la acción hiperinflacionaria solidaria que está llevando adelante este gobierno. Lo que se está haciendo y lo que se propone hacer es atacar el derecho de propiedad de todos los argentinos, a través de una “manganeta”, un pase de magia para que el costo de los excesos de la política y el gasto púbico lo pague una vez más el sector privado. Pero sobre todo la gente, el ciudadano común.
Después podemos discutir la cuadratura del círculo, si se puede o no eliminar el Banco Central o violar la cláusula del progreso de nuestra Constitución, si se puede saltear el Congreso y hacer todo esto con un plebiscito, pero esas no son las verdaderas preguntas. Las que hay que hacerse tienen que ver con proteger el derecho de propiedad de los argentinos, con no endeudar más a las generaciones futuras y con asumir el costo de los desbarajustes fiscales y políticos de manera responsable, con un plan de estabilización de verdad. Por todo esto, hablemos en serio y dejemos de lado las mentiras. Eso es seguridad, seguridad jurídica.ß