Disney y Dalí
¿Podría alguien imaginarse que dos personas tan disímiles como Walt Disney y Salvador Dalí hayan congeniado? Pues así lo hicieron, aunque no dio los resultados deseados.
Ambos se conocieron durante el rodaje de la película Recuerda, de Alfred Hitchcock. Dalí había viajado a Estados Unidos huyendo del clima bélico que agobiaba a España. Era entonces Dalí un personaje exótico y exuberante de ribetes surrealistas, pero con buen ojo para los negocios. Dalí vendía bien su locura y el show business norteamericano no podía desperdiciar un artista de sus características.
Su estilo personal, ecléctico y “vampiro” de innovaciones ajenas, narcisista, megalómano y excéntrico, era la excusa perfecta para la autopromoción y el escándalo que tan buenos resultados le dio a lo largo de su vida.
Este “amor por todo lo que es dorado y resulta excesivo, su pasión por el lujo y la moda oriental” , Dalí lo atribuía a su ascendencia árabe.
Hitchcock lo había contratado para pintar unos decorados y Disney acudió a ver el trabajo de este singular pintor. Entre ambos surgió un entendimiento casi amistoso y la intensión de trabajar en forma conjunta. Fue así como nació el proyecto de hacer Destino.
En ese tiempo Disney estaba experimentando con el avant-garde del arte europeo. Su película Fantasía, con música de Dmitri Shostakóvich, incluía imágenes con reminiscencias de las obras de Kandisnski y Miró.
Corría el año 1946. La guerra había terminado, mientras Estados Unidos surgía como el indiscutible líder “del mundo libre”, España se ordenaba bajo la férula del franquismo. La Guerra Fría se sentía por más que aún era una posibilidad no tan remota. El arte ayudaba a dejar atrás el horror de esos años .
Walt Disney, a pesar del éxito icónico de Mickey, tenía una meta más ambiciosa: ofrecer una animación para un público más adulto, explorando la estética de avanzada que proponían las nuevas corrientes. Disney buscaba que la animación se convirtiese en un medio artístico respetado, una expresión estética digna y poderosa. Le tocaba el turno al surrealismo para continuar con la saga de Fantasía, y ¿quién mejor que Dalí?
Disney basó el nuevo trabajo en una canción romántica del autor mexicano Armando “Chamaco” Domínguez Borrás llamada “Destino”, un corto musical cantado por Dora Luz. Domínguez había vivido 10 años en Estados Unidos desarrollando una exitosa carrera con éxitos como “¿Dónde estás ahora corazón?”. Dora Luz ya había trabajando para Disney en la película Los tres caballeros en 1944, en la que interpretó “Solamente una vez”.
La palabra “destino” inspiró a Dalí quien se puso a trabajar en las imágenes que plasmaran sus emociones. Aunque solía trabajar en forma independiente, en esta oportunidad Dalí mostró una sumisión poco habitual en él y colaboró con John Hench, uno de los dibujantes que trabajaba con Disney, quien instruyó al artista español en técnicas de animación.
Sin embargo, este proyecto artístico de avanzada debió llegar a un final precoz, con pocas imágenes grabadas. ¿La causa? La empresa de Disney pasó un momento económico difícil, justamente por culpa de Fantasía, obra que demandó una inversión inusual para la época y terminó sin convertirse en el éxito de taquilla que se esperaba. Gran parte del prestigio de Fantasía vendría con los años.
Para colmo de males, el Bank of America le cortó el crédito al estudio Disney. La realidad se imponía, no era tiempo de fantasías y menos aún de un destino incierto …
La empresa se salvó gracias a un préstamo sin interés que ofreció el excéntrico multimillonario Howard Hughes. Dumbo, la película que Disney preparaba para recuperarse del desastre económico, asistió a mejorar la situación financiera más no componerla del todo. Roy Disney, el hermano a cargo de negocios, fue quien tomó la decisión: Destino, no tenía futuro.
Además, Roy se preguntó si el pueblo norteamericano estaría interesado en el surrealismo de Dalí, donde aparecen figuras como los relojes y los animales fantásticos que serían protagonistas icónicos de sus obras.
Este revés no perjudicó la relación entre Salvador y Walt. Éste fue muy claro al respecto: “Dalí no es el culpable de que este trabajo no se haya completado”.
Salvador volvió a España y continuó con sus pinturas y declaraciones exuberantes ante un gobierno de Franco que se mostró muy tolerante (Dalí no era tonto, sabía hasta donde apretar). Cuando Disney viajó a España fue expresamente a Port Lligat a visitar al genio catalán.
El sueño de Salvador y Walt durmió por más de medio siglo hasta que un sobrino de Disney le dio nueva vida al proyecto, que finalmente pudo estrenarse en 2003, la culminación del vínculo entre dos genios del siglo XX.