Diseño solidario, la cuarentena del ego
Makers de todo el país crean recursos para lidiar con el virus y los ponen a disposición de la comunidad
Al mal tiempo, diseño. A la política, diseño. Y frente a las catástrofes, diseño también. Desde refugios para desastres naturales como terremotos o inundaciones hasta kits de supervivencia para migrantes y soluciones habitacionales provisorias para emergencias: cuando el conocimiento deja el territorio individual para sumarse a la construcción colectiva, el campo del diseño tiene mucho para aportar. Y ante la pandemia que arrasa el planeta, el diseño social también pone a disposición sus herramientas.
La cartografía de situaciones climáticas adversas, conflictos armados y crisis migratorias se puede marcar en el mapa y permite establecer fechas precisas. Pero el Covid-19 tiene su propio atlas. Entre los aportes de la disciplina, las máscaras faciales impresas en 3D llevan la delantera con una particularidad: la transmisión de conocimiento en formato colaborativo y desde una economía de plataformas de código abierto.
Estudiantes y profesionales, empresarios y amateurs. La comunidad del diseño despertó ante la urgencia y activó sus mecanismos en todo el mundo bajo el paraguas del movimiento maker, una legión interdisciplinaria que aporta impresoras, gestiona insumos y distribuye máscaras protectoras. Esta subcultura conocida como makernació en 2005 con el lanzamiento de la revista Make: Magazine (California), que publicaba proyectos DIY (Do It Yourself ; hazlo tú mismo). Aquellos tutoriales impresos fueron los primeros manuales para desembarcar en el universo de la electrónica, la robótica (y la vieja carpintería), entre otras actividades para resolver en casa.
Revolución digital
De aquella publicación a la revolución solidaria que explotó en las últimas semanas, el diseño cobró un protagonismo inesperado. Primero fueron grupos aislados, autoconvocados, que compartieron información disponible para imprimir con los insumos que tenían a mano. Por redes sociales llegaron después los pedidos de acetato y filamentos. Hasta que desde el Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica de la provincia de Buenos Aires invitaron a "todos aquellos que cuenten con conocimientos, capacidades técnicas y productivas que puedan resultar vitales durante la presente emergencia sanitaria". La red cobró legitimidad y canalizó las acciones para aprovechar recursos disponibles de forma eficiente y segura.
Desde la Cámara Argentina de Impresión 3D y Fabricaciones Digitales
se organizó la plataforma Covid.3D
, que estableció un puente entre la necesidad de
máscaras faciales
y el ecosistema de fabricación digital de todo el país. La centralización de la logística ayudó a ordenar la dinámica productiva de casi 10 mil impresoras distribuidas en 60 localidades de todo el país (se pueden observar actualizaciones semanales en
)
Las iniciativas gestionaron un modelo inédito, una suerte de teletón del 3D, cuyos resultados se pusieron a disposición de los nuevos héroes de esta batalla: la comunidad de profesionales de la salud. Y lo hicieron a partir de códigos abiertos. Estos archivos de descarga gratuita reformularon el concepto de economía colaborativa, donde el intercambio entre makers y médicos se activó en tiempo real. El formato que se viralizó responde al proyecto original de Josef Prusa, un desarrollador de República Checa, autor de las populares impresoras Prusa i3, de código abierto.
"El consumo colaborativo o participativo puede suponer un comportamiento resiliente frente a la actual situación económica y financiera, y puede ofrecer respuestas a las incertidumbres presentes. Puede representar una oportunidad para retomar la senda de un desarrollo sostenible en lo económico, humano en lo social, y armónico con el planeta en lo medioambiental". El informe de 2014 del Comité Económico y Social Europeo fue premonitorio.
Entre las iniciativas locales, se destacan varias propuestas articuladas entre profesionales del diseño y distintas disciplinas. Diseñadores industriales, gráficos y de indumentaria. Artistas visuales, arquitectos, fabricantes de insumos, laboratorios y pymes.
Lo mío es de todos
Mariel Lluch es especialista en diseño y modelado de personajes de videojuegos e integra la Cámara Argentina de Impresión 3D y Fabricaciones Digitales. La avalancha de pedidos, la necesidad de insumos y el caos de la primera semana de pandemia, dice, se transformó en un mapeo de proveedores de todo el país. La zonificación detectó más de 60 grupos emprendedores, desde Tierra del Fuego hasta Rosario. Por Telegram, la aplicación de mensajería instantánea segura (por su propio protocolo de encriptación), los grupos compartieron archivos de código abierto y pusieron a disposición las modificaciones y variables incorporadas. En CABA, Mendoza, Córdoba y Tucumán se registraron la mayor cantidad de emprendedores. "Con el correr de las semanas la actividad tomó carácter más profesional y se incorporaron procesos industriales, como el inyector de plástico, que les permitió a algunos makers pasar a una fase más tecnológica".
Desde la start up Laba gestionaron Coronathon ( https://coronathon.com.ar), una comunidad de profesionales que verificó la demanda, contactó a los servicios de salud y entregó 32.550 máscaras faciales protectoras en 150 centros sanitarios. El emprendimiento se desarrolló durante dos meses y el jueves pasado cerró el ciclo con el objetivo cumplido en términos de recaudación (3 millones de pesos) y alcance.
Victoria Papagni es artista visual y ayudante de cátedra de la carrera Artes Electrónicas de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. "Es espectacular la velocidad de esta movida. Como toda urgencia, surgió muy desordenada", describe la investigadora. "Pero la organización es parte del proceso", concluye.
Inteligencia colectiva
En la Facultad de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), se conformó el grupo UI3DSL con el objetivo de producir máscaras antisalpicaduras. Y la lista sigue: surgió "Resistencia Argentina", una plataforma que ya lleva distribuidas más de 7500 viseras en centros de salud. "Se consolidó un ejercicio ciudadano de inteligencia colectiva con el propósito de centralizar a todos los diseñadores de moldeado 3D, particulares y allegados a la tecnología, ingenieros, informáticos, pero también médicos y personas relacionadas a las redes sociales y marketing", describen en la web resistencia.arg (https://reesistencia.com.ar) que reúne a más de 3000 makers.
Desde la producción de Atomic Lab, el emprendimiento de Gino Tubaro (conocido por la impresión de prótesis) se habilitó una plataforma para que las instituciones soliciten material. En la Universidad Nacional de Rosario el equipo Inventu Ingeniería lanzó el prototipo en 3D para un respirador artificial de bajo costo. Y en la carrera Diseño de Indumentaria de la FADU-UBA lanzaron un instructivo para la fabricación de un kit descartable (barbijo, bata y cofia) e invitan a sumarse a la base de datos Costurerxs Voluntarixs.
En tanto, el BID lanzó una convocatoria, a través de ConnectAmericas, para reunir la información de startups y estudios dedicados a aportar soluciones tecnológicas. Con el correr de los días, el auge de los emprendimientos colaborativos promovió la profesionalización de algunas iniciativas. Un ejemplo es Tomás Chernoff, emprendedor de 27 años y cofundador de DAR Máscaras (https://www.darmascaras.com.a r), empresa que picó en punta con la transformación de procesos productivos: ahora utilizan la tecnología del moldeo por inyección, en asociación con Briefing 360 (Grupo Maggio). "El proceso de producción serializada nos permitió aumentar el volumen de producción a 10 mil máscaras por día", señala Tomás, hijo de Jorge Chernoff, diseñador industrial pionero en la industria de la impresión 3D. "El modelo inicial surgió del código abierto, pero lo mejoramos. Al diseño nuevo lo volvimos a subir al código abierto. Le devolvimos un archivo a la comunidad", señala Chernoff.
La trama de esta experiencia generó una textura social disruptiva, capaz de activar el motor del diseño social y colaborativo en un ecosistema con reglas propias, donde se dejan en pausa las individualidades. Plataformas solidarias que impulsan la cuarentena del ego.