Diplomacia nuclear: las tareas pendientes
Mañana se cumplirán 25 años de un acuerdo por el cual la Argentina y Brasil renunciaron al desarrollo, la posesión y el uso de armas nucleares. Para verificar el cumplimiento del acuerdo, se creó un régimen autónomo, la Agencia Brasileño-Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares (Abacc). Con esto se puso fin a un período ambiguo marcado por dosis similares de desconfianza y desconocimiento, por un lado, y de intentos truncados de cooperación, por el otro.
Archivos desclasificados en los últimos años sugieren que la decisión de ambos países de desarrollar programas nucleares ocultos no tuvo que ver tanto con la búsqueda de un artefacto nuclear sino con el objetivo de desarrollar tecnologías que los países del norte no estaban dispuestos a compartir. Para la Argentina o Brasil, entonces, la política nuclear estuvo mucho más vinculada con el desarrollo económico y la reputación internacional que con la rivalidad bilateral.
La cooperación, que comenzó entre militares, se hizo luego más intensa con el regreso de la democracia. La creación de la Abacc fue el resultado de llegar a un equilibrio entre paz y autonomía. Por un lado, dejó en claro que ni la Argentina ni Brasil buscarían desarrollar ni adquirir artefactos nucleares. Por otro lado, se proyectó como un modelo único de control que de alguna manera se protegió contra controles internacionales más estrictos como los promovidos por la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA). Finalmente, les quitó peso y plata a los militares más halcones que mantuvieron por muchos años el monopolio del interés nacional en el campo nuclear.
¿Es una historia exitosa? En buena medida. ¿Existen riesgos y desafíos por delante? Desde ya. Uno es volver a alinear las diplomacias nucleares de ambos países con los instrumentos que tienen para cooperar. La Argentina se ha vuelto más abierta al mercado y los clubes nucleares. Brasil, en cambio, ha desarrollado un programa más endógeno y perseguido el elefante blanco del submarino nuclear.
Otro es repensar la siempre tensa relación de la Abacc con la OIEA, que estima que la Abacc no quiere, no puede o no sabe hacer todo lo que debería. Esto implica, por ejemplo, trabajar para evitar la duplicación de tareas y aumentar la confianza mutua entre ambas agencias. La Argentina y Brasil deben salir de un esquema pensado para evitar cosas no deseadas y entrar definitivamente en uno que haga que nuevas cosas sucedan, como la cooperación en medicina nuclear o la construcción conjunta de reactores. Tareas para otros 25 años.