Diosdado Cabello, el discípulo de Chávez que juega entre la lealtad y las ambiciones propias
Jefe del ala derecha del chavismo y ex militar, tan poderoso como criticado, el presidente de la Asamblea Nacional disputa su lugar en el incierto escenario venezolano
Si Enrique Pichon Rivière lo hubiese conocido, tal vez hubiera estado tentado de estudiar, con detenimiento, su conducta en la cima del poder. Incluso, el creador de la psicología social podría haberse animado a utilizarlo como ejemplo en algún seminario para demostrar cómo funcionan, por lo menos, dos de los cuatro roles que comprenden su revolucionaria, psicológicamente hablando, teoría de grupos. Es que Diosdado Cabello Rincón funciona desde hace años en el universo del chavismo como el "chivo expiatorio" de todo lo malo que se le atribuye a ese movimiento político y a la vez como el hombre más poderoso en esa estructura después del mismísimo Hugo Chávez.
Según Pichon Rivière, el "chivo expiatorio", en tanto que depositario de todo lo negativo del grupo, es un rol siempre ligado al del líder que suele preservar todo lo positivo. Más allá de la teoría, Cabello hizo todos los esfuerzos posibles no sólo para jugar ese rol con respecto al del presidente, sino también para convertirse en la cara más visible del sector militar del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) y en la expresión más acabada de los que desde hace meses vienen imaginando un chavismo sin Chávez.
Tan militar como su jefe, mentor y protector, Cabello es una de las figuras que más interrogantes despiertan y el más mencionado por estos días, tanto dentro como fuera del chavismo, a la hora de pensar en la sucesión de un mandatario del que poco se sabe desde el 11 de diciembre último, cuando fue operado en La Habana. El actual presidente de la Asamblea Nacional goza de la singularidad de ser temido dentro de las estructuras partidarias por su falta de apego a la militancia socialista, y a la vez acusado y vituperado por más de medio país, que, desde 1998, lo sabe siempre transitando la pirámide del poder.
Junto a Chávez, este teniente retirado con estudios de ingeniería civil transitó por un largo camino desde que lo conoció en la Escuela Militar a fines de 1981. Por entonces era aún cadete y el comandante-presidente se desempeñaba como jefe del Departamento de Educación Física y Cultura de esa academia. Allí comenzó una relación que fue intensa por años, ambivalente por etapas, en la que el cariño y la desconfianza se fueron sucediendo según los avatares políticos. Así hasta la última vez que se vieron, el pasado 7 de diciembre. Ese día, cuando el líder se despidió en cadena nacional y pidió todo el apoyo para su "heredero", Nicolás Maduro, Cabello estaba allí, sentado a su derecha. Como lo estuvo siempre. En los momentos más felices y en los más complejos y difíciles del chavismo, a pesar de las críticas y las denuncias de todo tenor que suelen caer en su contra.
Su presencia ese día, que con el correr de las semanas se va haciendo un lugar en la historia, fue recibida en los círculos de poder como una señal de que las dos facciones más importantes que anidan en el gobierno acababan de recibir instrucciones precisas. Los sectores más moderados junto a los más ideologizados (cuya expresión más acabada la representa el recién designado canciller Elías Jaua) deberían prolongar la difícil convivencia con figuras que pugnan por dotar al chavismo de una impronta cuartelera y más nacionalista, como es el caso del propio Cabello, o de hombres como el ex ministro de Defensa, Henry Rangel Silva, y el gobernador de Carabobo, Federico Ameliach.
Una devoción casi religiosa
Cabello nació en El Furrial, estado de Moragas, en 1963, en el seno de una familia de clase media. Cuando ingresó a la Academia Militar, su vida cambió para siempre. No por haber adquirido la condición militar, sino porque allí conoció a un hombre al que por momentos vio como un padre: el propio Chávez, a quien le reconoció siempre un singular carisma e incluso llegó a profesarle, en público, una devoción casi religiosa.
El ascendiente y el cariño de Chávez sobre su discípulo era tal que no dudó en sumarlo a la conspiración que comenzaría cuando Cabello era un cadete de segundo año y desembocaría en el l4 de febrero de 1992. Ese día, el grupo de oficiales encabezados por el ahora presidente intentaron cambiar la historia venezolana con un frustrado golpe de Estado contra el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez.
Aquella asonada fracasó, pero había logrado sentar las bases de la que hoy se conoce como la V República. Una república cada día "más roja, rojita", el color que Cabello sólo abandona en escasas ocasiones, como en las sesiones solemnes de la Asamblea o en momentos como el de días pasados cuando llegó a La Habana, por segunda vez en 15 días, para entrevistarse con el presidente Raúl Castro, viaje para el que dispone un discreto traje azul.
De aquellos días en la Academia Militar, sus viejos compañeros lo recuerdan como alguien jovial, con vocación para el orden cerrado y la estrategia, y más propenso a la concepción nacionalista que a cualquier versión de socialismo que pueda albergar el gobierno, desde el del siglo XXI hasta el que conserva su anclaje en la revolución cubana.
Cuando el 17 de diciembre de 1982, Francisco Arias Cárdenas (actual gobernador del Zulia), Jesús Urdaneta, Raúl Baduel y Felipe Acosta Carléz, junto a Chávez, realizaron el juramento fundacional del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR 200), bajo la sombra del histórico Samán del Güere, Cabello aún mantenía con Chávez la distancia de un subordinado y un superior. Fue con los años y llevado por su astucia para tejer acuerdos que fue haciéndose indispensable para el presidente y para el transcurrir del gobierno.
Aquellos 200 oficiales que dieron origen al MBR 200 se habían triplicado una década después. En 1992, con el grado de teniente, Cabello apareció entre los golpistas y fue obligado a pasar a reserva una vez fracasada la sublevación, mientras los líderes, con Chávez a la cabeza, terminaron en prisión.
Una vez fuera del ejército y luego de haber evitado la cárcel –al igual que cientos de oficiales de menor rango–, Cabello se las ingenió para mantener e incrementar sus aceitados contactos dentro de la fuerza. Fue esa habilidad la que lo ayudó a ganar permanentemente posiciones al lado de Chávez. Primero, mediante su enlace con algunos grupos de opinión que existían en los cuarteles, mientras el líder cumplía su pena en la cárcel. Más tarde, como operador de la campaña que en 1998 los llevaría al poder. Y luego en diversos cargos, donde fue amasando un poder tal que hoy necesita imperiosamente de equilibrios internos, por los que pugna el vicepresidente Nicolás Maduro, y externos, como la habilidad de disuasión que viene ejerciendo La Habana sobre sus ambiciones, que, para muchos que lo conocieron, como el ex vicecanciller Vladimir Villegas, "siempre fueron inconmensurables".
Ministro secretario de la Presidencia, vicepresidente, ministro de Interior, gobernador de Miranda (donde fue destronado por Henrique Capriles en 2008), ministro de Infraestructura. En cada uno de esos cargos a lo largo de estos 15 años, el reconocido jefe del ala derecha del chavismo siempre fue favorecido por el presidente a pesar de las quejas y los pedidos de los sectores más radicales para que pusiera coto a su desmesurado afán de poder.
En los días de la campaña de 1998, Cabello ya daba muestras de que su nombre estaría siempre soldado al de Chávez. A nadie extrañó que en 2000 fuera él quien reemplazara a la vicepresidenta Alina Bastidas.
Desde ese cargo tuvo que lidiar con otro golpe de Estado, tan frustrado como el que él y su jefe habían llevado adelante una década antes: el del 11 de abril de 2002.
Aquélla fue la primera vez que su nombre apareció envuelto en sospechas de sucesión. Con Chávez detenido en la base naval de la isla La Orchila, el entonces vicepresidente logró evadir el cerco que los golpistas habían planeado contra él y pasar a la clandestinidad por 24 horas. Con las primeras columnas que desde los barrios bajaban sobre el centro de Caracas, reclamando conocer el paradero del presidente Chávez, Cabello reapareció para convertirse al caer la noche en presidente durante algunas horas. La única medida que llegó a disponer en el cargo fue rescatar a su jefe y traerlo al Palacio de Miraflores, donde en la madrugada del 13 le entregó los atributos del poder.
En las primeras líneas
Fue desde aquella fecha bisagra para la historia del país que la influencia de Cabello comenzó a aumentar al ritmo de las denuncias en su contra. La lealtad de aquellas horas cruciales fue ampliamente recompensada por el jefe. Asumió el Ministerio del Interior, desde donde controló los servicios de Inteligencia. Sus detractores y algunos informes de Inteligencia sostienen que su fortuna asciende a varias decenas de millones de dólares, que además controla la empresa alimenticia Eveba, acostumbrada a los contratos con el Estado y otras presuntas tropelías que nunca prosperaron judicialmente en un país donde la independencia de poderes aparece como una utopía. Desde la cartera de Interior también sumó las primeras denuncias de presuntos nexos con narcotraficantes colombianos, al tiempo que los sectores más progresistas del chavismo no dejaban de reclamar su cabeza.
Lejos de eso, en 2004 Chávez lo designó candidato a la gobernación de Miranda, donde permaneció hasta 2008. Nadie entendió, por entonces, por qué su pésima gestión en la gobernación y la estrepitosa derrota electoral no fueron suficientes para quedar relegado de las primeras líneas del gobierno. Su viejo y querido instructor de la Academia Militar le tenía reservada una de las cajas más ambiciosas para cualquier político, amén de Pdvsa (la petrolera estatal): el Ministerio de Infraestructura, donde se quedó hasta 2010, cuando se postuló a la diputación por su estado natal, Monagas. Lejos de abandonar esa cartera, la siguió controlando a través de su hermano José David Cabello, actual presidente del Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat), símil de la AFIP argentina.
Mientras su hermano siguió acumulando denuncias por presunta corrupción, Cabello no tardó en hacerse de la presidencia de la Asamblea. Para llegar allí no sólo contó con el favor de un Chávez ya enfermo y articulando la posible sucesión, sino también con el propio Maduro, quien había logrado una considerable cuota de poder en el Parlamento, gracias a los cuatro años que su esposa y actual procuradora general, Cilia Flores, había liderado el cuerpo.
A comienzos de 2012, reemplazó al histórico dirigente de izquierda, Fernando Soto Rojas, cuando ya Maduro aparecía como el hombre respaldado por Fidel y Raúl Castro para una eventual sucesión y en privado se mostraba consciente de que la labor central de su interinato de cara a este presente por demás complejo era mantener el equilibrio en el PSUV. Eso, si lo que quiere el régimen es sobrevivir al propio Chávez.
Dueño de un estilo agresivo y carente de sutilezas, señalado como reticente a la influencia cubana, en las últimas semanas Cabello estuvo sometido a una presión que no vino solamente de la oposición y de los sectores internos que no dudan en colocarlo en otro rol dentro de la teoría de grupo: el del saboteador. Esas presiones también le llegaron desde La Habana, donde se vio obligado a viajar por primera vez en 14 años.
Fue en la capital cubana donde habría acordado con Maduro los límites de la nueva realidad del poder. Y aun cuando a él poco le importe la psicología social, está más que acostumbrado a ejercer el rol de "chivo expiatorio", el que siempre está ligado al líder, con el fin de preservarlo. Incluso, en virtud de haber jugado ese papel durante todos estos años, y con Chávez ausente, siente que ya le llegó el momento de alterar los roles y quedarse con algo que implicará una empresa difícil o quizás imposible. La de convertirse en líder.
Quién es
Nombre y apellido:
Diosdado Cabello Rincón
Edad: 49 años
Discípulo: Con estudios de ingeniería civil, ingresó en la Academia Militar, donde conoció a Hugo Chávez, quien lo sumó a su fracasado intento de golpe de Estado en 1992.
Círculo del poder: Ya fuera del ejército, fue operador de la campaña que llevó a Chávez al poder en 1998, y desde entonces ocupó diversos cargos: secretario de la Presidencia, vicepresidente, ministro del Interior, gobernador de Miranda, ministro de Infraestructura. Es presidente de la Asamblea Nacional.
Denuncias: Se le atribuye una fortuna millonaria y acumula denuncias por negocios con el Estado y lazos con narcotraficantes colombianos.
Relación ambigua: Representante del ala nacionalista del chavismo, reticente a la influencia cubana, tiene con el presidente Chávez una cercanía no exenta de desconfianzas.
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