Diosas de la generación silver: con brillo y glamour, a ellas no les importan las canas ni decir su edad
Muchas de las mujeres que marcan el estilo actual ya no lucen una piel tersa ni poseen rostros juveniles; por el contrario –y en la senda de la centenaria e influyente Iris Apfel– hacen de su madurez una marca de distinción
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Ya lo dijo Iris Apfel “creo que es una tontería que las mujeres oculten su edad”. A los 102 años, la diseñadora de interiores e influencer neoyorquina no solo es un ícono de la moda, sino también referente de un nuevo concepto de vejez, que ya no se oculta o disimula y no queda relegada a un sillón frente a un televisor.
Hasta hace tan solo unas décadas, nadie hubiese pensado en alguien que superara los cuarenta fuera tapa de revista y, sin embargo, con sus inconfundibles y enormes lentes redondos, su figura esbelta y su impronta irreverente, profundamente creativa y divertida, Iris, a los 100, fue una pionera desde las portadas de las revistas fashion más importantes de la industria.
Con un siglo cumplido fue tapa de la versión árabe de Harper’s Bazaar, pero también protagonizó las portadas de numerosas publicaciones de moda y vanguardia como la de la revista británica Dazed & Confused. La influencer –que, curiosamente, se convirtió en un ícono luego de su retiro– es el ejemplo vivo de que se puede envejecer con estilo o, en todo caso, de una forma interesante.
Iris Barrel nació el 29 de agosto de 1921 en Queens, estudió arte en la Universidad de Nueva York y en la Universidad de Wisconsin y su primera experiencia con el mundo de la moda fue como asistente del ilustrador en el Women’s Wear Daily. En los años 50 se casó con Carl Apfel, con quien fundó Old World Weavers, una empresa del rubro textil que desde sus inicios y hasta 1993 estuvo a cargo de los proyectos de decoración de interiores de la Casa Blanca. Luego, ya retirada, se dedicó a su gran pasión: la vestimenta y los accesorios y fue precursora de un estilo ecléctico que fusionó la alta costura con las producciones en masa, reconocido por su alta carga de excentricidad y buen gusto.
Su devenir en una it girl fue en su madurez y su influencia en la industria fue tan determinante que en 2005 el Museo de Arte Metropolitano de Nueva York presentó la exposición Iris Apfel: rara avis, donde se podían ver más de ochenta trajes que forman parte de su particular colección de moda. Hoy Iris tiene su propia muñeca Barbie y en 2015 la plataforma Netflix estrenó el documental Iris, dirigido por Albert Maysles, que indaga sobre su vida y su vínculo con la moda y el arte desde pequeña.
Actualmente, diseña carteras, bolsos y accesorios; las pulseras y collares XL, que tanto la identifican, son los verdaderos protagonistas de sus colecciones. En 2021, el gigante sueco H&M lanzó una colección inspirada en ella, conformada por prendas atemporales y representativas de su estilo extravagante a todo color. Sin embargo, es necesario aclarar que Iris es la punta del iceberg de toda una generación de nuevas diosas que dignifican la vejez y que ya no se sientan a tomar el té y ver la vida pasar.
Instagramers maduras
Con 91 años, la española Sara Blanco es otra de las influencers nonagenarias consideradas un ejemplo a seguir, en su caso por visibilizar una enfermedad como el Parkinson, que padece hace unos 40 años. Su cuenta de Instagram Sara is in the kitchen (Sara está en la cocina) tiene 300.000 seguidores y desde allí no solo comparte sus recetas favoritas, sino que demuestra cómo consigue cocinar, hacer las tareas de la casa, maquillarse y continuar con su vida diaria pese a los temblores.
Como gran amante de la moda, muestra en cada posteo un estilo personal audaz tanto para vestirse como para elegir el tono de su pelo –que en estos momentos es turquesa–, pero también recibe cientos de comentarios en sus publicaciones por sus accesorios y zapatos. Más allá de lo vinculado al universo fashion, su verdadero aporte es el de mostrar una actitud positiva frente a la vejez; “Es ahora o nunca” se lee en su presentación de perfil de la red social.
Desde otro ángulo, y con menor edad, las estrellas maduras del cine también cobran protagonismo y su influencia trasciende generaciones. Ya en 2011, a los 62, Meryl Streep posaba para la portada de la edición americana de la revista Vogue; y otras que le siguen el paso en cuanto a peso propio y glamour son las también reconocidas Jamie Lee Curtis, Emma Thompson, Helen Mirren o Sophia Loren. Antes de llevarse el Oscar como mejor actriz de reparto este año por su papel en Todo en todas partes al mismo tiempo, Lee Curtis lució sexy y glamurosa con un vestido negro al cuerpo, con recortes y transparencias, diseñado por Tom Ford para Vogue Reino Unido. Con 64 años echó por la borda todos los estereotipos y prejuicios sobre la sensualidad femenina de la generación silver. Otra diosa madura que se pronunció a favor del paso del tiempo es Andie MacDowell, quien con la misma edad de su colega por estos días aseguró: “quiero ser vieja”. La actriz de Cuatro bodas y un funeral cuestionó el hecho de que la sociedad sienta vergüenza por envejecer. Y lanzó: “¿Qué edad creen que tengo? Voy a cumplir 65. ¿Piensan que parezco de 75 solo porque me dejo el pelo gris? No me importa. Quiero ser vieja. Estoy cansada de tratar de ser joven. ¡Simplemente no puedo seguir con la farsa!”, sostuvo.
MacDowell considera que las mujeres de su edad deben disfrutar esta etapa final de la vida con la mayor plenitud, “no tenemos tiempo que perder sintiendo vergüenza”.
Una vida más larga y feliz
Estos son tan solo algunos ejemplos que dejan en claro que la vejez ya no pasa por un período de desprestigio como podía ocurrir tan solo unas décadas atrás y que existe un proceso de mayor aceptación individual y social del paso del tiempo. Así lo explica, Adriana Sirito, doctoranda en Sociología y responsable de Generación Silver en la Escuela de Negocios de la Universidad Católica Argentina (UCA), quien considera que el hecho de que, en estos días, las mujeres que nos inspiran puedan superar los ochenta o noventa años se da por varias razones en el contexto de una sociedad que expresa una mayor receptividad.
Por un lado, los cambios demográficos globales muestran un proceso de pirámide poblacional invertida y, a diferencia de lo que sucedía hace tan solo algunos años, hoy existe una mayor conciencia de la longevidad como una oportunidad.
Para la experta en la generación silver, la longevidad activa es, sin dudas, un signo de este tiempo y se vislumbra cada vez más como una etapa positiva de la vida. Además, asegura que, actualmente, las personas de más de sesenta no se sienten identificadas con el estereotipo de la “tercera edad”, muy enmarcado en las corrientes sociológicas de los 90, sino que se empatizan más con términos como segunda mitad de la vida porque los conecta con un propósito nuevo para descubrir.
Por otra parte, destaca el rol que tienen las redes sociales en este proceso, porque considera que son grandes aceleradores del fenómeno, lo visualizan y colaboran para potenciar un diálogo intergeneracional abierto, algo impensado décadas atrás. “Tik Tok, Instagram, Facebook colaboran para mostrar una vejez alegre, elegante, dinámica, colorida, muy vinculada a la moda”, sostiene.
Por su parte, Turquesa Topper, directora de Diseño y Gestión de Estéticas para la Moda de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), encuentra explicación a esta revalorización de la vejez en los cambios sociales. Considera que, en la actualidad, nos encontramos bajo nuevos paradigmas, de modo que la vida dispone de otro registro y la propia idea de vejez ha sido resignificada como ha sido resignificada la idea de ser humano. En ese sentido, considera que la moda siempre mantuvo una relación singular con la temporalidad y desde hace unas décadas la juventud cronológica dejó de ser un modelo. “El tiempo ha adquirido otra narrativa y el consumo le ha encontrado un espacio privilegiado gestando nuevas sintaxis visuales que desarman las articulaciones exclusivas tales como el binomio felicidad-juventud. Todo esto, sumado a que los propios avances científicos, brindan a la humanidad otras posibilidades”, explica Topper.
En su análisis asegura que hace tres o más décadas y a lo largo de la historia, la juventud y su sintaxis visual era la etapa privilegiada para irradiar y amplificar deseos de felicidad. Pero la moda, como fenómeno cultural macro que no solo incluye a la industria del vestir, ha revisado su relación con la corporalidad en las últimas décadas. “Así, los 80 monumentalizaron el cuerpo, los 90 lo estilizaron y se inició entonces un proceso de conservación. Mientras que el 2000 y el principio del siglo trabajaron sobre la deconstrucción y las décadas más cercanas operan sobre la implosión corporal, es decir, la revisión de lo interno y lo externo”, reflexiona la docente universitaria. Para Topper, “esto da lugar a que el conocido fenómeno silver de ancianas con rodete hoy puede asimilarse a una piel tersa y adolescente o a una inquieta influencer que superó las siete décadas. La industria de la moda democratizó la alteración cronológica visual y nos invita a experiencias donde la calidad de vida adquiere otro rostro”, sostiene.
Finalmente, para Sirito estamos ante una nueva forma individual pero también colectiva de mirar la vida y la vejez. “Es necesario trabajar en torno a una longevidad con propósito. Porque se trata de un proceso que se inicia en el vientre materno y, por varias razones, debemos prepararnos para una vida más larga”, advierte. Además, sostiene que el vivir ese período de una manera única, increíble y feliz es, claramente, el gran desafío al que se enfrenta la humanidad en las próximas décadas.
Y por casa...
De emblema de las “comedias blancas” del cine argentino de los años cuarenta y cincuenta a estrella televisiva; de Los martes, orquídeas a Almorzando con Mirtha Legrand y, luego, La noche de Mirtha Legrand: ya son varias las generaciones para las que el talento de la actriz y conductora de 96 años es parte de la vida cotidiana. Con una trayectoria dedicada a las pantallas, la Legrand nunca deja de ser foco de atención: tanto por los detalles de su estilo (inspirador de infinidad de mujeres a lo largo de los años), como por la expectativa que generan sus declaraciones, opiniones y frecuentes apariciones en público.