Dieta tecnológica: las causas por las que cada vez más gente decide sumarse a esta movida
Crece la tendencia de quienes deciden autolimitar el uso del teléfono móvil, con pequeños gestos diarios que, sin ser tajantes, les permiten recuperar tiempos y espacios ligados al encuentro interpersonal
- 7 minutos de lectura'
A quién no le sucedió más de una vez demorarse en alguna tarea, trabajo, reunión o cita por chatear o chequear las nuevas publicaciones de Instagram, Twitter o Facebook. El celular tomó en los últimos años un lugar predominante en la rutina diaria de las personas, ya sea por cuestiones laborales, de interacción y comunicación con otras personas, y también como fuente de información y esparcimiento.
Si bien parece que, por una u otra razón, cada vez le dedicamos más tiempo, hay una tendencia creciente a tomar conciencia del tiempo y la forma de uso. No se trata de deshacerse del celular, sino de ser capaces de llevar un control. Este movimiento resulta de la reflexión acerca de para qué y por qué usamos las nuevas tecnologías.
Quien eligió hacer un uso consciente del celular es Judith Nahmias, de 51 años, quien vive en el barrio de Belgrano y cuenta: “me di cuenta de que perdía un tiempo muy valioso deteniéndome en temas que realmente no aportaban a mi vida, viendo información y contenido de personas conocidas e incluso extrañas a mí en las redes sociales”. Entonces decidió implementar una serie de hábitos: por ejemplo, reconoce que desde hace seis meses no lleva el celular consigo cuando realiza actividad física, ya sea una clase de gimnasia o una caminata. “Delimité el horario para revisar aplicaciones, que actualmente es de una hora y media aproximadamente por día. También eliminé contactos de mis aplicaciones cuyos contenidos no eran relevantes para mí. Ya no uso el celular antes de irme a dormir y retomé el hábito de la lectura”, explica.
¿Los resultados? Para Judith no hay dudas de los beneficios que obtuvo tras tomar esta decisión. “Le dedico más tiempo a actividades que resultan mucho más placenteras para el cuerpo y espíritu, como mejores encuentros personales, más lectura, más actividad física. Puse más el foco en los temas que me interesan para una vida mejor. Uno no toma dimensión del tiempo que pasa en las pantallas hasta que hace el cambio”, advierte.
Decisiones
¿Si me llega la notificación de un nuevo mensaje en WhatsApp, lo abro inmediatamente? ¿Me siento ansioso? ¿Tengo la capacidad de administrar el tiempo en que estoy conectado? María Roca, coordinadora científica de Fundación Ineco y directora de Ineco Organizaciones, lejos de tener una mirada demonizadora de las nuevas tecnologías, considera que en muchos casos funcionan como una prótesis y logran que hagamos cosas que con el cerebro solo no podríamos hacer. “El problema es que se han vuelto tan necesarias en la vida cotidiana que se convirtieron en un dador constante de información que sobrecarga la capacidad limitada de nuestro cerebro de procesarla”, señala la especialista en neurociencias.
Por su parte, Silvana Neme, de 51 años, de Villa Urquiza, sostiene: “Personalmente, decidí usar menos el celular los fines de semana. Lo apago cuando hago deportes y solo leo los mensajes de familiares, pero no los laborales. Durante la semana, de 22 a 6 lo mantengo apagado porque hay gente que tiene horarios distintos a los míos y manda mensajes a cualquier hora. En cuanto a las redes sociales, las uso poco y solamente las veo a la mañana temprano. Creo que el gran beneficio es no estar tan pendiente del teléfono. Si bien es difícil despegarse, es posible”.
Según analiza Alejandro Melamed, consultor y especialista en recursos humanos, estos cambios mínimos resultan aceleradores de otros más grandes. “Por un lado, hay una especie de infoxicación o exceso de información y, por otro, hemos generado nuevos mecanismos de dependencia que antes no se nos hubieran ocurrido. En tercer lugar, hay una tendencia a desconectarse de la tecnología para conectarse con otras cosas. No es algo fácil ni simple, por algo los teléfonos celulares están implementando el aviso del tiempo en pantalla”, analiza.
Hay una tendencia a desconectarse de la tecnología para conectarse con otras cosas. No es algo fácil ni simple, por algo los teléfonos celulares están implementando el aviso del tiempo en pantalla
Justamente este tipo de información es la que usan Adriana Alicia Martino, de 46 años, también del barrio porteño de Villa Urquiza, y su familia para poder tener un mayor control del uso del celular a partir de recuento del tiempo en pantalla. “En la pandemia noté que usé mucho el teléfono al tener que estar encerrados en casa y empecé a sentirme cansada de la vista y con los ojos nublados. Ahora estoy intentando usarlo menos, limitarlo, más que nada por una cuestión de salud. Pero también, a nivel familiar, estamos tratando poner límites, sobre todo por la noche para descansar mejor”, cuenta.
Para Roca, la necesidad de discutir sobre bienestar digital surge a partir de la pandemia, cuando nos dimos cuenta de la importancia de invertir en estar bien, cuidar la mente, las emociones y la salud, y cuando se intensificó notoriamente el uso de las nuevas tecnologías. “Si éstas sobrecargan la capacidad que tiene el cerebro para procesar la información, se vuelven un enemigo del bienestar y surgen entonces todos estos movimientos que buscan limitar su uso”, explica. Y agrega: “una de las cosas que más se sabe que genera bienestar emocional y mental es lo que en inglés se denomina engagement y que significa estar comprometido con aquello que estás haciendo en un momento determinado. Por ejemplo, tener una conversación por teléfono y no estar mirando al mismo tiempo los mails o chequeando las redes, porque eso aumenta el nivel de estrés y a la vez no te permite vivir plenamente el aquí y el ahora”.
Entonces, ¿reaccionamos a lo que la tecnología nos propone o usamos a nuestro favor lo que tiene para darnos? Para la directora científica de Fundación Ineco, se trata de reconocer en su utilización un aspecto muy valioso para nuestro bienestar “Que no sea la tecnología la que me dice cuándo, que no sea yo el que responde a las tecnologías, sino que sean ellas las que respondan a lo que yo necesito”, enfatiza.
El ámbito laboral no escapa a esta reflexión, y en principio hay que considerar que se vio alterado durante la pandemia cuando descubrimos que, en muchísimos casos, el trabajo a distancia era posible y exitoso. Fue entonces cuando el límite entre las horas laborables y de descanso se volvió borroso. ¿Contestamos un WhatsApp laboral que llega a las nueve de la noche?
Derecho a la desconexión
“Aquí surge un desafío que no tiene que ver con los hábitos o las decisiones personales sino sobre cómo las instituciones, las organizaciones y las empresas empiezan a tomar en cuenta el derecho a la desconexión. En 2020 y 2021 se probó que podía haber otras formas de trabajo como el home office, pero es verdad que estas modalidades implican una sobreconexión, ese ‘te llamo a cualquier hora o te mando un mail o un WhatsApp en cualquier momento’. Sería bueno pensar cómo hacemos para que eso tenga un límite, que no resulte invasivo y que no lleve a la gente a estar pendiente todo el tiempo de la tecnología”, asegura Valeria Odetti, especialista en educación y tecnología, coordinadora de Educación a Distancia de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
Más allá de los límites que pueda poner una persona al uso de la tecnología, el derecho a la desconexión debería ser parte de una discusión que tiene que ver con las nuevas formas de trabajo
Para Odetti, más allá de los límites que pueda poner una persona al uso de la tecnología, el derecho a la desconexión debería ser parte de una discusión que tiene que ver con las nuevas formas de trabajo. “Si vamos a cambiar las formas de trabajo y vamos a aprovechar todo lo que aprendimos con la pandemia, también tenemos que aprender a poner los límites que sean necesarios y eso tiene que ser parte de una discusión colectiva, que resulte en acuerdos contractuales”, sostiene. Y asegura que la tendencia a poner límites de manera personal tiene que ver principalmente con la búsqueda de las personas de conectar con otras cosas, de manejar sus tiempos.
Si se considera el plano de lo personal, para Roca la discusión no tiene que centrarse en cuánto tiempo usar la tecnología, sino en usarla conscientemente a mi favor. Si Facebook me permite conectarme con alguien que no veo hace mucho tiempo resulta un estímulo positivo, pero si quiero salir a algún lado y llego tarde porque me enganché en Instagram, evidentemente existe un problema. “Las nuevas tecnologías funcionan como prótesis que aumentan nuestras capacidades cerebrales, cognitivas; nos permiten hacer cosas que sin ellas no podríamos hacer. Pero tenemos que ser nosotros quienes las dirigen y no a la inversa”, finaliza la especialista en neurociencias.