Dictaduras premiadas por la ONU
En una votación secreta, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas eligió el pasado 12 de noviembre a 14 miembros para integrar por tres años su Consejo de Derechos Humanos. Entre estos miembros que se incorporarán a partir del 1° de enero de 2014 al organismo responsable de la promoción y protección internacional de los derechos humanos se encuentran países cuyos gobiernos poseen un triste historial de represión de las libertades democráticas fundamentales.
El Consejo está compuesto por 47 Estados miembros, elegidos regionalmente por mayoría de votos de los países que integran la ONU, y para su elección supuestamente se debe tener en cuenta la contribución en la protección y promoción de los derechos humanos del país que se candidatea. Ahora, al observar algunos de los países que acaban de ser elegidos para formar parte de este organismo, como Arabia Saudita, Cuba, China, Vietnam y Rusia, queda claro que el cumplimiento de su objetivo es inviable. ¿Acaso puede haber mayor contradicción que unas dictaduras integrando un Consejo de Derechos Humanos? Como lo comparó el jurista Ricardo Manuel Rojas, "es como poner a los criminales a redactar el Código Penal".
En realidad, desde su inicio, el organismo que en 2006 reemplazó a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU nació con este problema: favorecidas por la ventaja que les otorga la perpetuación ilegítima en el poder, las dictaduras tienen en el seno del nuevo Consejo una presencia e influencia que desnaturalizan su objetivo. Y, hay que decirlo, entre los países más respetuosos del Estado de Derecho existe una gran complicidad con esta situación. De otra manera, no puede entenderse, por ejemplo, que una dictadura como la de China haya recibido 176 votos para integrar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
De acuerdo con la publicación de Freedom House Libertad en el mundo 2013 , hay 44 países que obtienen la mayor calificación sobre el respeto a las libertades civiles y los derechos políticos. Entonces, si la ONU tiene 193 miembros, ello significa que al menos 27 "democracias ejemplares" votaron la candidatura de China para integrar el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Es decir, solamente 17 países que integran la ONU -el 9% del total- no votaron la candidatura de la dictadura china.
El caso de Cuba es otro ejemplo emblemático de esta situación: integró el organismo desde su creación, en 2006, fue reelegida en 2009 y luego tuvo que esperar tres años para ser nuevamente elegida, en esta oportunidad por 148 votos. Así, una de las dictaduras más longevas del mundo, que no produce ningún avance de apertura política, integrará el Consejo durante nueve de los primeros doce años de su existencia, pudiendo ser reelegida en 2016.
En esta última votación, Uruguay quedó fuera del Consejo, al recibir solamente 93 votos. De esta manera, un país que se encuentra regionalmente entre los más respetuosos de las libertades civiles y políticas obtuvo en la Asamblea General 55 votos menos que Cuba, donde gobierna un régimen de partido único que prohíbe expresamente el ejercicio de las libertades democráticas fundamentales.
Sin embargo, hay quienes sostienen, en especial desde América latina, que a los regímenes de estas características políticas hay que integrarlos en lugar de presionarlos y condenarlos. Se trata de una posición ingenua, cuando no hipócrita. ¿Qué hubieran pensado, por ejemplo, los activistas de DD.HH. de la Argentina o Chile de brindarles una posibilidad similar a las dictaduras de Videla o Pinochet? ¡Y qué hubiera pensado Mandela de "integrar" a un organismo de este tipo al oprobioso régimen racista sudafricano del apartheid!
Desde la perspectiva democrática, integrar en el Consejo de Derechos Humanos a Estados cuyos gobiernos violan severamente las libertades civiles y políticas no sólo desvirtúa el objetivo del organismo, sino que representa una afrenta internacional a las víctimas de estos regímenes represivos.
Pero, como puede apreciarse, la ONU no parece ser el ámbito apropiado para promover internacionalmente la democracia, pues una quinta parte de sus miembros son expresos violadores de los derechos humanos y otros tantos son Estados con muy baja calidad democrática. Además, más allá de lo establecido en la Declaración Universal de 1948, para la ONU el sujeto principal de las relaciones internacionales son los Estados y no la persona humana. En consecuencia, los países que se toman en serio el carácter universal de los derechos humanos y por tal motivo la obligación de que se respeten en cualquier lugar del mundo, tienen que organizarse en un ámbito alternativo.
Para ello ya existe la Comunidad de las Democracias (CD), con sede en Varsovia, como una iniciativa apropiada para armonizar una política exterior activa de compromiso internacional con los derechos humanos. Una de las políticas comunes de la CD en esta materia debería ser la actuación en bloque, en la Asamblea General y en el Consejo de DD.HH. de la ONU, neutralizando decididamente a las dictaduras.
En definitiva, debe advertirse que -de mantenerse la complacencia internacional con los regímenes dictatoriales- el ideal universal de la Declaración que este 10 diciembre cumple 65 años estará cada vez más lejano.
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