Días de homenajes y nuevas treguas
La semana empezó con el centenario de Benedetti –el 14 de septiembre, don Mario hubiera cumplido cien años– y la poesía se quedó merodeando los días. Hicimos dos, tres, cinconotas para recordar su vida y obra, que invitaron a pegar un poema en la ventana o a abrir la puerta a una celebración mundial donde Joan Manuel Serrat volvió a pronunciar los versos de su amigo y cómplice en El sur también existe, aunque esta vez sin más música que la que el uruguayo ponía de fábrica en las letras. Le dimos toda la vuelta al término "desexilio" y hablamos de "recuerdo", de "amor", de "rutina", de "orilla" y de otras "geografías", de "soledades", de "despistes y franquezas", de todas esas palabras tan suyas. Desde el Instituto Cervantes, en Madrid, justamente con un poema titulado "Palabras", Luis García Montero inauguró un emotivo recital el lunes. Palabras renacen, viven, mueren y En ellas se sostiene el corazón y las transformaciones decía en el primer y el último verso.
Serrat recordó cuando, después de haber entonado a Machado y a Hernández, en los 80 fue por más con Benedetti. Lo visitó un día durante su exilio en España y del encuentro salió aquel disco de un sur que no es geográfico, que guarda las canciones que todos sabemos decir (el Compañera usted sabe… de "Hagamos un trato", "Una mujer desnuda y en lo oscuro" o "Vas a parir felicidad"). Se prolongó –como el catalán resume– una larga y fecunda amistad entre los dos, que duró hasta que Benedetti murió, en 2009. "No era un hombre que buscara la tribuna, pero la consiguió siendo el poeta en lengua castellana más versionado en la música". Treinta y cinco años más tarde, el cantante acepta el desafío de hacer una inmersión completa en la obra del uruguayo para la antología que Alfaguara publicó allá y que lamentablemente no está previsto que se edite acá. Esa relectura lo llevó también a recordar cierta "marginación o ninguneo de la cátedra", a los que también aludió el lunes García Montero. "Pero lo que no le podrán negar nunca –siguió Serrat– es el acercamiento a la mayoría: fue un poeta que supo desprenderse de todo tipo de artificio y que a su vez entendió la canción como un arma".
Pobre desdén por lo popular, que tan fácil brota, a veces, y confunde los tantos. Lo sencillo en el poeta de la vida cotidiana, el hombre conectado con la gente, el escritor alejado del hermetismo, ha hecho que nuevas generaciones sigan enamorándose o nombrando a la nostalgia a través suyo, como observaba la editora Pilar Reyes. Para confirmarlo, jóvenes poetas y cantantes fueron acercándose al atril, mezclados con una vieja guardia igual de conmovida (Sabina leyendo "Los formales y el frío", por ejemplo). "Es el poeta que tenemos en común todos los poetas", lo definió Elvira Sastre, que eligió leer "Amor, de tarde", de aquellos Poemas de la oficina que Benedetti escribió en los 50 anticipándose a La tregua.
Fue esa novela mundialmente famosa la que me devolvió hace un par de años a su rincón del largo estante de la B, en mi biblioteca, donde se acomodan Baricco y Barnes, Belli y Berger, Bioy y Borges, Brönte y Busquets. Y recordé, sin rubores, mi viejo gusto por un poeta tan citado en señaladores de papel y en cuentas de Instagram. En la adolescencia tardía, solía repetir este viaje: partía de Los versos del capitán, de Neruda, hacia La ciudad sin Laura, de Francisco Luis Bernárdez, y siempre, siempre llegaba a Benedetti, a su Inventario o al Inventario dos, donde están todos sus versos, o algún libro entre decenas publicados antes y después de esos dos gruesos volúmenes. Volví –decía– a ese rincón del largo estante de la B cuando supe que el proyecto de convertir La tregua en una obra de danza asomaba en los planes del Ballet Nacional del Sodre. ¡Qué osadía! Desde entonces quise verlo. Iba a estrenarse esta semana, pero la pandemia atrasó el reloj y el regalo por el centenario llegará a fin de noviembre. Mientras este presente rutinario en sus nuevas formas pide un verso para defender la alegría, la que venga ojalá sea una "tregua" con esta monotonía de ver pasar el tiempo.