Diálogos: ORLAN y Nicola Costantino. El propio cuerpo como terreno de debate público
Artistas de distintos orígenes y generaciones, ambas se sometieron a cirugías para crear obras. Reunidas en Buenos Aires para participar de la Bienal de Performance, hablaron sobre su forma de generar conciencia
“Ella es como mi madre artística”, dice Nicola Costantino sobre ORLAN. Un nombre que se escribe así, en mayúsculas, para representar a alguien que busca desde hace décadas evitar cualquier encasillamiento relacionado con su origen o género. Alguien que nació en Francia hace 70 años y que sometió su rostro a osadas operaciones como una forma de recrearse a sí misma. A tal punto que de sus sienes sobresalen dos protuberancias, similares a cuernos incipientes, habitualmente maquilladas con colores brillantes.
“Lo primero que conocí de ORLAN fueron sus trabajos con cirugías, a principios de los años 90, cuando estudiaba arte y hacía mis primeras obras. Y pensé que ella usaba la cirugía como un pintor usa el pincel”, continúa Costantino, artista rosarina que desde los ocho años entraba en el quirófano de su padre para verlo operar en puntas de pie. “Siempre me preocupaba la mujer sobre la mesa de operación –recuerda–, y cómo él la cosía. Todo el tiempo le decía: ‘Por favor, tené más cuidado’.”
Ambas se encuentran ahora en la Alianza Francesa, en pleno centro de Buenos Aires, donde ORLAN exhibe su serie de fotografías Autohibridaciones africanas (2000-2003). En estas obras, ya presentadas en el Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, su rostro adopta –esta vez, gracias al Photoshop– los cánones de belleza dominantes en una civilización muy distinta de la occidental.
No parece haber momento más oportuno. “Yo sumo orígenes e identidades. Porque las identidades fuertes nos llevan a la guerra”, dice la artista que protagoniza en estos días una retrospectiva, con un centenar de obras, en la Casa Europea de la Fotografía en París.
Costantino, por su parte, acaba de ganar una mención en un premio impulsado por la constructora Related, gracias a la cual instalará en Puerto Madero una fuente de la vida inspirada en El jardín de las delicias. Las dos participaron esta semana de una charla pública en el marco de la Bienal de Performance BP.17, que cerrará el miércoles con una obra de William Kentridge en el Teatro Coliseo.
LN: –Ambas usaron el cuerpo como materia prima de su obra, a tal punto que se sometieron a operaciones. ¿Por qué?
O: –En el comienzo de mi carrera trabajé con pintura y escultura. Considero que el cuerpo es político; la vida privada es política. Como artista mujer, era mucho más interesante trabajar conmigo misma. Al principio trabajé con mi cuerpo, con fotografías. En la serie Esculturas corporales (1964-67) intentaba encontrar posturas con nuevas identidades. Usaba mi cuerpo como escultura, ocultando mi identidad. En una pieza muy conocida, intentaba escapar del marco. Toda mi vida intenté escapar del marco.
LN: –¿Por qué?
O: –Porque es muy importante tener conciencia de la reglamentación de la sociedad y entender dónde es posible construir otro marco, otra situación. Para mí es muy interesante la serie que se exhibe en la Alianza Francesa, Autohibridaciones africanas. Son piezas que realicé después de las cirugías que hice para cambiar mi cara, mi identidad, para reconstruirme y esculpirme a mí misma. En 1999 hice la primera muestra en Buenos Aires, sobre las operaciones. En estas series hago obras con mi nueva cara, dentro de la fotografía etnográfica. La primera vez fue sobre mi rostro, en una forma de arte carnal, y ahora uso las nueva tecnologías. No es uno contra el otro, sino la suma de ambos. En mi trabajo eso es muy importante. Yo admiro mucho el barroco, porque en la cultura cristiana necesitás elegir entre el bien y el mal, pero en el barroco hay un interés por lo erótico y el éxtasis. Para mí es muy importante no elegir entre una cosa y la otra, sino integrar una cosa con la otra.
LN: –¿Creés que es importante la integración de distintos aspectos en la formación de una identidad?
O: – Sí, es muy importante. La gente suele pensar en lo originario como identidad. Yo sumo orígenes e identidades. Porque las identidades fuertes nos llevan a la guerra. En mis Autohibridaciones africanas, así como en las precolombinas, egipcias y americanas, trato de estar abierta a ser hospitalaria con otros dentro de mí misma. También siempre digo que soy “un mujer” y “una hombre”. Todo mi trabajo consiste en tratar de crearme a mí misma. El nombre para mí es muy importante, porque es imposible saber si soy hombre o mujer. Y además es un corte con la filiación, con el origen. Y también es importante que se escriba todo en mayúsculas. Trato de todas maneras de tomar distancia de mis orígenes.
LN: –Y vos, Nicola, ¿por qué usás tu cuerpo como materia prima?
NC: –Yo utilicé mi cuerpo como antes utilizaba el de los animales. Usé mi propio cuerpo como arena de debates, como las arenas de los antiguos romanos.
O: –Eso es interesante para mí, porque yo traté con mis cirugías de usar mi cuerpo para provocar el debate público.
NC: –ORLAN está más enfocada en la identidad y yo en el consumismo, y cómo el cuerpo siempre sufre como consecuencia del consumismo.
O: –Mi trabajo está en contra del dolor corporal.
NC: –Yo creo que el cuerpo siempre atraviesa mucho dolor, por el consumismo en el que vivimos. Y me ofrezco a mí misma como material de consumo. Para mostrar cómo la sociedad actual embellece algo terrible, para cubrir ese horror y ponerlo en venta. Hay algo terrible detrás cuando el cuerpo se ofrece como objeto de consumo.
O: –Los cuerpos de las mujeres, no de los hombres.
NC: –Tomé la idea de la forma en que una mujer es presionada por la dictadura de la belleza. Es una nueva forma de fascismo: la belleza, el éxito… Para una de mis obras me hice una liposucción, me saqué grasa de mis caderas e hice jabones con mi propia grasa. Y los vendí con el eslogan: “Toma tu baño conmigo”. Era muy atractivo y agradable visualmente, muy bien hecho, como un objeto de lujo.
LN: –Y vos, ORLAN, ¿qué opinás sobre los condicionamientos sociales respecto de cómo debe ser el cuerpo de una mujer?
O: – El problema es que cada cultura, cada civilización, trató de controlar el cuerpo de la mujer. En África puedes ver a una mujer con labios muy grandes, y ella muy feliz y está orgullosas de ser así. Porque en su tribu, ella atrae a los hombres. Si no tuviera los labios grandes, como vos o como yo, sería terrible. Sería invisible. En otras sociedades es posible tener un problema si naciste en cierta casta, o en cierto distrito dentro de una ciudad. Todos los hombres quieren controlar el cuerpo, particularmente el cuerpo de la mujer. Por ejemplo, cuando veo la cobertura del Festival de Cannes para mí es muy extraño, porque todas las mujeres que se ven en la alfombra roja llevan vestidos con enormes tajos y escotes. Son grandes artistas, que ganan premios por su actuación, pero se visten como para un concurso de belleza. Tienen un gran talento pero se ven disminuidas.
LN: –¿Qué podemos hacer para cambiar eso?
O: –Toda mi vida traté de generar conciencia sobre eso. Pero estoy muy deprimida porque ahora no es mejor. Paso a paso, en Europa todo parece estar empeorando. En mi época, muchas mujeres no querían ser esclavas de un hombre o abusadas sexualmente. Pero ahora la mayoría de las mujeres no quiere una vida profesional exitosa. Para mí es muy extraño, porque todas las ventanas se cierran.
LN: –En la Argentina tenemos muchos casos de violencia contra la mujer.
O: –En Rusia, Putin impulsó una ley por la cual la agresión conyugal no es un crimen, porque es normal y es una tradición. Es más importante que el hombre no sea humillado. Macron tiene una imagen muy diferente de la familia y la pareja. Sarkozy estaba con Carla Bruni, que era como una muñequita, igual que la mujer de Donald Trump. Pero Macron tiene una mujer veinte años mayor. Amo eso. No es el mismo modelo.
NC: –Creo que el hecho de cómo tiene que ser una mujer para ser aceptada se relaciona con lo que tenés que pensar o comprar, o cómo tenés que vivir. Tenés que casarte, tener hijos… Forma parte de muchos mandatos. Es una estructura que la mayoría de la gente cree que tiene que seguir. Por eso los artistas tienen que ofrecer otras herramientas para pensar. El arte ha sido siempre una forma de ver la realidad de forma distinta. Creo que la mujer ha cambiado mucho desde los años 60, y los hombres ignoraban esos cambios. Pero ahora creo que la masculinidad también está cambiando.
O: –Vos sos optimista.
LN: –¿No creés, como ORLAN, que la situación de la mujer empeoró en los últimos años?
NC: –¿No será que asesinatos como ésos siempre ocurrieron, pero ahora hablamos más sobre eso? No creo que sea algo que antes no pasara. Pero antes nadie hablaba sobre eso. Así que hay un gran avance.
O: –Cada día escucho cómo un hombre golpea a su mujer en el piso de arriba de mi casa. Es insoportable. Entre los vecinos llamamos a la policía e intentamos que fuera a prisión. El problema es que la mujer no tiene educación, no tiene trabajo, no habla francés y tiene dos o tres niños. Es absolutamente dependiente. Es terrible cuando una mujer no entiende eso, cuando tiene un bebé muy joven y no tiene una profesión.
LN: –¿Por qué eligen trabajar con sus cuerpos en un mundo seducido por la realidad virtual?
NC: –Yo trabajo desde hace más de veinte años y siento que mi identidad como artista sigue siendo fiel a mis inicios. Mi trabajo es independiente de lo que ocurre en el mundo hoy. Consumo arte, pero a la hora de pensar en el mío soy fiel a mis orígenes, a mis ideas. No me influye mucho el contexto.
O: –Yo trabajo con mi cuerpo a veces; trabajo con lo material y lo inmaterial. A veces con biotecnología, a veces con escultura… Hice muchas piezas en las que no usaba mi cuerpo. Por ejemplo, el cuerpo fotografiado en El origen del mundo es el de un hombre con una erección, que toma el lugar de la mujer en la pintura de Gustave Courbet. Como feminista, es muy importante para mí hacer una pieza sobre El origen del mundo porque odio esa pieza. No porque sea una mala pintura, sino porque es una mujer sin cabeza, sin brazos, sin piernas. Se hace zoom sobre el sexo y la vagina. Es como si fuera una víctima de un asesino serial. Es sádico. Está metido en la cabeza de los hombres que la mujer es sólo su órgano reproductor.
LN: –¿Qué opinan sobre la performance de Marina Abramovic Ritmo 0, de 1974, en la que puso a disposición del público distintas herramientas para que las emplearan como quisieran sobre su cuerpo? ¿Cuál es el límite para ustedes a la hora de exponer su cuerpo?
NC: –Marina Abramovic trabaja mucho con la violencia sobre su propio cuerpo. Ella se puso en riesgo varias veces. Es un gran desafío, pero creo que en el arte estas ideas se vuelven poéticas o una declaración, una ficción que implica un riesgo sólo en el plano de las ideas. Puedo imaginar la energía de estar ahí, experimentar ese momento debe ser muy fuerte. Es una acción artística muy revolucionaria. Pero no creo que pueda llegar a pasar algo malo.
LN: –¿Harías algo así? ¿Te expondrías de esa manera?
NC: –Sí, podría haber hecho algo así.
LN: –¿Y vos, ORLAN?
O: –Yo respeto y admiro a Marina Abramovic, como también a Jan Fabre, que trabajó muchas veces con Marina y conmigo. Pero ése no es mi camino, en absoluto. Pienso que los cuerpos sufrieron durante mucho tiempo, sin solución médica. Y ahora, aunque no en forma total, es posible escapar del dolor en muchas situaciones. Para mí es muy extraño que el artista busque sumar dolor en forma masoquista. Es anacrónico. Ahora, con la morfina y otras medicinas, es posible no sufrir dolor. Es posible dar a luz o sacarse una muela sin dolor. Para mí es muy extraño desear el dolor. Sería una locura decirle al dentista: “Por favor, sáqueme la muela sin anestesia”. Pero cuando una mujer da a luz, a veces pide hacerlo sin anestesia.
LN: –¿ O sea que tu límite sería no hacer nada que te cause dolor?
O: –Sí. En los años 70, cuando muchos artistas buscaban cruzar los límites del cuerpo y los psicológicos, yo no quería eso. Mi Manifiesto del arte carnal consistió en posicionarme contra eso y contra el Body Art clásico. Lo escribí en 1989, un año antes de comenzar con mis performances de las cirugías.
LN: –La performance como gesto político es el tema de la conferencia que las reunió en el marco de la Bienal de Performance. ¿A qué creen que se debe la vitalidad que recobró la performance en los últimos años?
O: –En los comienzos, mucha gente sólo se dedicaba a la performance. Hoy la mayoría de los artistas hacen algo relacionado con la performance, así como hacen esculturas, pinturas, fotografías, videos. En Francia organicé durante cinco años un simposio muy grande sobre performance, pero nadie quería ver eso. Para muchos no era arte. Y ahora, paso a paso, esa idea está cambiando. Ocurrió lo mismo con la fotografía.
NC: –También en los últimos diez años se ampliaron los recursos para hacer videos. Para mí es perfecta la combinación entre videoarte y performance, porque a veces no es necesario que sea en vivo. La actuación, la temporalidad, la historia… Todo lo que queda registrado en video me parece maravilloso. Quizás antes, en los años 60 y 70, la performance era más en vivo. Me parece un redescubrimiento maravilloso como recurso para los artistas, así como ocurrió con la fotografía. Ahora cualquier artista ha experimentado la performance en algún momento. Se ubicó a la par de las demás expresiones artísticas.
LN: –¿Por qué creen que tuvo lugar este redescubrimiento?
O: –¿Vos tenés idea? Probablemente es algo complejo. Probablemente paso a paso, el público y los artistas, se habituaron y lo consideran algo normal.
LN: –Y también hoy la gente quiere vivir experiencias, y la performance permite vivir esa experiencia. ¿Tal vez eso sea una clave?
NC: –Es diferente ser espectador de una obra de arte o ser parte de algo que está ocurriendo en el momento. Es una experiencia más fuerte.