Diálogos. Leticia Obeid y Lola Arias: la experiencia de cruzar las fronteras
Entre el teatro y el video, la narración y la performance, ambas artistas y escritoras -que han trabajado sobre la memoria y la historia- entienden sus obras como formas de señalar fenómenos sociales y políticos poco mirados
Las dos son artistas que cruzan varias disciplinas: video y teatro, narrativa e instalaciones, ensayos sobre la historia y performances. Ambas fueron adolescentes en la vilipendiada década de 1990 y coinciden en que su generación, a diferencia de la anterior, no estuvo signada por el miedo ni por el duelo de los estragos causados por el terrorismo de Estado. Quizás por ese motivo en sus obras, en los primeros años del siglo XXI, ensayaron acercamientos singulares a ese trauma social, que implicaron cuestionamientos a la lucha armada y a cierto sesgo heroico en las políticas de la memoria instrumentadas por el gobierno anterior.
Hasta hoy se pueden ver, en la ciudad de Buenos Aires, algunos de los trabajos recientes de estas dos artistas y escritoras. En el Parque de la Memoria cierra la exposición Doble de riesgo, de Lola Arias, y en arteBA Focus, que se realiza el Distrito de las Artes este fin de semana, Leticia Obeid muestra Dictados, un video que entrelaza la escritura con la imagen y el pensamiento utópico. En Berlín y en las comunidades indígenas de Salta, pasando por la Bienal de Venecia y la galería porteña Móvil, Arias y Obeid realizaron por separado exploraciones sobre el comunismo, la guerra de Malvinas, los sueños de unidad latinoamericana y los efectos adversos de la economía capitalista.
Arias, artífice de un teatro documental, sin guiones, actores profesionales ni decorados, reconstruyó las historias de infancia de los hijos de la generación de 1970 en Mi vida después y la suya propia en El año en que nací; el jueves estrenará Campo minado, una obra protagonizada por ex combatientes ingleses y argentinos en la guerra de Malvinas. Obeid prepara un video filmado en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia para una ópera de Fabián Panisello que se estrenará en febrero de 2017 en Madrid, con textos del escritor italiano Erri De Luca.
Las dos cuentan, además, con libros recientes. Reservoir Books acaba de publicar textos y materiales fotográficos de las piezas de Arias; en Escribir, leer, escuchar, publicado por Blatt & Ríos, se pueden ver dibujos y fotogramas de los videos de Obeid junto a una entrevista de la artista cordobesa con Alejandro Cesarco.
LN: –¿Qué hiciste en Alemania?
LA: –Estuve haciendo una obra en Berlín, en un teatro que se llama Maxim Gorky, con mujeres comunistas. Mujeres nacidas en la República Democrática Alemana, o que vivieron en la RDA, de distintas generaciones. La más vieja tenía ochenta años y la más joven, ocho. Obviamente la de ocho no había nacido en la RDA. Pero eran todas mujeres, casi todas salvo una, que eran del Este y que reconstruían la historia de ese país que ya no existe más. Si uno lo piensa, durante cuarenta años existió un país dentro de otro país donde se experimentó el socialismo real y todas las consecuencias que eso tuvo. En la obra había historias muy distintas: una mujer que había trabajado para la Stasi como espía, otra que había estado en el movimiento punk y que había terminado en la cárcel por escribir canciones contra el régimen, una intérprete cuya carrera finalizó cuando cayó el Muro.
LO: – ¿Y la reacción de la gente cómo fue?
LA: – Muy buena. Estaban muy copados porque existe la idea de que es un tema muy trabajado. Pero te das cuenta de que es un tema para nada elaborado, una historia muy reciente y muy compleja. Cayó la dictadura y vino la revolución y ya está, pero ¿fue una dictadura? ¿Vino una revolución? Estas mujeres hablaban un poco de eso, todas mujeres que creyeron en el socialismo, que estaban en los partidos, que pudieron ser críticas pero que tenían una visión más compleja de lo que se cree.
LN: –¿Qué es Campo minado?
LA: –Es una obra con veteranos argentinos e ingleses de la guerra de Malvinas. Los videos de los veteranos que aparecen en el Parque de la Memoria fueron el inicio de ese proyecto. En 2014 me llamaron para ser parte de una muestra de artistas internacionales de distintas disciplinas que reflexionábamos sobre la guerra, por los cien años de la Primera Guerra Mundial. Decidí entonces trabajar con veteranos, y en 2013 empecé a entrevistarlos para hacer esos videos. La idea era crear una especie de flashbacks: ellos están en su lugar de trabajo (un club, un hospital) en su tiempo presente y de repente vuelve un recuerdo de la guerra y lo empiezan a actuar. Campo minado toma esa idea de la reconstrucción de las secuelas de la guerra, pero la complejiza porque sumo la visión de los ingleses. Son tres ingleses y tres argentinos que interactúan. Ensayamos tres meses acá, un mes en Inglaterra. Y se estrenó en Londres el 2 de junio. Me di cuenta de que para los argentinos era muy importante conocer a un inglés, preguntarle qué vivió, en qué lugar de las islas estuvo. La guerra fue una experiencia que los unió de una manera muy radical, y quizás tienen más en común con un inglés que con otras personas porque compartieron algo central en sus vidas. Y quieren hablar de eso.
LN: – El trabajo que vos vas a presentar en arteBA Focus también tiene que ver con la historia.
LO: – Fue un proyecto que me invitaron a hacer en 2010, cuando se empezaban a cumplir los bicentenarios de todas las naciones sudamericanas. El curador nos propuso trabajar con un texto de Simón Bolívar, la “Carta de Jamaica”, que es el primer texto en el que insta a la unión sudamericana. Bolívar, sin conocer los territorios personalmente, hizo un diagnóstico de lo que sabía y lo que le parecía que estaba pasando en el Río de la Plata, en el Virreinato del Perú. Cuando me propusieron trabajar con ese texto tan eufórico, lo que se me ocurrió fue superponerlo con la realidad, con lo que realmente hoy es una ciudad latinoamericana. La primera idea fue copiar a mano la carta como si fuera una performance. Es un texto larguísimo y decidí hacerlo en viaje. En un tren desde Retiro hasta Zárate copié dos partes de la carta en dos horas de viaje. Después edité un fragmento para hacer un video. Luego hice una versión más chiquita que se mostró en la Bienal de Venecia, donde queda mucho más abstracto, puede ser cualquier ciudad del mundo que tiene sus contrastes de clase, sus contradicciones, todos esos sueños de la democracia del siglo XIX contrastados con la actualidad. En el video lo copio a mano, había tres cámaras, una me filmaba a mí, otra hacia afuera y otra el vagón. Después superpuse los textos tipeados.
LN: – ¿Qué quedó de ese contraste?
LO: –Tenía una hipótesis que se cumplió totalmente al hacer el trabajo: para mí en el momento del festejo del Bicentenario lo que no se estaba pensando era que el orden que sustituyó al colonial seguía siendo un orden basado en una estratificación étnica. Siguió habiendo una élite blanca y hacia abajo grupos cada vez menos blancos. Creo que lo que había que pensar en 2010 era qué pasó con el racismo fundante de estas democracias.
LN: – Ahora, sin ningún pudor, los políticos dicen frases racistas.
LO: – Sí, pero esa fuerza está en nuestra conciencia nacional.
LN: –¿Se puede decir que a ustedes les interesa trabajar artísticamente cuestiones desatendidas por otras áreas sociales?
LO: – No sé si desatendidas, pero creo que a veces el arte en cualquiera de sus formas puede tomar esos condimentos de la realidad y hacer algunos atajos, sin todo el protocolo de la investigación científica o sin los intereses de la acción política directa. Son maneras de señalar algunas cosas tomando esos documentos que están ahí. Digo documentos porque son objetos o cosas que están casi en el aire.
LA: – Creo que el artista no tiene que tener una agenda política. No creo que ninguna de las dos seamos artistas que trabajan la actualidad en un sentido de la agenda del diario, sino que de alguna manera nuestra sensibilidad nos lleva a ver zonas de interés en cosas que por ahí son obvias, más visibles, pero no se les está poniendo la lupa. En esas situaciones el artista es un poco un antropólogo, un psicólogo, un investigador, un explorador. Estás metida en una realidad completamente desconocida y hay una aventura en eso, meterte en una experiencia que después se va a traducir en un trabajo artístico. Pero lo que te interesa es la experiencia.
LN: – Al mismo tiempo en las obras de ustedes hay también un aspecto autobiográfico.
LO: – Porque nos ponemos en el medio; siempre es el registro de una experiencia, es el retrato. Más que un autorretrato, es el retrato de una experiencia con el sujeto que tenemos más a mano, que es una misma, pero haciendo la experiencia con otro.
LA: – Quizás la diferencia del teatro es que hay una cosa de desterritorialización. Mientras que Leticia se mete en el mundo de ellos, yo los saco de ese mundo y los meto en el mundo del escenario. Es un experimento social agarrar a tres veteranos argentinos, a tres ingleses y juntarlos arriba de un escenario. El espacio mismo del teatro se transforma en un lugar extraño donde todo se convierte en representación, donde todo es mirado, todo es también para el público. Y también es un poco una ficción, aunque sean ellos mismos y no actores, hay una operación muy fuerte en descontextualizar los sujetos.
LO: –Todo el arte contemporáneo hace que uno vaya, se meta y lo que traiga sea el registro de esa experiencia. Luego la mostrás afuera, siempre hay algo que se descoloca y va a ser puesto en otro lugar.
LA: – Creo que la diferencia con el teatro es que a su vez las personas tienen que estar, es algo muy raro y muy difícil. Lo más difícil es sostener el compromiso de esas personas con ese proyecto, porque sin ellos no se puede hacer nada. El video me gustó mucho, pero no estás con ellos conviviendo como estás conviviendo cuando estás haciendo una obra de teatro, y lo difícil que es mantener ese compromiso vivo y ese proyecto cuando a las personas les van pasando cosas, van cambiando, los transforma la experiencia misma de representarse a sí mismos.
LO: – Tampoco puede haber teatro sin público y en las artes visuales uno puede estar haciendo una obra que no va a ser vista; pese a eso, la obra existe.
LA: – Y también la idea del presente puro: el teatro es pura presencia, como vos decís no existe si no está el público, no existe si ellos no están ahí. Es hoy, ahora, en este momento. Y con estos proyectos el tipo hoy, ahora, en este momento en que está pasando la obra, tiene que ser capaz de contar otra vez esa historia del compañero muerto en combate. Si no lo puede hacer, hoy, ahora, no existe la obra.
LN: – ¿Trabajar con distintas disciplinas fue algo espontáneo?
LO: – Fue volcánico. La escritura es un medio que está al alcance de cualquiera, es mi primer amor, me parece lo más democrático de todo, es una tecnología tan simple: papel, lápiz. Pero no es lo mismo escribir que darse el permiso de mostrar eso que se escribe. Toda mi obra visual está muy atravesada por mis problemas con la escritura. La trama, la relación entre la voz y el texto, la relación entre el sonido y la imagen, muy ligada al lenguaje. También, poder escaparme de las artes visuales y hacer cosas en otro lado me alivia bastante, porque a todos el medio propio nos asfixia un poco. Siempre es mejor salir a investigar otras cosas y estar con gente diferente.
LN: –La escritura es más solitaria.
LO: – Es solitaria, pero acá hay un circuito de gente que se lee, de lecturas públicas, cosas que la vuelven bastante colectiva. Escribir sí es individual, pero la experiencia lo hace colectivo y es más generoso. En las artes visuales es mucho más competitivo, más duro.
LN: –¿Hay alguna afinidad entre tu literatura y tu obra visual?
LO: – Hay algunos puntos de contacto, pero son bastante diferentes los dos. Soy mucho más radical en lo visual y en la escritura soy mucho más convencional. Me gusta la idea de un relato, de contar algo, comunicarme más fácilmente. Con lo visual me sale ser mucho más hermética. Una obra es más difícil de entender y a veces ni yo misma entiendo lo que estoy haciendo.
LA: – Creo que somos de una generación en la que varias personas se consideran artistas en un sentido más amplio. La forma que utilices para hacer lo que vas a hacer es una forma: ahora es el video, ahora la escritura, ahora una instalación, ahora una película. Por mi formación y el tiempo que dediqué a la literatura y al teatro es la parte más desarrollada de mi trabajo, pero creo que todo lo que hago en teatro y en literatura está totalmente atravesado por otras artes. De hecho, el teatro que hago es muy poco teatro, no hay escenografía, no hay actores, no hay ficción, no hay nada de lo que se supone que es el teatro; está más cerca de la performance, del documental. Siempre me interesaron esas zonas intermedias entre un arte y otro, los géneros que no están tan explotados… Por ejemplo, el género documental empieza a tener una vida en el teatro.
LO: – El documental es un lugar ya muy atomizado, lleno de subgéneros, y muy interesante. También el cine como máquina industrial liberó a todas las artes de la necesidad de contar historias; la literatura se liberó, el teatro se liberó. El cine industrial, esa máquina de producir historias, ya canaliza esa necesidad humana.
LN: – ¿Cómo definen la generación a la que pertenecen? Ambas nacieron poco antes o después del golpe de Estado de 1976.
LO: – Creo que pertenecemos a una generación que está en un momento muy febril de producción. A mí me interesa el límite entre los campos, lo que me gusta es visitar esos lugares, trabajar con cada uno de los canales. Me gusta ir al cine, me gusta la obra de teatro, pero también me gusta ver un video en una galería. Lo bueno es que uno pueda ir construyendo una obra en esos diferentes lugares. A mi obra la impregna mi historia, el hecho de haber sido adolescente en los años 90 y no en los 80. Hay una diferencia grande; nosotros tuvimos que hacer un esfuerzo por recordar una historia que no vivimos conscientemente, los que ya eran adolescentes en los años 70 y 80 tienen un rastro del miedo mucho más fuerte. Nosotros empezamos a pensar en el arte en plena globalización.
LA: – En un momento me sorprendió la cantidad de hijos de desaparecidos que estaban dedicándose al arte, y pensé si el arte estaba ocupando el lugar que la política no estaba ocupando. Gente que hace cosas geniales, como Félix Bruzzone, Albertina Carri, miles. Que trabajaron el arte como hijos de gente que murió por la política.
LN: – ¿Les parece que hoy hay algo que nos estamos diciendo como sociedad que habría que contar o escuchar de otra manera?
LO: – Creo que hay fuerzas que todavía tenemos que dominar, no creo que estemos listos para dejar salir a todos los monstruos. Una parte grande de la sociedad todavía piensa que el asesinato de esos jóvenes no fue cierto, o no fue tan grave, o no fue tan grande. Hay una parte de la sociedad que todavía no se siente involucrada con ese tema en nuestra historia. No sé cómo se soluciona, creo que tiene que haber un diálogo muy fino entre el Estado, las víctimas, la gente. Es importante que esté presente en la conversación pública.
LA: – También está la educación. Pensaba qué tarde que llegó ese monumento increíble en el Parque de la Memoria y qué poco se valora ese espacio que es el lugar más hermoso de la ciudad. Está ese monumento, están los nombres ahí escritos en piedra. Tendría que ser como el monumento del Holocausto en Berlín, tendrían que visitarlo multitudes. Tendrían que ir todos los chicos al monumento y leer: “Carlos Crespo, 18 años; Juan Pérez, 17”. Números, solamente esos números, nombres, edades. Se dimensiona algo impresionante.
Leticia Obeid
Nació en 1975 en Córdoba. Estudió pintura y se formó en Estados Unidos, París y México en el área de video. Sus trabajos se exhibieron en muestras del país y el exterior. Es autora de las novelas Frente, perfil y llanura (2013) y Preparación para el amor (2015).
Lola Arias
Nacida en 1976, es escritora, directora de teatro y artista. Escribió poesía, teatro y narrativa. Dirigió y escribió Mi vida después, El año en que nací y Campo minado. Sus obras, films e instalaciones se presentaron en distintos festivales internacionales