Dialogar en familia, también de política
“En familia y con amigos no se puede hablar de política”. Las creencias nos abren y cierran los diálogos desde lo profundo: el estómago se entumece, las mejillas se acaloran o la garganta se cierra.
Si como dice el escritor Antonio Marina, las creencias son “matrices asimiladoras de sentido”, mientras los argentinos nos sigamos repitiendo que la grieta nos separa, sólo confirmaremos que dialogar de política con seres queridos es imposible o, peor aún, que es ingenuo siquiera plantearlo.
En estos días he leído varios comentarios acerca de cómo el diálogo en familia comenzó a polarizarse luego de las últimas elecciones. Si no practicamos hablar con quienes sostienen posiciones contrarias a la nuestra dentro del ámbito familiar (donde nos unen lazos de amor y respeto), ¿cómo pretendemos que se dé esa conversación en el ámbito público? ¿Adónde vamos a aprender a hacerlo?
Cuanto más “opuesto” sea el punto de vista, más posibilidad (potencial) de que se rompan los reduccionismos propios de nuestra subjetividad. ¿Por qué tantas veces tememos dialogar sobre política? Porque en el fondo creemos que la posición contraria representa una amenaza. ¿Qué hay de malo en que el otro intente convencerme de su punto de vista -con los argumentos correspondientes-si tenemos presente que siempre tenemos la libertad de sacar nuestras propias conclusiones?
El filósofo Robert Nozick desarrolló el concepto de distancia crítica para hablar de ese espacio necesario entre hablante y oyente que le permite a uno sacar sus propias conclusiones. No es lo mismo pensar que pensar por uno mismo, y esto último requiere de un poco más de tiempo (y esfuerzo). La distancia crítica, si bien la debe promover el hablante, es al mismo tiempo responsabilidad del oyente.
¿Nos damos esa libertad para escuchar? ¿Preservamos esa distancia crítica? ¿Nos permitimos repreguntar para ver qué hay de verdadero en la posición contraria?
Existen algunas maneras que nos permiten conocer mejor (y quizás aprender) de las posturas contrarias a la nuestra. El objetivo no es necesariamente acordar con todo lo que dice el otro sino poder conocer y ampliar los puntos de vista sobre aquello que se está hablando. Para lograrlo, necesitamos más tiempo y creatividad para romper los circuitos automáticos de ataque, rechazo y/o defensa que se activan frente al pensamiento opositor.
Así, en medio de un acalorado debate político con el cuñado podemos probar: Clarificar (”esperá, no logro ver este punto que me comentás, ¿me podrías dar un ejemplo?”), conocer otros presupuestos (”¿qué te llevó a pensar de esta manera?”, “tal como me lo planteás no lo comparto, pero quizás pueda comprenderlo mejor si me compartís tu proceso”), espacio para pensar antes de emitir juicio (”disculpame, necesito más tiempo para comprender esta afirmación, lo voy a pensar y te contesto luego”), pedir definiciones para encontrar otros sentidos posibles a una misma palabra (”¿qué quiere decir para vos?”).
Se puede hablar de todo cuando se quiere honestamente conocer cómo piensa el otro, y casi no quedan temas para hablar cuando solo estamos buscando reforzar nuestros puntos de vista.
Una persona que deja de dialogar se puede convencer casi de cualquier disparate. Los diálogos diversos nos mantienen honestos, resultan una oportunidad para escuchar(nos) lo que pensamos y experimentar qué genera en los otros. El diálogo nos abre a otras perspectivas, nos permite ver que esa verdad tan obvia para mí, encierra varios presupuestos que no necesariamente son compartidos por los demás.
No nos hacemos ningún favor cuando abandonamos el diálogo antes de intentarlo. Al contrario, nos cercenamos la única posibilidad que tenemos como humanidad de crecer en apertura, tolerancia y solidaridad.
Yo creo que sí, hay que hablar de política en el asado del domingo, en la cena con amigos, al menos de vez en cuando. Y si la cosa termina mal, pedir disculpas y volver a intentarlo. Ya lo decía Habermas, la democracia sin diálogo es otro mundo imaginario.
Docente en la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral. Fundadora de Comunia, asociación civil destinada al desarrollo de la comunicación para el cambio social.
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