Diabetes y prevención infantil
Hoy es el Día Mundial de la Diabetes, una fecha dedicada a aumentar la conciencia global sobre esta enfermedad, su prevención, manejo y la importancia de la detección temprana. La diabetes, que surge cuando el páncreas no produce suficiente insulina o el cuerpo no utiliza eficazmente la que tiene, afecta profundamente la salud y la calidad de vida de quienes la padecen, exponiéndolos además a situaciones de discriminación. Este año, bajo el lema “Para una mejor vida con diabetes, miremos más allá de la glucemia”, se busca destacar el bienestar integral de las personas con diabetes, en línea con el tema para el período 2024-2026, “Diabetes y bienestar”.
En el caso de la diabetes infantil, representa un desafío para las familias y la comunidad médica, pero con apoyo adecuado y tratamiento correcto, los niños pueden llevar una vida activa y plena. Esta enfermedad crónica se caracteriza por niveles elevados de azúcar en sangre (hiperglucemia) y se manifiesta principalmente en dos tipos durante la infancia: la diabetes tipo 1 y la diabetes tipo 2.
La diabetes tipo 1, la más común en niños, es una enfermedad autoinmune en la cual el sistema inmunológico destruye las células productoras de insulina del páncreas. La insulina es la hormona que permite que la glucosa ingrese a las células y se convierta en energía. Los síntomas incluyen sed excesiva, micción frecuente, fatiga extrema y pérdida de peso inexplicable. Su tratamiento se basa en cuatro pilares: administración de insulina, alimentación equilibrada, ejercicio y automonitoreo de glucosa.
Por otro lado, la diabetes tipo 2, aunque más frecuente en adultos, está en aumento en niños debido a factores como obesidad infantil, sedentarismo y dieta poco saludable. En estos casos, el tratamiento incluye cambios en el estilo de vida y, en algunos casos, medicamentos, destacando la prevención como aspecto fundamental.
En la Argentina, la prevalencia de obesidad infantil ha aumentado considerablemente. La Segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS 2) de 2019 reportó que el 41,1% de niños, niñas y adolescentes de 5 a 17 años presentaban sobrepeso u obesidad. En 2022, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ubicó a Argentina en el puesto 11° entre los países con más niños obesos menores de cinco años, mientras que la FAO, OPS y Unicef informaron una prevalencia de obesidad en menores de cinco años de 12,9%, la más alta de la región sur. Además, la Federación Mundial de Obesidad proyecta un incremento del 100% en la obesidad infantil para 2035.
Estos datos exponen la magnitud alarmante de la obesidad infantil y su impacto profundo en la salud a largo plazo. En esta etapa crítica de desarrollo, las células grasas en los niños no solo crecen, sino que se multiplican, lo cual aumenta el riesgo de mantener un exceso de grasa incluso en la adultez, aún si se logra reducir el tamaño de las células. Esta predisposición a la obesidad eleva notablemente el riesgo de desarrollar diabetes y enfermedades graves como problemas cardiovasculares, articulares y musculoesqueléticos. Si bien existen tratamientos farmacológicos, estos deben complementarse con cambios radicales en el estilo de vida, como el ejercicio regular y una alimentación balanceada, los únicos enfoques que realmente pueden proteger la salud de los niños y reducir el riesgo de enfermedades crónicas en el futuro.
La obesidad es uno de los principales factores de riesgo para desarrollar diabetes tipo 2. Esto se debe a que el exceso de grasa corporal, especialmente en la zona abdominal, contribuye a la resistencia a la insulina, el estrés oxidativo y la inflamación causada por el tejido adiposo disfuncional.
Hoy en día, el tratamiento de la diabetes y la obesidad ha evolucionado hacia un enfoque integral que aborda ambas condiciones de manera conjunta. La aparición de nuevos medicamentos ha brindado a los médicos herramientas más eficaces para controlar estas enfermedades.
Para la diabetes, además de los análogos de insulina de acción rápida y prolongada, ahora existen fármacos orales como los inhibidores de SGLT2 y los agonistas del GLP-1. Estos medicamentos no solo ayudan a regular los niveles de glucosa en sangre, sino que también ofrecen beneficios adicionales, como la pérdida de peso y la protección cardiovascular.
En cuanto a la obesidad, los agonistas del GLP-1 representan un avance importante. Aunque fueron desarrollados inicialmente para la diabetes tipo 2, han demostrado ser efectivos para la pérdida de peso y en la reducción de la inflamación asociada con la obesidad, convirtiéndose en una opción prometedora. Entre estos medicamentos se encuentran la liraglutida y la semaglutida, que ya están aprobados para el control del peso en personas con obesidad o sobrepeso.
El futuro en el manejo de la diabetes y la obesidad es alentador, con el desarrollo de nuevas terapias que abordan ambas condiciones simultáneamente. Es por eso que junto a mi equipo, nos dedicamos a la investigación y el desarrollo de nuevas moléculas, con más de 20 años de experiencia en estudios que han contribuido al avance global y mejorado significativamente la calidad de vida de nuestros pacientes.
Veamos ahora el impacto del estrés en la diabetes. Las situaciones tensas pueden aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y por consiguiente los niveles de glucosa en sangre, la resistencia a la insulina y la ganancia de peso; todos ellos son factores de riesgo para esta afectación. Cuando una persona está bajo situaciones de nerviosismo crónico, es más probable que tenga dificultades para mantener hábitos saludables, como seguir una alimentación equilibrada, hacer ejercicio regularmente, tener un descanso adecuado, entre otros.
Los denominados estresores activan la respuesta de “lucha o huida” en el cuerpo, que involucra la liberación de hormonas como el cortisol y la adrenalina. Las mismas pueden incrementar los niveles de glucosa como parte del mecanismo de supervivencia del cuerpo. Sin embargo, en personas con enfermedades metabólicas esto puede desencadenar complicaciones.
Es importante tomar medidas para reducir y manejar el situaciones complejas en pacientes con problemas endocrinos: practicar técnicas de relajación como la meditación o el yoga, propiciar una alimentación saludable y establecer límites que prioricen el autocuidado. También es fundamental contar con un equipo médico de apoyo y buscar ayuda profesional si es necesario.
El estrés, tanto físico como emocional, eleva los niveles de glucosa en sangre, lo que es especialmente problemático para las personas con padecimientos endocrinos. Situaciones difíciles pueden conducir a la resistencia a la insulina, dificultando el control efectivo de los niveles de azúcar en sangre. Los elementos de tensión hacen que sea más difícil mantener rutinas saludables y por consiguiente, fomentar su autocuidado. Estas personas pueden tener menos probabilidad de seguir su plan de tratamiento, incluyendo tomar medicamentos a tiempo o en las dosis correctas.
Factores de tensión o nerviosismo pueden contribuir tanto a niveles muy bajos (hipoglucemia) como muy altos (hiperglucemia) de azúcar en sangre, lo que puede ser peligroso. Las hormonas como el cortisol y la adrenalina pueden alterar directamente el metabolismo de la glucosa.
Las complicaciones a largo plazo como enfermedades cardiovasculares, trastornos del sueño, daño renal y problemas de visión, pueden verse más cercanas como consecuencia del estrés, el cual ,además puede contribuir a la ansiedad y la depresión, que a su vez pueden empeorar la gestión de la diabetes y a su vez, puede aumentar las respuestas inflamatorias del cuerpo.
Como médica especialista, considero que las hormonas de cortisol y adrenalina desempeñan un papel significativo en el desarrollo y manejo de la obesidad y la diabetes. En este sentido, el aumento en los niveles de cortisol puede conducir a la resistencia a la insulina, un estado en el cual las células del cuerpo no responden eficientemente a la insulina. Esta resistencia a la insulina es un factor clave en el desarrollo de la diabetes tipo 2.
La adrenalina, conocida por su papel en la respuesta de “lucha o huida”, también influye en cómo el cuerpo maneja el azúcar. En situaciones de estrés agudo, puede incrementar temporalmente los niveles de azúcar en sangre, preparando al cuerpo para una acción inmediata.
Resulta muy importante abordar la diabetes de forma integral para poder reconocer el impacto del estrés y la obesidad en su manejo. Mediante estrategias de autocuidado, control del estrés y tratamientos adecuados, es posible mejorar significativamente la calidad de vida de quienes conviven con esta condición.
Endocrinóloga