Di Benedetto, la influencia silenciosa
A 30 años de la muerte del escritor mendocino, la reedición de su obra invita a rastrear su impacto en varios autores
Alrededor de su figura se tejieron historias con zigzagueantes grados de veracidad. Él, en sus últimos años, reforzaba algunas en las entrevistas: cierto latigazo del olvido, un abandono casi existencial del que decía ser presa, algo que iba más allá de tener casa, pan, una compañera. El escritor y periodista Antonio Di Benedetto fue detenido el 24 de marzo de 1976 a pocas horas de iniciado el golpe militar y fue liberado en 1977. Luego del exilio, la vuelta a Argentina fue en 1984. En 1986 murió en Buenos Aires, lejos de la Mendoza que lo vio dar sus cuentos y sus grandes novelas: Zama, El silenciero, Los suicidas. El escritor olvidado, el “escritor de escritores”, varias de esas ideas se pegaron a su recuerdo.
Recuperado por Juan José Saer, que decía que Zama era una imagen exacta de América, hoy, a treinta años de su muerte, se ha reeditado toda su obra (en la editorial Adriana Hidalgo), sus novelas son objeto de estudio (uno que aborda su obra en toda su complejidad: Ejercicios de pudor, de Jimena Néspolo) y, lo más reciente, se ha rescatado también su obra periodística, compilada por Liliana Reales. Además, en los últimos años, sus creaciones llegaron al cine (Los suicidas, Aballay) y Zama, la novela de las mil y una postergaciones, será traducida por primera vez al inglés y llegará a las pantallas nacionales de la mano de Lucrecia Martel. Nada mal como sucesos póstumos.
Di Benedetto sigue, no obstante, en un panteón alternativo, con cierto halo todavía de joya secreta. ¿Qué peso tiene en los escritores contemporáneos? ¿Lo leen? ¿Podemos hablar de una influencia? Las respuestas son variadas, cada uno rescata a su propio Di Benedetto, pero sus admiradores coinciden en algo: la reverencia inmediata ante el primer encuentro con su obra.
Una “experiencia febril”
Sobre una posible influencia Federico Falco dice: “Es un autor que admiro mucho, que leí por primera vez hace mucho tiempo, cuando era muy joven y que releo siempre, todo el tiempo. Entonces, ¡ojalá que sí!, pero también, ¿cómo saberlo?”. Una confusión fue la que armó el primer encuentro: había leído una reseña sobre una novela de Antonio Dal Masetto –junto a Mario Benedetti, dos con quienes más confunden al mendocino– y en una librería de usados de Río Cuarto, el autor de Un cementerio perfecto compró Zama, todavía confundido. Cuando se dio cuenta del error, ya había caído en sus garras: “Me acuerdo del impacto físico de esa primera lectura muy rápida, dos días encerrado, leyendo, una experiencia febril, alucinada”, cuenta. Falco pone como ejemplo el comienzo del cuento “Caballo en el salitral”:
"El aeroplano viene toreando el aire. Cuando pasa sobre los ranchos que se le arriman a la estación, los chicos se desbandan y los hombres envaran las piernas para aguantar el cimbrón. Ya está de la otra mano, perdiéndose a ras del monte. Los niños y las madres asoman como después de la lluvia. Vuelven las voces de los hombres:
–¿Será Zanni..., el volador?
–No puede. Si Zanni le está dando la vuelta al mundo.
–¿Y qué, acaso no estamos en el mundo?
–Así es; pero eso no lo sabe nadie, aparte de nosotros.
"
Agrega Falco: “A mí ese ‘toreando’ en la primer oración siempre me pareció maravilloso. Un torear mezcla tanto la embestida de la cornada, como el ‘torear’ de los perros. Con la elección de esa palabra, Di Benedetto ya me hace ver perfectamente al avioncito, avanzando a empujones, su motor haciéndose oír. Y, al mismo tiempo, ya en esa oración queda en claro que el trabajo con el lenguaje será fino, profundo”.
Mendocina, hija de un periodista que fue amigo de Di Benedetto, Fernanda García Lao hace un rescate que también habla de ella: “De su escritura me atrae la sintaxis, el humor siniestro, sus intuiciones proféticas. El borde entre lo fantástico y la materia. Me provoca perturbación y risa. Hasta en los textos más claustrofóbicos encuentro placer”. La autora de Muerta de hambre dice: “No sé si su lectura ha alterado mi capacidad de escribir, pero me confirma el permiso de no ser realista ni contemporánea. Pretender un lenguaje particular en cada voz, incorporar el inconsciente sin ser psicologista, promover cínicamente los terrores propios y ajenos o ser oscuro con premeditación y alevosía son algunas de las marcas que me interesan de su literatura. Me gusta su fiebre. Aspiro al contagio”.
García Lao rescata este pasaje de Zama:
"Yo era un tenaz fumador. Una noche quedé dormido con un tabaco en la boca. Desperté con miedo de despertar. Parece que lo sabía: me había nacido un ala de murciélago. Con repugnancia, en la oscuridad busqué mi cuchillo mayor. Me la corté. Caída, a la luz del día, era una mujer morena y yo decía que la amaba. Me llevaron a prisión".
En varias de las entrevistas que le hacen, Hernán Ronsino menciona a Di Benedetto: “Lo leí en el contexto del rescate que empezó con la reedición de sus obras hará más o menos diez años. Y encontré en Di Benedetto un universo que me impresionó mucho –dice–. No sólo me impactó ese mundo de solitarios y de climas perturbadores sino también su lenguaje. Su manera de manejar las palabras. Sus frases breves, secas, rítmicas. Esa combinación de un universo existencial con una lengua desprendida de toda prepotencia me sigue resonando. Y, sin dudas, me influyó mucho. Creo que en Glaxo se puede notarse más esa huella”.
Jorge Consiglio cuenta que el escritor mendocino fue clave en su primera novela, cuando no podía dar con el tono para El bien. Confiesa que le salía un dejo naturalista que quebraba el verosímil del texto y en la búsqueda por alguna línea que despejara el paso llegó a él. “Fue clave –dice–. En su prosa hay una reserva, una economía extrema que impregna la trama y termina por extrañarla. Cuando entendí lo que generaba ese recurso, traté de replicarlo. Di Benedetto tiene un ritmo muy marcado que se conjuga con el punto de vista de sus narradores. El resultado es un lirismo descentrado, en estado de fuerza.” El autor de Hospital Posadas rescata también los personajes dibenedettianos, “dramáticamente contemporáneos”: “Hay algo desesperado y voluptuoso en ellos. Son perseguidos por obsesiones que los llevan al límite de sí mismos. Son los héroes clásicos del mundo moderno. Lo verdaderamente genial de Di Benedetto es que su universo ficcional resulta implacable, pero la tragedia que de él deriva se da en sordina”.
La actualidad de su prosa
Aunque no es un autor que gravite en su obra, cuando leyó Zama Selva Almada también quedó impactada: “Es una de las mejores novelas que leí en la vida y su comienzo es tan impresionante que no se me ocurren muchos más mejores escritos, que condensen el espíritu de todo lo que vendrá en las páginas siguientes. Zama, creo, es una novela rabiosamente actual, moderna, hondísima, y cuando pienso que la escribió en apenas un par de semanas no puedo más que sentir una admiración total”, dice la autora de El desapego es una manera de querernos, que por estos días prepara un libro que contará la trastienda de la filmación de Zama, que dirige Martel.
Julián López, autor de Una muchacha muy bella, lo ubica entre sus favoritos: “Un escritor muy poderoso y particular pero que, a la vez, describe algo que se pone a dialogar con una contemporaneidad de lo argentino que a estas alturas es casi mítico y no sé si sigue existiendo”, dice. Y aclara: “Creo que ese diálogo no le es exclusivo, que es un momento muy potente de la escritura argentina, incluso de escrituras que no parecieran tener contacto”. Y si hablamos de influencias, es sincero: “Ojalá pudiera decir que tengo alguna influencia, en ese sentido lo mío son puras pretensiones. En ‘El día inútil’, un relato que escribí para la revista Espacio Murena, hay un homenaje velado a él y a Néstor Sánchez”.
Alguna vez escribió que desde que lo leyó sintió por él “una especie de intensa y laica veneración”. Sergio Chejfec, autor de Modo linterna, dice: “Creo que sería difícil verificar una influencia de Di Benedetto en la literatura actual. Pero es mejor así, porque la idea de irradiación y de influencia terminan aniquilando lo que una escritura tiene de particular. La virtud de Di Benedetto es que su literatura tiende a rodearse de muy leales lectores pero no de escritores adeptos. Quiero decir, todos (muchos) admiran sus libros y sin embargo nadie se plantea escribir como él. Es un misterio. Quizá la respuesta esté en que su escritura es muy controlada, por un lado, y que no transmite una idea de felicidad, por el otro. Los escritores que admiran a Di Benedetto perciben eso y prefieren preservarlo como prócer de la negatividad y como misterio”.
En una de las últimas entrevistas, Di Benedetto habló con Jorge Urien Berri, en La Nación. En agosto de 1986, el periodista le preguntó qué pensaba que sería de su obra cuando él ya no estuviera. Di Benedetto respondió: “No le tengo tanta fe, eh… Lo que subsiste, o puede subsistir, son los rasgos de humanidad, o de humanidad averiada que yo he tratado de pintar”.
Murió dos meses después. No imaginaba, o no lo dijo, pero su obra iba a dejar mucho, mucho más.