Devuélvannos la tierra arrasada
Mucho puede decirse acerca de la “pandemia macrista” denunciada por la señora Kirchner. La primera es que no dejó 119.000 muertos sin vacunación completa como la cuarta pandemia K. La segunda es que, a pesar del éxito del “perionismo” en instalar la idea del fracaso económico de Cambiemos, la pandemia macrista no fue tan mala. Sobre todo, considerando los “logros” de las administraciones que la antecedieron y sucedieron. Según datos oficiales, en los cuatro gloriosos años finales de Cristina la deuda aumentó 43.511 millones de dólares, las reservas cayeron 21.775 millones de dólares, los agregados monetarios se triplicaron (de $173.056 a $478.776 millones) y lo mismo sucedió con el déficit fiscal (de 2,4% al 7,2% del PBI) y con el valor del dólar (de $4,3 a $13.0); mientras que el déficit primario se sextuplicó (de 0,8% a 5,2% del PBI). Todo, en cuatro años durante los cuales, a pesar de la liquidación de stocks, la pobreza 2011-2014 creció de 28% a 32,4% (Cedlas), para bajar un par de puntos en 2015 gracias a un atraso cambiario de dieciséis puntos de diferencia entre inflación y dólar en un solo año, y de la liquidación de un punto del PBI “para que Daniel pudiera ganar las elecciones”, según confesión de la responsable de la dilapidación.
Cuando se analizan datos, y no relatos, la “pandemia macrista” fue un aterrizaje de emergencia que provocó heridos, pero evitó la catástrofe. La más profunda corrección macroeconómica de nuestra historia (llámenlo ajuste, si prefieren, compañeros) realizada sin hacer volar en pedazos el país. Basta recordar las veces que la Argentina enfrentó una combinación de déficit fiscal mayor al 7%, déficit primario mayor al 5%, default, cepo, doble tipo de cambio, atraso cambiario y tarifario, déficit energético y comercial; basta ver lo sucedido en 1975, 1981, 1989 y 2001, con gobiernos de todos los colores, para tener un punto de comparación. Ciertamente, los dos últimos años de Cambiemos no fueron una fiesta, pero mientras se invertía y se corregía la macro la pobreza subió lo mismo que con Cristina liquidándolo todo. Y para el mes anterior a las PASO de 2019 en que por cuarta vez decidimos ponernos en manos K, el PBI crecía al 2,1% mensual, la inflación minorista era del 2,2% y la mayorista (0,1%) anunciaba que aquel largo año sin emisión monetaria (+15% de agregados contra una inflación tres veces mayor) empezaba a dar resultados.
En aquel momento, descripto en términos apocalípticos por el “perionismo” escrito y televisivo, las reservas del Central superaban los US$65.000 millones; el dólar valía $46 y los depósitos en bancos eran de US$32.000 millones, el doble que hoy. Fue con los 16 puntos de diferencia entre Macri y Alberto Fernández que todo se desmoronó: en un día, los bonos argentinos cayeron el 55% y el Merval, el 57%; en la segunda peor caída de las cotizaciones de la historia mundial. En tres días, el riesgo país se triplicó (de 972 puntos a más de 2500) y la deuda se hizo impagable. Entonces, y no cuando se pidió un crédito al FMI que representa apenas el 12% de la deuda pública nacional.
¿Qué creen los reclamantes de autoflagelaciones que habría pasado si en lugar de la “pandemia macrista” el país continuaba en 2015 por el camino que llevaba con Cristina? Más importante: ¿piensan que aquel enorme esfuerzo de los argentinos, que terminaría costándole las elecciones a Juntos por el Cambio, fue en vano? La respuesta es un terminante no. La llamaron “tierra arrasada” pero fue gracias al equilibrio fiscal, comercial, cambiario y tarifario alcanzado por la pandemia macrista que el país no estalló. Y fue gracias a los colchones generados por Cambiemos que el gobierno actual pudo enfrentar la pandemia sin caer en la hiperinflación.
La situación económica es de tierra arrasada (Axel). Nos dejan tierra arrasada (Alberto). Macri ha dejado tierra arrasada (Cristina). Declaraciones de 2019.
Déjenme contestarles así: muchachos peronistas: ¡devuélvannos la tierra arrasada! Para lograrlo, en dos años tendrán que reducir el déficit primario de 3,3% al 0,4%, bajar la deuda pública en US$50.063 millones y aumentar las reservas netas del Central de US$2186 a US$11.371 millones. No pretendemos que las Leliq aumenten 20% las jubilaciones, como habían prometido, pero al menos desarmen la bola de nieve que crearon después de haber prometido su liquidación: son US$17.900.000 millones de dólares contra los US$8700 millones de los tiempos en que gobernaba la patria financiera. Tampoco es razonable pedir que el dólar vuelva a los $78 de diciembre de 2019, pero sería bueno que en la patria peronista el salario mínimo volviese a valer como con los perversos CEO: 252 dólares (150, hoy), y las jubilaciones mínimas 194 dólares (hoy, 132). No vaya a ser que reaparezcan el Gordo Mortero y sus tirapiedras. El que avisa no es traidor.
Sería hermoso también que las tarifas cubrieran de nuevo el 65% del costo de la energía (hoy, 37%) para que nuestra disminución del 45% en los cortes vuelva a ser realidad y se haga la luz. Y que el tipo de cambio multilateral sea 124 como en 2019, y no el 102 actual, que ya recorrió mitad del atraso cambiario hasta los 80 de la convertibilidad. Finalmente, consumido el colchón, habría que bajar la emisión si quieren bajar la inflación, que no se debe a la maldad de los almaceneros sino a que duplicaron la base monetaria de $1734 millones a $3360 millones. Recuerden: fue porque no tocamos la maquinita por un año a pesar de que se venían las elecciones que ustedes pudieron pasarse dos años emitiendo sin terminar en una híper. Beneficios de la tierra arrasada. Devuélvanla, por favor.
Dirán: fue la pandemia. Pero no fue la pandemia virósica, sino la cuarentena eterna combinada con la pandemia económica K. Si consideramos la caída de 2020 y la recuperación de 2021, la economía argentina está entre las peores de América Latina a pesar del doping populista de emisión, liquidación de activos, cepos e inflación que le inyectaron y de los 13.000 millones de dólares extras que ingresaron en 2021 gracias al aumento de precio de la diabólica soja y los derechos de giro enviados por el demoníaco FMI.
Doping interno y viento de cola externo. Resultados nacionales y populares. Mientras que muchos países maléficos no solo han recuperado su nivel prepandemia, sino que han crecido (Chile, +5,1%; Paraguay, +4,5%; Colombia, +2,1%) y mientras otros se han recuperado (Brasil, +0,4% y Perú, +0,4%), la Argentina K sigue 1,6% debajo de su producción de 2019, solidariamente acompañada por los hermanos bolivarianos de México (-3,2%), Bolivia (-2,6%) y la infaltable Venezuela (-26,9%). Productivismo-sarasa nac&pop.
Lo sé. Ustedes tienen convencidos a los muchachos de que la cosa va fenómeno y de que el producto bruto ha superado los niveles de 2019. Ahora bien, si fuera cierto, y si además el Gobierno le hubiera agregado el condimento peronista de la justicia social, ¿podrían explicarnos por qué la pobreza y la indigencia son cuatro y dos puntos mayores que las de la tierra arrasada de 2019? La matemática no es una opinión. Quizás nuestro aprendiz de ministro de Economía pueda consultar con su milagrero mentor de Columbia para que lo ayude con la explicación. “Menos mal que no gobierna la derecha” podría ser el título de su próximo trabajo práctico para la cátedra y parte de la tesis final: “Tomamos deuda con el FMI para pagar deuda del gobierno anterior, como el Gato”. Aplausos. Aprobación cum laude. Furor en el Grupo de Puebla. Aclamación.ß
Diputado nacional, Juntos por el Cambio