Deuda externa, la eterna espada de Damocles
La deuda externa argentina ha sido "traumática" desde el primer empréstito con la Baring Brothers inglesa en 1824.
Pero el hito que da comienzo a la "historia moderna" de nuestro endeudamiento externo es cuando pasamos de US$ 7800 millones de 1975 a los US$ 45.000 millones que nos dejara la dictadura militar, que completó su legado de genocidio, derrota militar y desastre económico.
El ministro de Economía del presidente Alfonsín, Bernardo Grinspun, solicitó una "moratoria" de la deuda en diciembre de 1983, por 6 meses, para poder reestructurarla ante la imposibilidad de pago en ese entonces.
Hiperinflación y cambio de gobierno mediante, en julio de 1997, la deuda era de US$ 90.472 millones y, por supuesto, era también de imposible pago. En ese momento, el ministro Roque Fernández hace una "exitosa renegociación" para aliviar los pagos correspondientes a ese año y los siguientes -1998 y 1999- concentrando una carga anual de aproximadamente US$ 20.000 millones entre los años 2000 y el 2004, casualmente los cuatro años que tendría el mandato del Presidente De la Rúa. El default del año 2001 -por US$ 144.000 millones-, sería el resultado lógico de tal reprogramación.
Al asumir la Presidencia Eduardo Duhalde el 1° de enero de 2002, afirmó: "...Argentina está fundida. Se terminó la convertibilidad y se arrojó a la indigencia a 2 millones de argentinos; se destruyó la clase media, quebró nuestras industrias y pulverizo el trabajo de los argentinos..."
En el 2003, el presidente Kirchner logró un acuerdo con los acreedores externos con una importante quita sobre y el capital y los intereses que concluyó exitosamente en enero del 2005 (con una reapertura parcial en el 2010 y la cancelación en el 2014 de la contraída con el Club de París). Para diciembre del 2015, la duda superaba los US$ 250.000 millones.
A diciembre del 2019, la duda representaba prácticamente el 100% del PBI -US$ 320.000 millones- y, nuevamente, era imposible hacerle frente.
Queda claro que desde los US$ 7800 millones de 1975 a los US$ 320.000 millones del 2019, la responsabilidad es claramente compartida por todos.
Durante todo el período mencionado -de 1976 al 2019- se sucedieron devaluaciones, inflaciones, canjes, cepos, corralitos y corralones, apropiación forzosa de depósitos, múltiples tipos de cambio y default, que fueron produciendo un empobrecimiento creciente -del 5 al 50% de la población- con ciclos de "crecimiento" (1991-1997 y 2004-2011) que fueron neutralizados por las caídas posteriores (el PBI neto es en el 2020 inferior al de 1970).
En mayo del 2020 caímos nuevamente en default y en agosto alcanzamos un nuevo acuerdo con los acreedores para reprogramar nuestra deuda externa con una importante quita de intereses y un alivio de los pagos externos hasta el 2023. La futura negociación con el FMI acompañará, seguramente, a los plazos acordados con los acreedores privados (sin ajustes de capital ni intereses).
Igual que en las negociaciones anteriores, el alivio en los pagos más acuciantes significará un respiro y una nueva oportunidad para el relanzamiento de nuestra economía, pero, igual que en el pasado, esa postergación de compromisos será una "espada de Damocles" sobre futuras administraciones si la capacidad productiva y la recuperación de la confianza no logran un espectacular rebote favorable.
La "Crisis de la Balanza de Pagos" (léase: la falta de dólares) es una enfermedad crónica que, en América Latina, padece solo la Argentina.
El "Milagro Argentino" solo será posible si, como condición previa e indispensable, encontramos el camino de la unidad nacional como alternativa a la profundización de los enfrentamientos internos (léase: "la grieta").
En la década de los 70 inventamos la consigna "liberación o dependencia" que fracturo al país violentamente en dos. Hoy hemos actualizado esa fragmentación suicida. Ha llegado la hora de superarla.
Exembajador en EE.UU, Unión Europea, Brasil y China