Deserción escolar: ¿quién abandona a quién?
En un país en eterna crisis como el nuestro, las razones por las cuales los chicos abandonan la escuela son muy variadas. Por decisión propia o empujados por su contexto, sólo 16 de cada 100 alumnos terminan la secundaria a tiempo. Entonces, cómo prevenir la deserción escolar tiene que estar relacionado de manera directa con los factores que la causan.
Si bien no hay consenso en el mundo sobre cuál es el mejor sistema de enseñanza, sí existe coincidencia en que las políticas públicas deben apuntar a una educación de calidad que potencie el desarrollo del capital humano. La productividad de cada individuo se traduce en una mayor productividad de la sociedad, y la educación y formación profesional es clave para alcanzarla. Así, las personas que reciban estudios universitarios no solo disfrutarán de salarios más altos, sino que también subirán los salarios en el mercado de los trabajadores no calificados, ya que al disminuir su número subiría su demanda. Por ello, las agendas de los países desarrollados -o aquellos con ambiciones de serlo- han situado entre sus máximas prioridades a la educación.
Sin embargo, no es este el caso de la Argentina. Según indicadores de condiciones de vida de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), en la población de entre 25 a 29 años, el 27% no finalizó el secundario, número que se incrementa a 35% para la población de 30 a 64 años. Tan solo el 15% de la población de 25 a 29 años ha finalizado estudios universitarios y un 26,2% de la población entre 30 y 60 años.
Acentuada por la pandemia, la educación en nuestro país está en decadencia desde hace décadas. Y, particularmente, aumenta la brecha de desigualdad entre los alumnos de escuelas públicas y privadas. Sumado a esto, según datos del Indec, casi 4 de cada 10 hogares en la Argentina no tienen acceso a una computadora. A pesar de esta realidad, el gobierno se encargó de militar hasta el hartazgo el cierre de las escuelas, lo que profundizó la imposibilidad de seguir las clases a los chicos con menos recursos, quienes no tuvieron más opción que abandonarla. En verdad, el estado los abandonó a ellos. Los esfuerzos descomunales de los miembros de la comunidad educativa, no alcanzaron para contrarrestar esta situación. Hoy todavía no se han reincorporado casi medio millón de chicos.
Quien sale de la rueda educativa en edades tempranas pone en riesgo su futuro, quedando en total desventaja frente a aquellos que sí lograron mantenerse dentro. En la Argentina, en promedio por cada año de estudio los ingresos aumentan un 10%. De acuerdo con la Ley de Educación Nacional Nº 26.206 la educación es obligatoria desde los cinco años hasta finalizar la secundaria. El problema, es que, para poder enfocarse en su educación, hay ciertas necesidades básicas que un individuo tiene que tener previamente satisfechas; algo de lo que carece un gran porcentaje de jóvenes argentinos.
Es por esto que creo en la importancia del fortalecimiento de los lazos entre las escuelas y las familias para su integración, sobre todo en aquellos contextos en los que la educación no es un valor relevante. En definitiva, una verdadera comunidad educativa, que incorpore la relación de los contenidos y las prácticas con experiencias del mundo real. No solo para prepararse para el trabajo, sino para incorporar a la cultura de la comunidad la importancia del desarrollo del capital humano en cada uno de nosotros. Invitar a los padres a las escuelas, involucrarlos para trabajar en conjunto por la educación de sus hijos puede ser un ejemplo para fortalecer dichos lazos.
Por otro lado, deberíamos estar desarrollando programas para fortalecer los vínculos positivos y el clima de apoyo de los alumnos, con foco en mejorar el diagnóstico individual para reconocer las características de cada chico y su contexto y así personalizar la estrategia. También los procesos evaluativos son importantes, los que deberían incluir el reconocimiento al esfuerzo y el progreso personal y otras habilidades, espacios de recuperación, tutorías y el uso de variadas tecnologías para los que necesiten mayor dedicación para cumplir con las demandas del sistema.
Revertir la situación actual de deserción escolar requiere que desarrollemos herramientas para motivar a los jóvenes a continuar con sus estudios. Y una forma de hacerlo es descentralizar el sistema educativo, permitiendo que los cuerpos directivos y docentes tengan mayor libertad en adaptar los contenidos, las metodologías y los formatos educativos a su institución, a su grupo de alumnos, y por qué no, a la necesidad de cada chico en particular.
La educación pública en nuestro país es hoy un monopolio estatal, que quita autonomía a docentes y directivos y prescinde del sistema de incentivos económicos de los actores del sistema. Existen diversos modelos educacionales que funcionan correctamente en muchos países del mundo, e incluso conviven entre sí. Al brindar diferentes alternativas se democratizan la educación y las oportunidades. Resulta lamentable que cuando intentamos proponer un cambio en nuestro país, hay quienes salen al choque con opiniones cuyo fundamento solo se basa en el temor al desafío del status quo. La crisis educacional es de tal magnitud que las reformas deben comenzar de manera urgente.
Si un docente no se forma para motivar a los alumnos, no solo corremos el riesgo de aumentar los porcentajes de deserción. Muchos chicos que permanecen en el aula, dejan de prestar atención y transitan la escuela sin aprender nada y frustrándose aplazo tras aplazo. Descentralizar, personalizar, motivar.
Liberémonos de los condicionantes y los prejuicios del pasado para superar las barreras y sentar las bases para una verdadera reforma educativa.
Legisladora porteña (Republicanos Unidos)