Desarrollar una república moderna es el mayor desafío político
El partido de Yrigoyen debe abandonar las estrategias defensivas que lo inmovilizan y ser instrumento de la necesaria evolución de la Argentina
El debate sobre la legalización del aborto y los posicionamientos respecto de la corrida cambiaria de las últimas semanas han puesto de relieve tres conductas típicas en todo sistema político: el fanatismo, el oportunismo y el compromiso cívico. Las proporciones de cada una son determinantes de los resultados públicos que luego se obtengan. Con "fanatismo" no me refiero a extremismos, sino a quienes están dispuestos a sostener una posición contra toda evidencia, a costa de empobrecer el debate. El fanático descarta la incorporación de datos, las comparaciones razonables, la construcción de escenarios como forma de enriquecer la selección de opciones.
En el otro extremo, el oportunista siempre encuentra un fundamento para defender cualquier posición, que podrá ser alterada o descartada cuando las conveniencias lo indiquen. La flexibilidad del oportunista es su principal activo, a un costo grande para la confianza social, pues impide construir referencia. Fanáticos y oportunistas del sistema político existen, entre otras cosas, porque son representativos de modos de relacionarnos vigentes. Puede que todos seamos un poco fanáticos o un poco oportunistas, según cada tema.
Pero existe otro modo de relacionar "representaciones públicas" con la ciudadanía; algo tan viejo y necesario como el compromiso cívico: un vínculo construido sobre la base de un programa o un imaginario que configura un modo de ver la sociedad y los problemas de cada tiempo. Sin compromiso sostenido y sin argumentaciones, la deliberación pública será un espectáculo cada vez más pobre y menos interesante, además de dificultar los acuerdos o hacerlos aparecer como engañosos.
En una democracia competitiva, sin una deliberación pública calificada, nos perdemos una oportunidad de colaboración natural que el sistema político nos provee. El compromiso es señal de responsabilidad. Se trata de un elemento esencial de la construcción política, para superar la tribalización y organizarnos como sociedad frente a los desafíos relevantes. El radicalismo transitó ambos momentos con las tensiones propias de un partido atravesado por su historia. Sin embargo, tanto este como otros debates son también una oportunidad para evitar que la rutina y la burocratización degraden más la actividad política.
Los recuerdos del pasado no son suficientes; ni el Manifiesto reformista de Córdoba ni el discurso de Alfonsín en Parque Norte nos vincularán con los desafíos de la Argentina de hoy. No le pidamos más de todo lo excelente que ya dieron, contribuyeron en su momento a que nuestro país discutiera lo que debía discutir. Fueron nuestros compromisos de otros tiempos.
El radicalismo actual debe tomar nuevos desafíos y escapar de las estrategias defensivas que lo inmovilizan, para ser canal de una modernización imprescindible. Vivimos una segunda transición, y así como la salida del militarismo fue un camino plagado de complejidades, dejar atrás una economía rentista y pendular, y construir un Estado eficiente y profesional que impida cualquier nuevo intento populista, no lo es menos. Es buen momento para que le ofrezcamos a la sociedad una visión que exceda la coyuntura y que ayude a construir una Argentina mejor. Un país más justo no emergerá espontáneamente. Cambiemos debe al mismo tiempo que navega la crisis mostrar el horizonte.
Hay por lo menos diez temas que deben ser parte de este ideario radical renovado:
1 Debemos reorganizarnos y avanzar hacia criterios extendidos de paridad entre géneros.
2 Incorporar el laicisimo en nuestra carta orgánica y defender la separación de la Iglesia del Estado. Es bueno para los credos y para el Estado.
3 Un partido que cree en las políticas públicas como respuesta eficiente a las demandas sociales debe asumir un compromiso estricto con la profesionalización del Estado en todos sus niveles.
4 Ofrecer una alternativa a las visiones populistas y conservadoras en materia social. La verdadera grieta inaceptable es la que nos genera la exclusión, fermento de muchos de nuestros males. Es imprescindible ampliar nuestro diálogo social para bajar las enormes barreras institucionales al empleo, al crédito y al hábitat digno como elementos de integración.
5 Tenemos que darles visibilidad a debates hoy solo impulsados por vanguardias y de relevancia en la vida de nuestros ciudadanos: los cambios en la dieta, la movilidad urbana, la neutralidad de la red, la producción hogareña de energía, las nuevas formas empresariales y las nuevas identidades y tipos de vínculos sociales y familiares, entre otros. El ninguneo de esos temas aumenta la desafección social hacia la política.
6 Debemos multiplicar nuestro apoyo a la economía del conocimiento y la innovación. No seremos desarrollados si no somos innovadores y no seremos innovadores por magia. Necesitamos promocionar y estimular startups y vincular más intensamente a las empresas con las instituciones académicas. Para ello necesitamos vencer prejuicios antiempresariales.
Si queremos ser un país con empleo de calidad y oportunidades, debemos facilitar la creación de empresas de todo tipo. No seremos la sociedad de clase media que soñamos con pocas empresas.
7 No podemos convivir más con un modo de financiamiento de la política que no garantiza condiciones de equidad en la competencia y es opaco. Nuestro compromiso debe ser con la transparencia y la austeridad. En la misma línea, se deben garantizar por ley condiciones estables y claras de vínculo entre medios de comunicación y el Estado, sobre todo en lo referido al manejo de la pauta oficial.
8 Somos un país con poca población y mal distribuida. Necesitamos un programa de desarrollo territorial que permita explotar los activos de todas las regiones con sentido equitativo y sostenible y que articule ciudades y zonas rurales con eje en la calidad de vida. Temas sensibles como la explotación de recursos no renovables y el uso del agua deben debatirse sobre la base de evidencia, para no encadenarnos a respuestas dogmáticas.
9 No seremos una república calificada con un sistema fiscal injusto e incomprensible. Necesitamos financiar adecuadamente el Estado y las políticas que decidamos. La previsibilidad presupuestaria es condición de la estabilidad económica. Pero en la Argentina concebimos los instrumentos fiscales más como "manotazos" que para definir con rigor el modo de resolver nuestra Hacienda.
La estabilidad de la moneda, la extensión y calidad de las infraestructuras y servicios públicos, y la regularidad de las políticas dependen de un manejo adecuado de las cuentas públicas.
10 No se puede ignorar la emergencia de la agenda urbana y no incorporar el derecho a la Ciudad para una convivencia más tolerante. En especial construir una agenda metropolitana, para perfeccionar la gobernabilidad y garantizar la funcionalidad de nuestras ciudades.
Renovar un partido no es cambiar de dirigentes ni renunciar a su pasado; es traducir el legado vigente de sensibilidad social y calidad institucional a este presente repleto de desafíos. Para nosotros es un deber; para los ciudadanos, una alternativa.
Diputado nacional por Buenos Aires (Cambimos)