Desarmar el arsenal del kirchnerismo
Periódicamente surgen versiones sobre grupos civiles armados a la sombra del Gobierno, sean camporistas, piqueteros o de otras organizaciones similares.
Cierto o no, peor que esos supuestos grupos de choque es el arsenal de herramientas legales y estructurales de presión y apriete político que el kirchnerismo ha montado a nuestras expensas.
Es un hecho que no habrá re-reelección. El próximo gobierno deberá reconstruir muchas de las instituciones y sectores que el kirchnerismo está destruyendo. La cuestión es si el futuro presidente tendrá la grandeza no sólo de no usar el arsenal kirchnerista, sino de deshacerlo y volver a ser un país normal.
Este virtual desarme deberá comenzar por las seis leyes con las que el oficialismo ha buscado la dominación judicial, porque, aunque algunas sean menos graves que otras, todas forman un conjunto pensado para dominar o al menos socavar la independencia de la Justicia, y deben ser derogadas de plano. Sin perjuicio, claro, de que deberemos convertir a nuestro Poder Judicial en una institución del siglo XXI, pero eso escapa a estas reflexiones.
Deberá terminarse de una vez con la prórroga de la emergencia y de las facultades extraordinarias del Ejecutivo, inadmisibles en un país democrático. Deben dictarse leyes y fallos que limiten esa facultad a situaciones de guerra, porque hemos visto que, agitando fantasmas, el Gobierno hace diez años que alega crisis económicas para inventar impuestos y usar el dinero de todos sin control. Este disparate, superado en algunos países hace siglos, ha convertido al Congreso y a todos nosotros en apéndices del Ejecutivo, que tiene más poder hoy que muchos reyes del pasado.
Paralelamente, debe crearse un nuevo régimen de coparticipación federal que, según la Constitución, debió sancionarse en 1996. Los aportes del Tesoro Nacional (ATN) deben dejar de ser el torniquete domesticador de las provincias, que deberían recibir su parte de la recaudación de manera automática, cierta, segura y coherente con la población y las necesidades de cada una, incluido el control por objetivos, para terminar de una vez con la vergüenza de la falta de comida y hasta de agua en feudos que el poder central ha cubierto de dinero.
La ley de abastecimiento, propia de un Estado nazi, debe ser derogada de inmediato. Con una mansedumbre lamentable, nuestra economía ha obedecido órdenes verbales y se ha inclinado ante amenazas boxísticas. Esto no sólo es culpa de los que se justifican diciendo que se arrastran para no caer, sino de quienes no derogan la ley 20.680 y normas similares, y de quienes no penan por abuso de poder a un funcionario que no emite sus órdenes por escrito, como lo manda la ley.
Una parte clave del armado de poder kirchnerista, que le permite dominar provincias, empresas de todo tamaño, organizaciones intermedias y hasta artistas, es el uso arbitrario del dinero público. Debemos tener una legislación de trasparencia eficaz, incorporando la figura del arrepentido y la recompensa a las investigaciones de corrupción y peculado, cuyas penas deben por lo menos triplicarse. Si no combatimos el oscurantismo en el manejo del Estado y la impunidad, no tenemos futuro.
Deberá derogarse la ley de medios, regulándose sólo el uso del espectro y dejando el resto de las actividades comunicacionales sometidas a la ley de defensa de la competencia.
El uso político de la AFIP debe ser un delito federal, ya que hemos visto que ni el presidente de la Corte Suprema se encuentra a resguardo de semejante arma. Y deberán derogarse las normas que han convertido a las empresas que cotizan en la Bolsa en un plato servido en la mesa del poderoso de turno.
Qué decir del Indec... Podemos seguir con otros ejemplos de leyes que deben derogarse y de otras que deben dictarse, pero sería demasiado largo.
¿Lograremos un presidente que nos abra la puerta al futuro y comience su gestión cambiando las leyes que le dan un poder inadmisible en una república? ¿O la tentación de usar el arsenal y mantenernos sometidos será más fuerte?
Quienes se arrastran quizá no caigan, pero seguro que no pueden quejarse si los pisotean. Más allá de todos sus problemas y defectos, la Justicia está dando su ejemplo. Ahora le toca el turno a la política.
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