Desafíos relevantes en la política exterior británica
La vuelta del laborismo al 10 de Downing Street lo encuentra con un horizonte de desafíos relevantes en materia de política exterior. El secretario del Foreign Office, David Lammy, lo ha puesto en evidencia al señalar que uno de los propósitos del primer ministro Keir Stamer se orienta a redescubrir el lugar del Reino Unido en el mundo bajo el concepto de que “hay que enfrentarlo tal como es, y no como nos gustaría que fuera”. Ese enfoque, definido como de realismo progresista, parecería desplazar la nostalgia posimperial del Global Britain que intentaron recrear los gobiernos conservadores de los últimos catorce años. También podría representar un reconocimiento de que es hora de dar vuelta la página y cerrar cuestiones pendientes de la era colonial.
La designación de David Lammy al frente de la diplomacia británica podría facilitar ese objetivo al haber destacado que el origen de sus antepasados, esclavos de Guyana, influiría en su gestión. Algunas de las primeras manifestaciones parecerían reflejar esa percepción. Un ejemplo ha sido el nombramiento de Jonathan Powell (exjefe de Gabinete de Tony Blair) como negociador ante Mauricio y Estados Unidos (que arrienda Diego Garcia como base militar) sobre la soberanía de las Islas Chagos, que los gobiernos anteriores rechazaron pese a la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia y mandatos específicos de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Otro caso en el mismo sentido son las próximas negociaciones de Londres con España y la Unión Europea sobre la libre circulación de bienes y personas con Gibraltar. El secretario Lammy parece reconocer que un acuerdo con ese alcance solo se podría lograr con el consentimiento de Madrid, que en virtud del Brexit mantendría el derecho de veto sobre los términos de un arreglo definitivo. Como mínimo subyace que se abre un diálogo bilateral sobre la soberanía del Peñón, aunque la palabra soberanía no se encuentre formalmente en los documentos ni se formulen comentarios públicos al respecto.
Estas aproximaciones diplomáticas permiten interpretar la decisión del laborismo de empezar a desentrañar herencias del pasado Imperio Británico. En la lista se encuentran las colonias británicas del Caribe (Anguilla, Bermuda, Islas Vírgenes Británicas, Islas Caimán, Islas Turcas y Caicos y Monserrat) que en una nota común dirigida a David Lammy han solicitado que se impulse el postergado proceso de descolonización reclamado por la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Esa misma aspiración tendrían Santa Elena y Pitcairn, que integran la lista de los 17 territorios no autónomos a ser descolonizados por la ONU.
De iniciar el Foreign Office una etapa de estas características, la gestión de Lammy estaría combinando el realismo del canciller George Brown del gobierno de Harold Wilson y el idealismo ético de Robin Cook, durante el mandato de Tony Blair. Con ambos laboristas, la cuestión Malvinas mostró orientación. Con el primero se acordó el Memorándum de 1968, en el cual solo faltaba fijar fecha para la transferencia de los archipiélagos a la soberanía de la Argentina. Con el segundo, se abrió una etapa que posibilitó el ingreso de ciudadanos argentinos a las islas.
Sobre esa base es hora de que Londres se avenga a retomar el diálogo con Buenos Aires para identificar juntos una agenda en cuestiones prácticas del Atlántico Sur, como podría ser la creación de un área de libre circulación de personas entre los archipiélagos en disputa y el territorio continental argentino, siguiendo, en lo que corresponda, el ejemplo del espacio Schengen. También para empezar a diseñar un ámbito de relevancia económica y comercial.
En un escenario internacional en proceso de transición y con retos geopolíticos sensibles, la diplomacia debería estimular visiones prácticas y realistas. También imaginativas, acorde con las características del siglo XXI. Es de esperar que la nueva administración en Downing Street y la mayor comprensión del secretario David Lammy sobre los problemas generados por el colonialismo sirvan para promover un ciclo de mayor virtuosismo diplomático entre la Argentina y el Reino Unido.