Democracia o autocracia plutócrata
Las próximas elecciones definen como ninguna otra en democracia, desde 1983, cuál va a ser el rumbo de la argentina. Son cruciales, decisivas. Es la elección entre república democrática o populismo autocrático plutócrata. El regreso de Cristina Kirchner al poder en 2019 fue para concretar el plan inconcluso en 2015. Volvieron recargados para nacionalizar el modelo Santa Cruz.
La jugada de la expresidenta Cristina Kirchner no fue un renunciamiento. Fue la candidata, sólo se corrió y recluyo tácticamente en un lugar simbólico de menor exposición como es el de vicepresidente, evitando que le suceda lo de Carlos Menem en 2003, ir a un ballotage y perderlo.
Alerté a días de asumir que Alberto Fernández, el candidato que la expresidenta eligió para encabezar la fórmula presidencial, era un presidente testimonial, algo así como el Juárez Celman de Cristina Kirchner, que bien podrá convertirse en el futuro en el nuevo Sergio Acevedo, Carlos Sancho o Daniel Peralta, tres gobernadores provinciales designados por los Kirchner, en su provincia de origen Santa Cruz y corridos del poder por ellos mismos.
El 19 de diciembre de 2019 dije en el Parlamento, al tratar la primera ley que envió el oficialismo de “emergencia económica”, que ésta se trataba de una medida exprés, infundada, que perseguía la discrecionalidad para hacerse de los recursos de los argentinos. Habíamos recuperado después de 16 años con el gobierno del presidente Macri las facultades que le son propias al Congreso y habíamos dejado de lado presupuestos ficticios y emergencias discrecionales que hacían que todos los años desde 2002 en adelante el Poder Ejecutivo pudiera disponer de entre el 20% y el 35% de los recursos del presupuesto en un presupuesto paralelo.
Se nos fueron en todos esos años 150.000 millones de dólares a manos de la discrecionalidad. La discrecionalidad y los superpoderes extra constitucionales son la clave de bóveda del poder absoluto de los Kirchner. No saben gobernar sin plata y sin discrecionalidad.
En mi discurso aquella tarde del 19 de diciembre de 2019 di mis advertencias sobre lo que se iba a jugar en el país: “si vamos a poner el poder en las personas o lo vamos a poner en las instituciones, si vamos a tener democracia o autocracia, si el congreso defiende sus atribuciones o pasan a ser una formalidad, si cumplimos la Constitución Nacional o esta es algo que está escrito en el agua, si el gobierno va a poder ser controlado o vuelve la política del poder bruto en la Argentina, y cerraba diciendo “que el poder absoluto es el fracaso de la política porque siempre oprime y conculca derechos y libertades”.
El plan es ir a Santa Cruz. A una autocracia familiar, consanguínea y hereditaria (la de los Kirchner) y a una plutocracia; gobiernos de pocos ricos, poderos e impunes (la oligarquía de los Kirchner, la nueva nomenclatura, secta o elite que concentra el poder hegemónico y se coloca por fuera de la ley).
Este plan requiere tres cuestiones que están en marcha y avanzadas, pero no concretadas y muestran el apuro de la vicepresidenta por concretarlas, para poder hacer realidad su retrotopía de profundizar el pasado.
En primer lugar, el desmembramiento del Poder Judicial y su domesticación y cooptación para que Cristina Kirchner pueda convertirse en la justicia y ser la justicia. En segundo término, reformas electorales que impidan que la disputabilidad del poder y la alternancia sea posible y por último una reforma constitucional para consagrar la autocracia plutócrata garantizando el poder indefinido.
Los Kirchner, y luego Hugo Chávez en Venezuela, quién se kirchnerizó al llegar al poder, desmembraron la justicia y llevaron adelante reformas de la Constitución para desguazar la democracia e instalar su permanencia indefinida en el poder. Néstor Kirchner llegó al poder en Santa Cruz en 1991. Reformó la Constitución provincial dos veces. La primera en 1994 para incorporar la posibilidad de una reelección y la segunda en 1998 cuando instauró la reelección indefinida. Esta última reforma de la Constitución se hizo mediante un plebiscito, es decir de modo inconstitucional, porque se obtuvo mediante un procedimiento que no preveía la propia Constitución. La Constitución para su reforma tiene sus propios resguardos para evitar se la vulnere. Un procedimiento especial (ley que declara la necesidad de la reforma) y una mayoría especial (2/3 de los votos).
Kirchner hizo una reforma inconstitucional. ¿Por qué sucedió esto? Porque se había convertido antes en la Justicia, lo mismo que procura hacer Cristina en el país con la reforma judicial y sus iniciativas conexas y relacionadas en su plan de demolición institucional.
Este antecedente dio lugar luego a aumentar los jueces de la corte provincial de 3 a 5, eyectar de la Procuración a Eduardo Sosa y de ahí en adelante no rendir cuentas de los fondos de Santa Cruz, la obra pública, el apoderamiento de las tierras fiscales donde se levantaron hoteles, el crimen de Mario Hueicha en 1997, que fue más grave que el caso Maria Soledad como crimen aberrante del poder, entre otros tantos crímenes y delitos de un poder son límites, desbordado, omnipotente y omnipresente.
Ese camino recorre Cristina. Ella necesita utilizar excusas para afianzar su control social y la pandemia le ha venido al dedillo. Cristina está desesperada, sabe que su destino, si no concreta su plan, es la cárcel o el exilio.
El gobierno quiere aplazar las elecciones, pero lo que le interesa es poner la elección general a sólo un mes de no realizarlas en 2021. No podemos caer una vez más en las trampas y jugadas sucias de Cristina Kirchner. Ya pasó las sesiones virtuales a las cuales nos opusimos y lo denunciamos porque sabíamos que eran una trampa que buscaba silenciar, acallar e inoperativizar el rol del Parlamento y de la oposición. La experiencia de la virtualidad aprovechada para tener quorum exprés y sacar leyes negativas para la República, sin tener que dar la cara, debatir y pagar costos nos debe dejar enseñanzas claras.
Lo mismo que pasó con la virtualidad pasará con las elecciones. La harán si quieren o cuando quieran y con la idea oficial comunicada por Sergio Massa, de ley de lemas, como en Santa Cruz. No puede haber consentimientos de un fuego amigo que nos lleve a una especie de síndrome de Estocolmo. En democracia se habla, se debate y en democracia se vota. Si no se vota en mi barrio y en el de Aristóteles se llama dictadura. Es la trampa del gobierno para tapar su vacío de poder.
Cristina no dialoga porque no reconoce pares. Creerle es creerle al escorpión que pide ayuda para cruzar el río. No le creo al gobierno que el interés sea el interés en sus ciudadanos y la salud, sino no se hubieran robado las vacunas y habrían privilegiado comprar vacunas, sobre hacer negocios, alianzas ideológicas de política global con la salud de los argentinos y hacer prevalecer cuestiones de poder sobre conseguir vacunas. Se pudo lograr tener millones de vacunas como otros países y se decidió no hacerlo. Creer en la voluntad de diálogo de Cristina es como creer que se puede bautizar a un niño con el diablo.
El país se juega su futuro como nunca en las elecciones de 2021. Cristina necesita el encierro, porque se acostumbraron a gobernar por decreto y sin dar explicaciones, donde lo excepcional es regla y el horizonte permanente es la discrecionalidad de la política fiscal, monetaria e inflacionaria y el derroche del gasto público pudiendo imprimir como si no hubiese mañana.
El modelo que se busca es aquel que estatice la vida social, económica y luego política de los argentinos. Aprendimos muy bien a condenar dictaduras y golpes de estado, pero poco hemos hecho para demandar y exigir al poder en democracia eficacia y cumplimiento de la ley. El futuro viene de la mano de la discusión del Estado que queremos, qué previsiones e inversiones de largo plazo queremos hacer.
Es vital que la sociedad argentina tenga clara conciencia de la situación y de lo que se juega en las elecciones legislativas de 2021. Debemos rescatar y salvar el país. Luego vamos a poder progresar. El progreso es hacer realidad las utopías, decía Oscar Wilde.
Diputado Nacional