Delirante picaresca con humor
Sobre La noche litoral, de Carlos Bernatek
Resignación" se dice a sí mismo el inefable protagonista de La noche litoral, tanto en la primera como en la última página de la novela, en un juego circular que nada tendrá que ver con la fantasía del eterno retorno, sino con su derrotero de fracasos y pequeños placeres robados al prójimo que parece llevarlo siempre al mismo lugar: estar en la lona.
Ovidio Jordiel Balán es un adorable y a la vez abyecto "chantún" de la ciudad de Santa Fe, capaz de robarse la propina que su amante acaba de dejar sobre la mesa. Chapado a la antigua en su forma de vestir y peinarse, si bien aún en la mediana edad, siempre dispuesto a probar suerte con las mujeres más alejadas del modelo de belleza, y en busca permanente de conseguir un mango, Ovidio es el protagonista exclusivo de esta nueva novela de Carlos Bernatek, escritor argentino que ha residido muchos años en Santa Fe y que concreta con notable eficacia el desafío de renovar los códigos de la picaresca, sin caer en el chiste fácil o, peor aún, en la actitud miserable y burlona con su propio personaje.
Sin dudas, el gran hallazgo de La noche litoral (además de su título) es la voz narradora, la voz de ese imposible Ovidio Jordiel Balán que mezcla giros cultos de incomprobable origen ("a fuer de sincero conmigo" o "como si el mismísimo Fausto me soplara al oído"), frases pudorosas o esquivas ("empezó a hacer milagros en mi entrepierna"), con expresiones sexuales explícitas ("yo me veía la poronga en la ducha como quien observa un interrogante") y vulgaridades ingeniosas ("la Gorda, una formoseña sólida como un quebracho, alimentada a locro con bulones"). Ovidio puede sintetizar en imágenes idiosincrasias regionales, como cuando respecto del manguruyú, un pez del río Paraná, observa apelando a vulgarizaciones borgeanas: "Para el santafesino, acostumbrado a ese sabor, resultaba sabroso. Un porteño culorroto lo come y lo vomita. Es que somos una cultura del barro: acá nunca hubo piedras, por eso el pasado se derritió como una vela". Tampoco está exento de cinismo cuando, en vísperas de una estafa a los inundados, cifra "la conciencia culposa del medio pelo", que frente a "la negrada" piensa: "Que nunca tengan poder estos cabezas porque los primeros que cagamos fuego somos nosotros, que no tenemos con qué pagar una seguridad privada que los reviente a tiros".
Cuando este hilvanado de registros se acentúa, el lector comienza a sospechar que su voz es hablada (o escrita) con mucha ironía, sin quitarle, no obstante, vida propia al personaje. Se trata de una primera persona engañosa, intervenida, elevada para que se exprese con más recursos de los que uno esperaría de tal personaje. Esa voz es una síntesis, una confluencia de mundos, como el nombre propio del protagonista: Ovidio, que remite al saber libresco, y Jordiel, nombre de un personaje de radioteatro que escuchaba su madre. También hay algo delirante en la voz narradora, al igual que en el avance de la historia. El lector se lleva la sensación de estar leyendo una literatura de imaginación, aunque muchos rasgos inviten a pensar en el realismo. Lo cierto es que Bernatek logra el inusitado tono de un sainete punk, un costumbrismo delirante, guaso y porno. No hay culto de ningún género en especial, pero sin duda La noche litoral marca una atractiva variación para el sainete y el grotesco del siglo XXI.
Escrita con mucho humor y desentendiéndose tanto de la mojigatería como de la corrección política, Bernatek ofrece con su Ovidio Jordiel Balán un nuevo integrante de la familia del "squenun" y "el que se tira a fiaca", presentes en las Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt, aunque aquí con idiosincrasia novelesca y cadencia santafesina. Una cadencia amalgamada a esa "noche litoral" que "es de liso, de picada de milanesa y charla en los bares, de dejar pasar el tiempo al pedo y burlarse de los ausentes".
LA NOCHE LITORAL
Por Carlos Bernatek
Adriana Hidalgo
245 páginas
$ 212