Del Homo habilis al Homo sostenible
Cómo nuestros hábitos de vida cotidiana pueden potenciar el triple impacto: ambiental, económico y social
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Los humanos gozamos al ver una pintura de Van Gogh; al escuchar a Bach o Mozart. Nos admiramos y servimos de las prestaciones de la Inteligencia Artificial y de la conectividad con otras personas gracias a internet; pero todo eso seguirá dependiendo del modesto hecho de la supervivencia.
Así fue y seguirá siendo. El corazón de la existencia humana late porque nos tocó en el sorteo un planeta en condiciones de permitir la irrupción de ese milagro que llamamos vida.
Teniendo el hogar madre que es la Tierra, entre todas las especies, los humanos necesitamos día a día: comer, vestirnos y protegernos bajo un techo. En economía se las sintetiza bajo el rótulo “necesidades primarias”; aquellas que son indispensables de cubrir porque hacen a la supervivencia.
Esta afirmación se apoya en una evidencia empírica que suma unos 2 millones de años; momento en que se estima que en África irrumpió el Homo habilis. Desde entonces para no extinguirse, la especie humana de sol a sol debió buscar alimento (sólido y líquido), resguardarse del clima (en una cueva) y cubrir su cuerpo (pieles animales). Luego evolucionamos al Homo erectus hace unos 1,8 millones de años, para encontrarnos hace 300 mil años con el Homo neanderthalensis. Finalmente, llegó el Homo sapiens, que es la especie humana de la cual somos herederos directos hace unos 200 mil años.
En nuestra evolución los hijos del homo sapiens hemos sido tan poderosos que logramos en los últimos años generar un cambio en la era geológica, empujando a la Tierra que se encontraba muy cómoda estacionada en el Holoceno hasta llevarla violentamente al cambio que el Premio Nobel Paul Crutzen ha llamado Antropoceno. En menos de 200 años hemos impactado con nuestro modo de vida las condiciones físicas y biológicas que al planeta le costó millones de años construir, provocando el actual cambio climático al punto de poner en riesgo la supervivencia no solo humana sino de gran parte de las especies vivas (animales y vegetales).
Pero, porque es condición humana la lucha por la supervivencia es que no debemos quedarnos en lamentos y lágrimas sino proponer cambios para revertir las crisis. Por ello el desafío es preguntarnos: ¿Qué podemos hacer los humanos, que hemos demostrado ser poco sapiens para cambiar esto?
Por lo pronto, no quedarnos sentados cruzados de brazos mirando a ver si el Estado, gobernantes, lideres empresarios o políticos hacen algo. Olvidémonos. Consideremos suficiente los cambios de gobernanza internacional y su adhesión más o menos real de los gobiernos a ellas: desde el Informe Brundtland en 1987 y la Cumbre de la Tierra en 1992 en adelante. La cooperación internacional y los compromisos que en materia de RS corporativa llevan adelante los ecosistemas empresarios en pos de mejorar los impactos de sus modelos de negocios. Las iniciativas de ONGs certificando procesos y mejoras en los modelos de producción para generar impactos positivos (ambientales, sociales, económicos, gobernanza).
Concentrémonos en nuestras acciones, en la “responsabilidad social individual” en diálogo con la supervivencia. En cambiar la forma en que buscamos satisfacer nuestras necesidades primarias: comer, vestirnos, cobijarnos bajo un techo. Cada una de esas acciones determinan el comportamiento y modelo de negocio de gran parte de las industrias que han puesto su granito de arena para el actual modo de vida (no sostenible).
Las personas informadas y no manipuladas somos los actores de una demanda empoderada en el mercado. El consumidor responsable, empático e inteligente, puede salvar al mundo y contribuir a la deconstrucción de un concepto de progreso y bienestar que nos lleva al colapso.
Entre las fuerzas del mercado es hoy la demanda la que puede torcer el brazo de la oferta. Ya no tendría espacio el “es lo que hay”. Las personas, como consumidores, están demandado cambios para sus vidas impulsados por el desarrollo de una conciencia planetaria y de una ética que se modela sobre valores que pasaron a asentarse en el “me importa”.
Me importa saber lo que como; de donde vienen mis alimentos; si son sanos; si la producción de estos me afecta a mi o a terceros. Por ello, crece la cultura vegana, los hábitos alimenticios sanos, y el mercado toma nota. Por eso, las ciudades se colman de nuevos negocios que antes llamábamos “dietéticas” y que ahora ofrecen todo tipo de alimentos saludables. La sostenibilidad en este y otro rubros demuestra que hacer lo correcto es rentable porque cada vez más personas resignan cantidad por calidad. En materia de alimentos, el etiquetado de productos ha sido un gran acierto porque esa información nos hace reflexionar en como comemos. Cada día más relacionamos comida con salud y no ya solo con placer o la estética.
También la contaminación por producción y consumo descontrolado e irresponsable ha llevado a la industria textil al podio de las más nocivas para el medio ambiente.
Los consumidores también ahora dicen “me importa” la forma en que se producen las prendas que nos visten. Me importa si los residuos textiles contaminan. Me importa si las prendas son baratas porque se confeccionaron explotando mujeres o niños en algún lugar que no podemos ver. Aquí la economía circular se convierte en protagonista y los consumidores y ´productores se unen para un nuevo modelo de negocios: tiendas de segunda mano con marca y buena propuesta comercial crecen en todos los países; el reciclado de prendas y uso de fibras orgánicas son parte de ese cambio.
Pero el Homo sostenible no solo lo es consumiendo, sino también produciendo.
La innovación para la sostenibilidad está siendo liderada por un sin número de emprendedores que crean productos y servicios reduciendo o minimizando los impactos negativos que los modelos de negocios de una economía lineal han generado. Bienes de uso cotidiano: cepillos de dientes, mates, botellas, muebles de todo tipo de madera plástica, etc. No hay hoy industria de bienes de uso que no tenga un número creciente de emprendedores o de empresas ya establecidas que tengan iniciativas que piensen en cómo unir sus procesos y productos con la búsqueda de generar un triple impactos positivos: ambiental, económico y social.
El Homo sostenible decide sus actos con una inteligencia que genera ahorros propios y del Estado; mejora su salud mental y física; genera un impacto positivo en la comunidad y el medio ambiente al desterrar de su cultura acciones que generaban desperdicio o derroche de recursos; gestiona su consumo dentro del hogar minimizando le generación de residuos pudiendo compostar los orgánicos (hoy se venden composteras para departamentos) y clasificando no orgánicos para su reciclado (plásticos, vidrios, papel y cartón). En las empresas se reformulan las inversiones en infraestructura y tecnología sostenible como es buscar ser energéticamente autónomos mediante la generación de energía solar fotovoltaica.
Si se trata de elegir donde vivir o construirse una vivienda, la pandemia reforzó la poco informada influencia de la “biofilia” en los humanos. Los modelos de desarrollos inmobiliarios o las formas de urbanización están en crisis y pueden dirigirse sin darse cuenta -por ahora- a un colapso. Se ha librado la idea de crecimiento natural de las ciudades a las ataduras que impone la maximización de renta en el corto plazo, sin mirar el futuro. Indefectiblemente sin mediar perspectiva del contexto y la fijación de hipótesis sobre posibles escenarios no se advierte que los cambios de los que estamos hablando en los hábitos de vida y la forma en que un nuevo paradigma está dialogando con la sociedad; necesariamente va teniendo y tendrá más en el futuro un impacto en la demanda de un nuevo hábitat.
Es indispensable que se analice el potencial de nuevos desarrollos inmobiliarios sostenibles. La experiencia del barrio Vauban en la ciudad de Friburgo, Alemania, es icónica. Replicarlo como barrios abiertos o cerrados, permitiría crear un hábitat ideal para el Homo sostenible.
Para finalizar debemos enfatizar el hecho que todo aquello que aqui narramos revela que el Homo sostenible productor o consumidor, puede generar desde el cambio de sus hábitos, de su forma de vida, una reformulación del concepto que hasta aquí hemos tenido de las palabras progreso y bienestar. Puede además ser con el cambio de paradigma un sujeto cuyas decisiones impactan directamente en la reducción de costos, generación de ahorro, y agente de innovación y progreso.
Con más PBI o menos PBI las ideas que aportamos aquí tienen una incidencia directa en la producción de bienestar. Si demandamos comida sana, si somos responsables con los productos que consumimos pensando de donde vienen y a donde van; si buscamos integrarnos a la naturaleza al elegirla como lugar donde edificar el hogar de nuestros hijos; veremos como el ser humano deja de ser un objeto más en el mercado para pasar a ser el sujeto que empoderado construye una sociedad mejor.
Abogado, Mg. en Economía Circular, Universidad de Burgos; decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, Universidad del Este