Del Homo Deus al Rey Virus
Hasta hace muy poco, tan solo tres meses atrás, diversos científicos, tecnólogos y escritores contemporáneos aseguraban que gracias a los imparables desarrollos de la ingeniería genética, la inteligencia artificial, la nanotecnología y las neurociencias el hombre derrotaría muy pronto a la muerte. El sueño de encontrar el elixir de la juventud y la vida eternas, plasmado en innumerables leyendas y obras literarias, parecía a punto de hacerse realidad. Pero a diferencia del Fausto de Goethe o el Frankenstein de Mary Shelley que tuvieron un destino trágico, esta vez, merced a las modernas tecnologías, el final sería feliz. Incluso las elucubraciones de Nietzsche sobre el surgimiento de una raza de superhombres capaces de enterrar a Dios y dominar la existencia (que inspiraron a muchos nazis), parecían estar al alcance de la mano. ¿El coronavirus, un microorganismo tan diminuto como letal, habrá dado por tierra con tanta tecno-imaginación?
Yuval Harari es, sin duda, el más aclamado intérprete y también crítico de esta visión tecno-futurista. Sus best-sellers Sapiens, Homo Deus y 21 Lecciones para el Siglo 21, vendieron decenas de millones de copias en todo el mundo y lo convirtieron en un conferencista de elites. En Homo Deus, este historiador israelí doctorado en Oxford, anunció: "…en la aurora del tercer milenio, la humanidad despierta a una realización sorprendente. La mayoría de la gente raramente piensa en esto, pero en las últimas décadas hemos logrado controlar el hambre, la plaga y la guerra". La obra de Harari describe, con extensa documentación y bibliografía, cómo estas tres calamidades asediaron a todas las civilizaciones y culturas desde la época de los egipcios hasta fines del siglo pasado. Y si bien no han desaparecido por completo, el historiador señalaba que "ahora son desafíos manejables". ¿Seguirá pensando lo mismo?
Al leer Homo Deus, que significa Hombre Dios, lo más inquietante para mí fue la afirmación de que "al haber alcanzado niveles sin precedentes de prosperidad, salud y armonía" la prioridad en el siglo XXI "en la agenda de la humanidad sería superar la vejez y la muerte misma". "Uprgrade humans (mejorar o actualizar a los humanos)", escribió Harari, como si fuéramos un software, "transformando al Homo sapiens en Homo deus".
Justamente, De animales a dioses, es el ingenioso subtítulo de Sapiens, el libro que lo lanzó a la fama. Allí se perfila nuestro salto evolutivo de animales biológicos y mortales a dioses, es decir, seres tecnológicos e inmortales. Harari sostiene que para la ciencia y la cultura modernas "la muerte ya no es un misterio metafísico sino un problema técnico que puede y debe ser superado".
Asistí a una de sus conferencias en 2016, en Punta Tech, un encuentro internacional de emprendedores tecnológicos que tiene lugar todos los años en Uruguay. Quedé perturbada por su descripción del futuro cercano. Dijo que en este siglo "se abrirá una brecha insalvable" entre las personas, clases sociales y naciones que puedan financiar "el upgrading, la mejora, de sus cerebros, cuerpos y mentes a través de la ingeniería genética y la inteligencia artificial y las que no puedan hacerlo". Afirmó que "el ideal de igualdad que caracterizó a las sociedades del siglo XX, tanto capitalistas como comunistas, desaparecerá". Frente a los bebes diseñados en laboratorios y los hombres y mujeres mejorados tecnológicamente, la mayoría de los humanos meramente biológicos y atrasados serían "useless", dijo, inútiles. Y descartables, pensé.
Esa noche comprendí que sus palabras tenían espeluznantes resonancias del universo distópico imaginado hace un siglo por Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz. También remitían a la eugenesia y los delirios de Hitler y los nazis de crear una raza de superhombres. Si bien Harari señala en sus libros que él no hace predicciones, sino que estudia y descifra las tendencias globales, y últimamente ha enfatizado sus advertencias, hay tecnólogos influyentes como Ray Kurzweil, autor del libro La Singularidad está cerca. Cuando los humanos trascendamos nuestra biología, que promueven esta posibilidad. Este inventor afirma que en menos de 30 años asistiremos a "la singularidad", es decir, al momento en que ya no podremos distinguir la frontera entre el ser humano y la máquina, entre la realidad física y la virtual. "La mortalidad estará en nuestras manos", escribió. "Podremos vivir cuando queramos". Quien escribe no es un freak marginal, es el director de ingeniería de Google y cofundador junto a esa empresa de Singularity University, un famoso centro de formación futurista ubicado en un predio de la NASA en Mountain View, en Silicon Valley, que atrae a miles de CEOs, emprendedores y dirigentes de todo el mundo. Allí se realizan inmersiones totales de una semana para conocer las tecnologías más disruptivas. En su libro La cuarta revolución industrial, Klaus Schwab, el influyente fundador del Foro de Davos, se hace eco de este posible devenir cientificista y advierte sobre sus riesgos.
En California es donde más se expandió el llamado movimiento transhumanista, nacido hace casi un siglo, al que pertenecen Kurzweil y otros científicos importantes como Marvin Mink, uno de los padres de la inteligencia artificial. Sus seguidores esperan que las tecnologías permitan a los humanos aumentar sus capacidades e ingresar en un futuro post-humano.
El politólogo Francis Fukuyama, director de uno de los centros de pensamiento más reconocidos de la Universidad de Standford (que ha escrito muchas obras además de su célebre y polémico ensayo El fin de la Historia), alertó en 2003 en su libro Nuestro futuro-post humano, que si no se regula a nivel global la ingeniería genética, la inteligencia artificial y la biotecnología (como regulamos, por ejemplo, la energía nuclear y las armas químicas), la humanidad correrá el riesgo de perder aquello inasible, misterioso y valioso que nos hace humanos.
¿Qué es eso?, se pregunta Fukuyama. Nosotros deberíamos aprovechar esta cuarentena para hacer lo mismo.
En momentos en que la humanidad está en peligro y se siente vulnerable, han renacido el amor, la compasión, la solidaridad, el cuidado, la humildad, el respeto al prójimo y el espíritu de sacrificio en todo el planeta. Estas son las cualidades más nobles que tenemos los humanos en nuestra mente, alma o corazón, como queramos llamarlo es indistinto. Son los valores espirituales fundamentales que sustentan la labor ciclópea de médicos, enfermeras y gobernantes. Sin ellos no hay salida eficaz. Nuestra cooperación es esencial. Estas virtudes, por otra parte, son leyes espirituales que, de acuerdo a todas las religiones, rigen el destino del hombre; así como las leyes de la física rigen el Universo. Con nuestra inteligencia podemos descifrarlas, pero no nos está permitido violarlas.
Paradójicamente, el coronavirus, este Rey Virus minúsculo e invisible, nos ha obligado a parar y hacer una suerte de retiro global, cada uno en su casa. En poco tiempo la naturaleza degradada y depredada por nuestros sistemas de consumo y producción está regenerándose, mostrándonos la urgencia de lo que debemos hacer. Por otra parte, este maligno Rey Virus nos está enseñando que no somos dioses omnipotentes. Somos seres frágiles y humildes que solo cuando nos ayudamos los unos a los otros y usamos nuestra inteligencia colectiva para el bien común, logramos sobrevivir y evolucionar. La ciencia y la tecnología son grandes herramientas que los humanos hemos creado para servirnos, a nosotros y a la naturaleza, no para reemplazarnos.
Periodista, coautora de Argentina Innovadora y miembro del Club Político Argentino