Debemos pensar en el otro
Ya no queda originalidad en las distintas posiciones, miradas e ideologías expuestas en el debate sobre el aborto. Ante el desencuentro de miradas comunes, creo que nuestra falencia principal está en la forma en la que debatimos. Creo que aún no hemos perdido la oportunidad de encontrarnos en las formas, más allá de las discrepancias que tengamos en el fondo de las cuestiones. Con humildad y autocrítica pretendo brindar una mirada personal y constructiva, que nos ayude a descubrirnos en el respeto y la tolerancia para abordar el desafío de acordar como una sociedad donde la unión es más importante que las posiciones propias. Podemos validar nuestras posiciones, pero nada puede invalidar el punto de vista del que piensa, cree o siente distinto. Este es un debate que va más allá del aborto, es un debate respecto de qué sociedad y qué Estado queremos.
Para la creación de una sociedad desarrollada en valores de concordia y convivencia hay premisas tan fundamentales como simples. ¿Qué es lo más importante? La vida. ¿Cuál es el mayor privilegio? La libertad. ¿Cuál es el mayor desafío? La tolerancia. ¿Cuál es la mayor necesidad? El respeto. ¿Cuál es la mejor lucha social? Por los vulnerables, los débiles, los indefensos, los que más sufren, los postergados. ¿Quiénes llevan las mejores luchas? Los que poseen ideales y corazones nobles. La nobleza de entregarse a la lucha por los marginados, y normalmente los marginados no se ven, o se los oculta, se los niega o simplemente se los hace inexistentes. La nobleza de ver la vida propia en donde está la vida ajena.
Me opongo a este proyecto de ley porque no encuentro ninguna visión que ennoblezca la vida, que la defienda, que prevenga los males, que resuelva los problemas existentes y que logre la unidad de nuestra sociedad. Es un proyecto de ley disolvente en sí mismo. Un proyecto que no soluciona ningún problema social, sino que resuelve expectativas individuales. Debatimos un proyecto que privilegia la libertad sobre la vida y la individualidad sobre la sociedad, por eso me opongo.
Vivimos en una sociedad en la que la opinión del otro es despreciada muchas veces. Estamos en un país donde el "River-Boca" prevalece ante los mejores ideales y virtudes existentes, donde justificamos la propia existencia en la inexistencia del otro. Todos debemos asumir la responsabilidad de trabajar para la construcción del puente entre ambos. No necesitamos levantar la voz, ni fruncir el ceño, ni levantar el puño para tener razón. Vivimos de y sobre los antagonismos, una sociedad en la que el "si no estás conmigo, estás contra mí" reina. La Argentina está cruzada por la violencia, y de este cuadro no está excluido el debate sobre el aborto. Alcanza con mirar la calle: la lucha de los pañuelos verdes y celestes no es una batalla respetuosa y tranquila. Solo hay que ver ese vacío camino del medio en la Plaza del Congreso para que las posiciones pro y antiaborto no se enfrenten ni lleguen a la agresión física.
En la Argentina, tenemos un problema más profundo que este debate, que es cómo damos todos los debates. Generalmente, nos anclamos en posiciones irreductibles, nos ponemos la camiseta de nuestro partido, de nuestra organización, de nuestro gremio, arriba de la de la Argentina, y entonces nos olvidamos del proyecto común, nos olvidamos de la necesidad de construir una Argentina unida. Una nación que, entendiendo su diversidad y complejidad, pueda construir objetivos comunes, un proyecto común con ideas que nacen de uno y se enriquecen en el otro. Esa es la única manera de superar la grieta. Grieta que puede cambiar de nombre y circunstancia en el tiempo, pero que tiene una sola consecuencia: deteriora la confianza de un argentino en otro argentino, deteriora nuestro capital social, el capital fundamental para salir de la pobreza estructural. Grieta a la que no estamos condenados, pero debemos reconocer.
La verdadera pobreza argentina es la falta de puentes, de puntos de encuentro. Es el individualismo primando sobre el sentido social. El olvido del otro al enfrascarnos en debates breves, sin profundidad, que buscan soluciones rápidas a los problemas. Perdiendo de vista el objetivo que prima en la construcción de una nación: la unión de sus ciudadanos. Unión que es el fruto de debates profundos dados con tolerancia y autocrítica que permitan encontrar objetivos comunes, por encima de esa grieta, y construyendo el proyecto común: una Argentina grande.
Es pública mi posición en contra del aborto, ha sido siempre pública, la he expresado en campaña y fuera de ella, pero sinceramente no me ocupé de evitar que las mujeres abortaran clandestinamente o en trabajar para acompañar a esas mujeres y a las organizaciones que hoy lo hacen (y merecen mi mayor admiración por su silencioso trabajo de años) o en fomentar políticas que previnieran la situación. Vi el problema, lo conocí, y no me detuve, que es a lo que me interpela este debate hoy. No podemos tomar una posición de convicción sin una acción concreta. Este es mi cambio: sumarle a mi convicción una ocupación humana y más aún legislativa.
Si toda la energía que hoy ponemos en manifestaciones, marchas y encuentros masivos, o en escribir cartas a favor y en contra, la hubiésemos puesto en prevenir embarazos no deseados y en acompañar a la mujer que enfrenta esa situación, seguramente no estaríamos en medio de este debate. Cuando decimos que hay que privilegiar la vida, es bueno graficarlo con un ejemplo: las muertes en las rutas debemos evitarlas realizando una amplia tarea de educación vial, de mejora de infraestructura, no poniendo más ambulancias al costado del camino. Atendiendo la causa del problema, no su consecuencia. Con el embarazo no deseado pasa lo mismo: la solución es la educación desde los colegios a la sociedad toda, para evitar la dramática situación de una mujer que está en conflicto con su embarazo. Y cuando está en esa situación acompañarla, contenerla, pero sobre todo comprenderla. Comprender, como he comprendido gracias a conversar con mujeres que han abortado y otras que no, que lo más importante fue no sentirse sola y abandonada, sino acompañada y contenida. De eso se trata, finalmente, de dejar de lado el individualismo, el egoísmo y la soberbia para construir una sociedad diferente.
Los que tenemos posiciones de responsabilidad tenemos una tarea mayor, más difícil y compleja: salir de nuestra comodidad, de los grupos que nos regalan el sí fácil para construir los pilotes del puente hacia la otra orilla. Exponernos a la crítica de los propios, que es la que más duele, pero sabiendo que del otro lado de la grieta también hay propios. Son argentinos como nosotros. Solo que piensan diferente. Simplemente eso. Como dirigentes debemos primero construir los pilotes y luego tender los puentes hacia la otra orilla. Puentes construidos sobre lo mejor de nosotros, para no caer en lo peor de nosotros, puentes que estén por encima de la grieta, puentes que nos unan.
No siempre habrá consenso y acuerdo. A veces, y eso es lo maravilloso de la democracia, debemos zanjar nuestras diferencias con el peso de la mayoría. Y este es un caso. No vamos a acordar con aquellos que creen que una vida vale más que otra. Y no por motivos religiosos, Hipócrates (en el año 400 a.C.) lo incluyó en su juramento original. Más acá, y como ya se ha mencionado, el presidente uruguayo Tabaré Vázquez vetó la primera ley de aborto en Uruguay siendo ateo. No, el desacuerdo es moral.
Pero ese desacuerdo moral no debería ser base para la confrontación y la descalificación, sino más bien una razón para el respeto y la tolerancia. Si podemos acordar que el aborto es una decisión extrema, dramática, y por ello debería evitarse con toda la fuerza de la sociedad entonces hagamos una buena ley, ya que mejorar lo malo es empeorar lo peor. Creo firmemente que este proyecto de ley no soluciona nada, "engendra" más problemas, menos tolerancia y más disolución ética y social en nuestro país. Propongo que trabajemos una nueva ley, que obviamente no incluya la legalización del aborto, sino que se legisle sobre la prevención, el uso de preservativos, la educación sexual, el acompañamiento de las mujeres en conflicto con su embarazo o el embarazo no deseado. Trabajemos cuidando el privilegio de la vida, de la mujer y de la persona por nacer. Todo lo demás puede ser importante, pero no cambia lo esencial. No perdamos la oportunidad. Trabajemos por una sociedad más tolerante, solidaria y unida. Trabajemos por una unión mayor. Trabajemos juntos por una Argentina mejor.
Senador nacional de Cambiemos