Debate: qué miran los espectadores
En las próximas semanas podremos observar dos debates, de formato similar pero con diferentes temáticas, que nos permitirán observar el desempeño de los 6 candidatos presidenciales. Ante ello surgen inmediatamente, por lo menos, cuatro preguntas.
La primera es concerniente a su impacto sobre las tendencias electorales. Es un larga polémica sin respuesta contundente la referida a sí quien gana un debate gana también la elección, o sí por lo menos mueve votos a su favor.
La segunda de las preguntas está referida a cuánta expectativa generan los debates presidenciales, cuánto interés tienen los electores en sentarse durante algo más de dos horas frente al televisor a ver que sucede.
La tercera, es qué dicen que esperan los electores de un debate y la cuarta y quizás la más importante es que miran en realidad.
Lo primero que debemos saber es que el desarrollo de las neurociencias nos permite comprender cómo funciona el cerebro humano y sabemos que el 98% del pensamiento es inconsciente. Hoy hay suficiente casuística para concluir que el elector percibe en 7 segundos si alguien miente o dice la verdad y si alguien le agrada o le desagrada. En 7 segundos puede decidir quién le resulta más confiable, apenas el dirigente aparece en la escena. En el espectáculo televisivo lo más importante es la percepción, el impacto sobre las emociones. Como dice George Lakoff, "la razón se manifiesta de dos maneras, pensamos con nuestros cerebros y el pensamiento está basado en nuestro sistema sensorial motor. La razón precisa de la emoción". Así que los que piensen que vencerá quien tenga la mejor plataforma electoral y sea claro en su recitado se encontrarán con el problema de que el aparato sensorial será un filtro para el recitado de razones.
La famosa transpiración de Richard Nixon perdiendo el debate frente a un John F. Kennedy maquillado, no es más que la simplificación de lo que vio el televidente, un candidato seguro y firme frente a alguien inseguro que no podía transmitir sus ideas.
El otro elemento que tenemos que tener en cuenta es que muchos de quienes mirarán el debate ya tienen su voto definido; a esos nada les cambiará. Tenemos que centrarnos entonces en los que hoy están inseguros de su voto, aquellos que pueden cambiarlo. Estos son básicamente votantes de terceras fuerzas que hoy dudan entre reafirmar su voto o decidirse a cambiar por alguna de las fuerzas mayoritarias. Y estos quizás sean los más interesados en ver el debate.
¿Qué es lo que éstos están pensando, qué es lo que están esperando? Básicamente que no suceda lo que temen: una pelea de gallos, de gritos y enfrentamiento entre dirigentes, llena de promesas incumplibles. Así que esperan todo lo contrario. Sinceridad y aplomo. Propuestas concretas y un cómo se harán las cosas, cómo se las concreta. Sabemos que esto es muy difícil que suceda pero todo tiene un punto medio. Es que el debate de Macri-Scioli dejó una amarga sensación, de un Presidente que no pudo cumplir ninguna de sus promesas y esa experiencia condiciona este debate. Llena al elector de temores y prejuicios. El que sobrepromete pierde, no será escuchado.
El debate impactará básicamente sobre quienes no tienen aún su voto decidido pero también sabemos que los debates no cambian tendencias electorales, excepto que éstas estén empatadas. George W. Bush venció a Al Gore en el debate y apenas pudo desequilibrar con el voto popular. Donald Trump vencio a Hillary Clinton en el debate pero eso no se trasladó al voto popular. El actual presidente de Estados Unidos venció por el voto de los Estados.
Lo que sí aparece en los debates es la personalidad de los candidatos, el si saben o no del tema del que hablan, si son sinceros. Proyecta su personalidad ejecutiva. Es posible imaginar como serán al mando del Estado. Ademas, lo que dicen los candidatos en un debate es lo que vienen diciendo en la campaña; agregaran algún detalle pero la línea argumental básica es la misma.
Nuestra historia ha sido más rica en debates entre candidatos a gobernadores, a jefes de Gobierno porteño y a diputados que a Presidentes. Carlos Menem no concurrió al debate con Eduardo Angeloz y ganó. Daniel Scioli no concurrió a la primera ronda de debates y perdió, pero Sergio Massa -que sí concurrió- logró una muy buena performance en la primera vuelta. En el debate entre Aníbal Ibarra y Domingo Cavallo por la jefatura de Gobierno de la Capital, el exMinistro de Economía, a priori, era el más preparado para un cargo ejecutivo; sin embargo, Ibarra demostró que el que conocía lo que pasaba en la ciudad era él y no Cavallo, y obtuvo 50% de votos. Claro que las encuestas previas anticipaban este resultado. El debate fue una ratificación de las tendencias electorales. Hasta ahora las encuestas conocidas al día de hoy dicen que el Frente de Todos, como mímimo, mantiene la ventaja obtenida en las Paso
Tensión electoral
Este debate, a su vez, tiene la particularidad de que si bien la tensión electoral está sobre Alberto Fernández y Mauricio Macri, al dispersarse la cámara sobre 6 candidatos, están obligados a esmerarse y sortear los obstáculos que les pondrán los otros.
Si bien el debate sucederá en un día determinado, durante la semana siguiente aún quienes no lo hayan visto recibirán vía portales, programas televisivos y redes sociales comentarios y tramos editados de momentos que ensalcen o incomoden a los protagonistas. Así que los efectos de lo que acontezca el 13 prepararán durante toda la semana el clima para el debate del 20.
¿Qué aspectos gestuales evalúan los espectadores? Todo. Desde el caminar al escenario, el modo de pararse, los gestos de la cara y las manos y, por supuesto qué se dice y cómo se dicen las cosas. Es posible construir indicadores que nos permitan deducir la performance de candidatos en un debate.
Allí aparecen como elementos a ser observados, entre otros, el desenvolvimiento en cámara, aspectos relacionados con los objetivos que tenía el dirigente en su presentación, con la efectividad de su mensaje, con la apariencia, la postura y la expresividad y su tono. También la modalidad al hablar, el modo de expresarse.
Desglosamos aquí algunos de ellos: ¿El candidato logró lo que necesitaba hacer/cumplió sus objetivos? ¿El candidato controló el debate, mantuvo la iniciativa? ¿El candidato logró sacar lo mejor de las confrontaciones o intercambios con otros candidatos? ¿El candidato contestó correctamente/efectivamente las preguntas? ¿Tenía manejo adecuado de los temas, los conocía? ¿Completó las frases? ¿Cumplió los tiempos? ¿Cómo fueron su apertura y cierre? ¿Qué estado de ánimo expresó? ¿Se entendió lo que decía? ¿Su vestimenta era apropiada, qué transmitía? ¿Su postura cómo era? ¿Cómo eran sus expresiones, sus gestos faciales? ¿Su contacto visual era apropiado?
Con estos elementos y algunos más es posible armar una tabla de puntajes para realizar una evaluación final. Dejamos ese ejercicio para la próxima semana.