Paisajes y accidentesdel alma
Nuevo rescate de Horacio Quiroga; un poeta inédito y una mirada al mundo natural sin concesiones bucólicas
Un nuevo sello llega a las librerías. El lanzamiento de la editorial Bärenhaus -que se presenta como un espacio "para que cada autor difunda su obra"- se produjo con Relato de un calvario, de Paul Barros, El sol de las soledades, de Tinco Andrada, y una reimpresión siempre bienvenida: Cuentos de amor, de locura y de muerte, y Cuentos de la selva, ambos de Horacio Quiroga, reunidos en un mismo volumen.
De la intemperie luminosa y hostil a la penumbra protectora de la intimidad, la editorial de la Universidad Nacional de Entre Ríos (Eduner), pone en circulación dos hallazgos: En la naturaleza, recopilación de artículos de la escritora francesa Marie Colmont (1895-1938), traducidos por Juan L. Ortiz, y Tiempos Signos Lugares, poemas del académico Adolfo Prieto, que permanecían inéditos.
¿Qué impulsó a Juan L. a traducir los textos de Colmont? Según Sergio Delgado, autor de presentación del libro, un principio sencillo: el poeta entrerriano pensaba que es "imposible comprender la literatura considerando únicamente la suerte de sus ?estrellas'". Marie Colmont, militante socialista y autora de numerosos relatos para niños, se había propuesto reunir los artículos que integran este libro -originalmente publicados en el semanario Vendredi- en un solo volumen, pero no lo logró: murió de tuberculosis el 6 de diciembre de 1938, a los 43 años. El trabajo se editó en forma póstuma y Juan L. Ortiz, que seguía los escritos de Colmont, comenzó a traducirlos para El Diario de Paraná, donde colaboraba, bajo la rúbrica "En la naturaleza". Un bello texto sobre el alba abre las páginas publicadas por Eduner. En él, contra todo arrebato bucólico, reflexiona Colmont: "Cuando te hablan de la belleza del alba puedes reírte: el alba no es bella sino cuando se hace día, rosa y dorado; ella es gris, desaseada, manchada de claridad y de sombra, como un Pierrot todo sucio de vicios con la boca amarga. Ninguna cosa de la tierra ha tomado todavía su relieve y su color; es el negro fijado sobre la grisalla mal desleída del cielo".
El secreto de Adolfo Prieto salió a la luz casi por casualidad: durante una entrevista realizada el día en que cumplía 85 años, confesó que escribía poesía desde los 15. Pocos poemas se salvaron de su autoexigencia feroz pero, gracias a Nora Avaro, autora de aquella entrevista, los que sobrevivieron integran Tiempos Signos Lugares.
En el prólogo, Avaro repasa la trayectoria docente de Prieto, que lo llevó de su San Juan natal a los Estados Unidos, donde vivió dieciocho años. Las marcas de ese periplo jalonan los poemas. Su erudición y su sentido del humor, también. Tal es el caso de del poema "Aguja de Navegar Críticos", satírica y risueña mirada al oficio de crítico: "Polisemia dirás y diferencia,/ paradigma, poética, escritura,/ estrategia, discurso, competencia,/ narratólogo, código y figura.// Jurarás por el signo y la secuencia,/ el ícono, el espacio, la lectura,/ el travesti gestual, la pertenencia,/ el modelo, la escena, la ruptura.// El texto librarás del referente,/ y ni bueno, ni malo ni excelente/ dirás del translingüístico aparato:// permuta, recepciona, deconstruye,/ disemina, pulsiona, distribuye,/ ponle un gráfico y marca su contrato".