De Trump a Aníbal Fernández, el poder contra la democracia
Las faltas de respeto y de responsabilidad, la mentira y la división social pueden destruir la base de la democracia, que se asienta en el respeto y la buena fe para razonar junto al otro en busca del bien común
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Hace unos días, en Portugal, me tocó hablar sobre los contenidos de la comunicación en la política democrática del futuro. Hay una preocupación global por la comunicación basada en el miedo, que busca la polarización extrema de la sociedad demonizando al adversario, porque puede terminar con la democracia. La amenaza del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, al humorista Nik trae, dramáticamente, el debate a nuestro país.
La política tiene un aspecto de lucha por el poder y un aspecto de gobierno para todos y lo que hay que comunicar en ambos casos puede ser contradictorio. En la cumbre sobre el futuro de la política, organizada por la Advanced Leadership Foundation, me detuve a observar que el objetivo de la lucha por el poder es la dominación, mientras que los objetivos de los gobiernos deben ser la convivencia en paz y la prosperidad de la comunidad. La democracia es el gobierno por medio de la deliberación pública y se basa en la comunicación, pero no se pueden lograr los objetivos de convivencia y prosperidad si se comunica para la dominación a cómo dé lugar. Los populistas –no importa si de izquierda o de derecha–, que entregan el futuro de la comunidad para aumentar su propio poder en el presente, son buenos para lograr la dominación, pero resultan muy caros para sus pueblos en el largo plazo. Sobran ejemplos, también entre nosotros.
Ambos aspectos de la política requieren comunicaciones diferentes, porque no es lo mismo pelearse con otro para ganar una posición, que trabajar por el bien común. Por eso es muy peligroso cuando los profesionales del poder se separan de los votantes y abandonan su deber de ser profesionales del bien común. Los profesionales del poder y los del bien común son animales diferentes, como todos sabemos.
Si para algunos profesionales del poder conseguirlo justifica todo, mentir, robar, engañar, sobornar, extorsionar, amenazar o eventualmente algo peor, lo que se hace y lo que se comunica en esa lucha puede y a veces suele incluir todas esas cosas, lo cual es dramático. Por suerte, con la revolución digital de la política, dos cosas limitan a los abusadores: que todos los habitantes pueden participar del debate (especialmente por las redes sociales) y que todo se ve. Lo interesante es que uno es lo que hace. Y lo que sos, al final se ve.
Los que buscan dominar más que construir convivencia en paz y prosperidad acuden al atajo de la falta de respeto, de no asumir responsabilidades (echarles la culpa a otros) y de polarizar las sociedades usando los miedos y dividiendo a la comunidad entre los buenos (ellos) y los malos (los demás). Todas esas cosas, falta de respeto, falta de responsabilidad, mentira, división social, pueden destruir la base de la democracia, que se asienta en el respeto y la buena fe para razonar junto al otro en busca del bien común. Los valores de ambas miradas son antagónicos. Por eso, si en una democracia se abusa de lo primero, se puede destruir lo segundo, como se vio en la toma del Capitolio tras la derrota de Trump.
En el caso de Aníbal Fernández y Nik, no se usó el miedo para polarizar, sino para paralizar a los disidentes (que son parte del pueblo al que todo político debe representar) y para ello se acudió a involucrar a la familia del periodista. Eso, viniendo de un ministro de la democracia, sin dudas es mucho peor.
Los autoritarios se pierden la adaptabilidad a los cambios, la innovación y la creatividad de los pueblos que se organizan respetando la libertad. Para mantener una convivencia en paz y generar prosperidad en democracia es necesario cuidar, cuidar siempre, cuidar afanosamente, las instituciones. Ellas son las que nos garantizan el largo plazo, las que nos generan confianza en un futuro siempre incierto, las que nos permiten invertir para generar trabajo y las que construyen el puente entre la lucha por el poder y el bien común. Se puede luchar, pero dentro de las instituciones y la ley.
En la campaña electoral de estos días se ven los hilos de los titiriteros haciendo todos los trucos de los que buscan su poder: demonización del adversario (Aníbal Fernández también insultó al expresidente Macri…, y a su madre); abusos de poder como el del que fue víctima Nik o como la impresión de billetes a morir, que mañana pagarán los más pobres con inflación; luego del cierre de escuelas, regalos de viajes de egresados; jueces apresurados, tomas de tierras, persecución de comerciantes y cierres de exportaciones.
No hay camino de salida de la hipercrisis que se está generando sin construir confianza, comunicando y mostrando respeto por las instituciones, la propiedad, la libertad de los ciudadanos y el estado de derecho.
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Expresidente provisional del Senado