De pronto, algunos resquicios de libertad en Cuba
Para los gobiernos autoritarios, la libertad de expresión es siempre un incómodo escollo. Para los totalitarios, como es el de Cuba, mucho más aún. Porque cuando esa libertad existe -y es efectiva- la gente es consciente de todo lo que ocurre en el mundo, los errores de gobierno quedan siempre a la vista y la impunidad frente a los actos discrecionales o de corrupción de las autoridades o ante sus medidas y conductas arbitrarias resulta difícil. Por esto esos gobiernos tratan siempre de eliminarla. O, por lo menos, de cercenarla lo más severamente posible. Lo cierto es que cuando esa libertad absolutamente esencial desaparece, de inmediato todas las demás peligran gravemente.
También por ello esos tipos de gobiernos estructuran, cada vez más, enormes multimedios de propiedad del Estado (o controlados o alimentados por él con dineros públicos) destinados a aplaudir solícitamente todo cuanto hacen. Bien o mal. Así mantienen a sus ciudadanos bajo un uso selectivo y caprichoso de la información, lavan sus cerebros, atacan y descalifican gratuitamente a la oposición, disimulan y ahogan las críticas e instalan el conocido discurso único.
En Cuba, después de la reciente visita del Papa Benedicto XVI parecen haberse abierto algunos pequeños resquicios a través de los cuales la libertad de expresión y de información comienza a aparecer muy tímidamente en la isla, aunque rodeada ciertamente de una enorme fragilidad. Por el momento, ellos parecerían estar siendo tolerados por las autoridades locales.
El primero de ellos tiene que ver con el milagro de la telefonía móvil, muy sensible en un país en el que realmente muy pocos pueden acceder a la Internet. Ocurre que, en líneas generales, Internet en Cuba es manejada de cerca por el gobierno, que omnipotentemente decide quiénes pueden -o no- acceder a ella. Por eso tan sólo unos 450.000 cubanos pueden operar a través de Internet. Hablamos obviamente de un porcentaje ínfimo de la población total del país. Por lo demás, el costo de acceder a Internet es simplemente prohibitivo: nada menos que seis dólares la media hora. En un país en el que los asalariados ganan unos 20 dólares al mes, esta restricción es pesadísima.
La información sobre Cuba comienza a fluir sin que las mordazas y restricciones del régimen puedan evitarlo
La telefonía celular es, en cambio, otra realidad. Diferente. Bastante más accesible. En Cuba, recordemos, los celulares estuvieron prohibidos hasta el 2008. No obstante, ahora más de un millón de cubanos los usan. A lo que cabe agregar que el número de usuarios de la telefonía celular parece crecer vertiginosamente.
Con los celulares, como en el resto del mundo, se pueden mandar mensajes desde Cuba, aunque al costo de un dólar por mensaje y dos dólares y medio para los videos. Para los ciudadanos cubanos, esto es casi imposible de sufragar. Pero sucede que desde el exterior se pueden prepagar minutos para que los cubanos puedan tuitear desde sus propios teléfonos y que "Cubacel" acepta esos pre-pagos. Para los familiares o amigos de los residentes en Cuba que viven en el exterior, este es un mecanismo que está disponible, a través del cual la información sobre Cuba comienza a fluir sin que las mordazas del régimen puedan evitarlo.
El segundo resquicio aparece en las páginas de algunas de las publicaciones de la Iglesia Católica, que ahora se animan a difundir información que ciertamente difiere del discurso oficial, ofreciendo a sus lectores una perspectiva algo diferente del mundo. Por ejemplo, para al gobierno cubano (a través del diario Granma ) Gadhafi no era un bandido, sino un héroe. En cambio, para el periódico vinculado a la Iglesia Católica, "Espacio Laical", que imprime unos 4500 ejemplares por mes y además se publica electrónicamente, Gadhafi fue un tirano. Así se lo calificó en un editorial reciente. Lo que es bien distinto.
En Cuba, los celulares estuvieron prohibidos hasta el 2008. No obstante, ahora más de un millón de cubanos los usan
"Espacio Laical" publica esencialmente noticias y artículos religiosos. Pero también ensayos, algunos de los cuales contienen el punto de vista y hasta la firma de los funcionarios del gobierno. No obstante, ha comenzado a incluir asimismo editoriales con comentarios con matices distintos, según queda visto. De alguna manera, el medio está abriendo el espacio del diálogo en un país habituado a tener que escuchar pacientemente un largo y repetido monólogo.
Cuba -que fuera oficialmente una nación atea hasta 1992- ahora parecería permitir que por lo menos algunas de este tipo particular de publicaciones estrechamente vinculadas a la Iglesia Católica puedan incursionar -aunque tangencialmente- en temas que no necesariamente son de contenido puramente espiritual. Todo un cambio, pese a la prudencia con el que naturalmente está siendo manejado por los editores de las publicaciones referidas, que deben hacer un equilibrio complicado para no ahogar el todavía estrecho espacio de libertad que parecería haberse abierto.
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