De la pandemia salimos trabajando
Una pregunta persistente inquieta a los argentinos y argentinas; circula en las conversaciones, cargada de preocupación: ¿Cómo salimos de esta situación?
La sociedad ha acatado mayoritariamente, las medidas sanitarias. Existe consciencia del escenario delicado y del aporte que cada uno puede hacer. Lo mismo puede decirse de los actores institucionales. Más allá de algunas observaciones legitimas, no hay discusión sobre la gravedad del asunto y la necesidad de colaboración.
Sin embargo, es inevitable que todos y todas volvamos sobre aquella pregunta. Como un fugitivo de mil laberintos, nosotros que hemos transitado el autoritarismo, la inflación pertinaz, las rupturas de contratos, los vaivenes de los precios internacionales, los zigzagueos de los desacuerdos políticos, hoy nos enfrentamos a un desafío nuevo. Los argentinos estamos más acostumbrados a sobrevivir las crisis que a aprender de ellas. Nuestra historia reciente parece más un ejercicio de tozudez que de creatividad. Pero ahora corresponde cambiar.
Cuando el fenómeno sanitario este controlado el país quedará frente a sus limitaciones, sin crédito público y con empresas exhaustas, con regulaciones propias de otro contexto, con un marco fiscal asfixiante e irracional, con una enorme incertidumbre por las derivaciones económicas de los cambios de hábito que la pandemia impuso, y con muchos ciudadanos dependiendo de la ayuda estatal.
Pero aún en ese momento, expuestas dolorosamente las consecuencias de nuestros desencuentros del pasado, tenemos una fuerza que no solo podría sacarnos del pantano, sino que nos permitirá recuperar la perspectiva de futuro. Seguimos teniendo nuestra voluntad y nuestro talento, que puede expresarse en miles de forma de trabajo.
Argentina ha sido un país donde por décadas el trabajo, y una educación pública de calidad, fueron sinónimo de progreso social. El esfuerzo de las generaciones pasadas no fue vano, dio lugar a una de las sociedades más igualitarias del continente. Luego no acertamos en las adecuaciones que debimos hacer frente a un mundo cambiante, pero ya no vale llorar, y lo importante es recuperar el sentido moral de una economía que genere oportunidades.
Por eso, la premisa excluyente del futuro inmediato argentino es crear trabajo, lograr que más y más personas aporten a procesos productivos, en el sentido más amplio del término. Es bueno que el Estado nos cuide en la pandemia, pero mejor es generar marcos institucionales para que cada uno pueda desarrollar su potencial.
Sin trabajo, es más probable que nos transformemos en una sociedad crecientemente dual y de control, por lo tanto, más pobre y más autoritaria; con trabajo no solo tendremos mejores resultados económicos, sino una sociedad más plural, más autónoma, más libre.
Y para crear trabajo, de manera persistente, tenemos mucho por delante, una parte de esa tarea es prospectiva y refiere al futuro a construir: que ciudades queremos, como perfeccionamos nuestros servicios públicos o como gestionamos la digitalización absoluta de los servicios, solo por poner tres ejemplos. Pero otra parte es urgente y debe encararse con decisión y sin dilaciones, antes que el daño social sea irreparable.
- Debemos buscar un acuerdo institucional robusto con los actores gremiales, empresariales y con las organizaciones sociales, para generar un modelo fiscal más sencillo y más justo, facilitar al máximo la contratación laboral, generando tipos contractuales nuevos que tomen como referencia el contexto actual. Hay que liberar a las microempresas del esfuerzo administrativo ridículo al que las sometemos, poner arriba de la mesa los costos para-laborales, hay que aceptar que frente a un shock económico como el que estamos viviendo necesitamos salidas novedosas e innovativas; asumir que la incertidumbre y la litigiosidad atentan contra el empleo, y por supuesto debemos facilitar la incorporación de tecnología. No estamos para hacer testimonialismo, sino para contribuir a sacar al país adelante, procurando cohesión social y evitando la erosión que produce en el ánimo, en las familias y en la vida comunitaria, el desempleo de larga duración. Pongamos nuestro empeño en un esfuerzo por el empleo, que es lo mismo que decir por la dignidad y el futuro.
- La primera acción decidida, tiene que ser ya, aún antes de aquel acuerdo. Evitar que quiebren las empresas, y particularmente las Pymes y microempresas, que son las que más empleados contratan. Esto implica, necesariamente, pensar en una reprogramación de deudas financieras de corto plazo, que les permita a las mismas no caer. No se trata de un jubileo, sino de un puente hacia otra economía. Con estrictez y criterio, debemos evitar que el tejido empresarial (en especial Pyme) del país se pierda.
- Tenemos que impulsar y apoyar a adolescentes y adultos para que vuelvan a prepararse, en el marco de una Formación Profesional inteligente e inclusiva (preferentemente con trayectos formativos de poca duración) que capaciten, califiquen y perfeccionen saberes, competencias y habilidades demandadas. Debemos elevar significativamente nuestra preparación para alcanzar mejores resultados económicos a mediano plazo, y para garantizar el acceso exitoso al mercado laboral a corto plazo. Una alianza entre el Estado y la Sociedad Civil debe poner este tema en el primer lugar político.
- Toda la inversión pública en ayuda social debe estar dirigida a la reinserción laboral, a la mejora de las perspectivas laborales o a la generación o ampliación de horizontes empresariales de quien la recibe. El esfuerzo público y el esfuerzo personal deben mancomunarse para derrotar la pobreza, y dejar atrás la desciudadanización que produce la dependencia asistencial.
- Un capítulo esencial, de este programa de reformas, lo ocupan las mujeres. Históricamente relegadas en la formación y (en general) con las tareas de cuidado a su cargo, padecen en la vida laboral una discriminación muy marcada, y con gran incidencia social por ser crecientemente las personas al frente de núcleos familiares monoparentales. Corresponde instrumentar medidas orientadas a la emancipación personal, microempresarialidad y organización comunitaria, para fortalecer a las mujeres en general y a las pobres en particular.
Hay decenas de cadenas de valor en el país que podrán recuperarse, en la medida en que puedan contratar y ofrecer productos y servicios a una demanda generada a partir de la inclusión y el trabajo, y no impulsada siempre y persistentemente desde el déficit público. Al final del camino, luego de sostener alimentariamente a quienes lo necesiten, de cuidar las empresas, y de armar reglas institucionales y acuerdos adecuados, hay que empezar otra era de la economía nacional, una economía basada en el talento, la sostenibilidad y el conocimiento.
Argentina debe confiar en sus capacidades, valorar la visión y el esfuerzo, incluir generando riqueza material y relacional; proponernos el sueño de ser mejores.
Apelar a nuestro esfuerzo común, a nuestra creatividad, a la capacidad de comprender el cambio de escenario tecnológico, y a ensayar caminos inexplorados, a formarnos, y sobre todo a multiplicar oportunidades es la tarea por delante. No llegaremos a ningún buen puerto, sin un esfuerzo equitativo y enfocado. Sin dudas la respuesta sencilla, esconde un desafío complejo: "de esta salimos trabajando".
El autor es diputado nacional por la provincia de Buenos Aires (UCR-Cambiemos)