De Menem a Fernández: palabras ligeras y citas falsas
La improvisación es un don que no todos los líderes políticos dominan y que puede llevar a errores groseros; por qué la dirigencia política es un espejo de parte de la población
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La lectura del diario de ayer me llevó a preguntarme de quién es la frase “una mancha más que le hace al tigre”. Hasta ahora pienso que es un dicho popular. Esa pregunta me la hice cuando leí que el presidente Alberto Fernández en el discurso de la declaración conjunta con el presidente de España, Pedro Sánchez, había dicho que era “europeísta”. Esa palabra me inquietó. ¿Puede un presidente kirchnerista decir que es “europeísta”? Me alarmé aún más cuando Fernández anunció una cita de Octavio Paz a la que mezcló con una vieja letra de Lito Nebbia: “Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños de la selva, pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos”. Los brasileños de la selva deben de haber sentido como Tarzán, Lord Greystoke. La frase de Octavio Paz era de Carlos Fuentes o de los dos, no se sabe bien quién de ellos citó al otro; pero hoy se ha convertido en un dicho casi popular. En la versión original esa frase suena muy distinta: “Los mexicanos descendemos de los aztecas; los peruanos, de los incas; y los argentinos, de los barcos.” Es una salida de humor que se acerca al sarcasmo porque los mexicanos y los incas tenían imperios; los inmigrantes que llegaron a la Argentina eran muy pobres y, en su mayoría, no muy instruidos
El desliz de Alberto Fernández reveló su superficialidad porque pertenece a un grupo político que reivindica a los pueblos originarios y los pone con un énfasis casi bélico en un lugar de igualdad con los europeos; el mismo énfasis u olvido con que en la realidad el mismo gobierno desatiende a ciertas etnias. Cristina Kirchner, fervorosa defensora de los pueblos originarios, calificó de genocida a Cristóbal Colón, sin tener en cuenta que el descubrimiento de América se hizo cuando los derechos humanos ni siquiera habían sido declarados. El presidente quedó desalineado con su poderosa vicepresidenta por esa vocación de caer bien a quien tiene el poder, en este caso el presidente español.
Hubo una equivocación también literaria de Fernández, que compartió con otro presidente peronista. Carlos Menem: los dos proclamaron ser lectores de las novelas de Jorge Luis Borges. Son los únicos en el mundo. Ni siquiera María Kodama lo hizo porque Borges jamás escribió una novela. Menem lanzó esa bomba en la inauguración de la muestra Laberintos en el Palais de Glace. Cuando dio esa primicia literaria, Menem tenía a su lado a la viuda de Borges, que se limitó a tragar saliva.
Hubo un segundo hallazgo literario-filosófico de Menem. Su libro de cabecera era las Obras completas de Sócrates, del que no se conoce ninguna obra completa ni incompleta, porque no escribía, dialogaba con sus discípulos. Fue Platón el que registró y recreó las enseñanzas de su maestro.
Mauricio Macri, en un discurso improvisado, tuvo un grave tropiezo cuando se refirió a la terrible inequidad entre el alumno que va a una escuela privada y aquel que tiene que caer en la escuela pública. Esa inequidad era, en parte, cierta; en parte, fruto del prejuicio de alguien que sólo se educó en instituciones privadas.
El expresidente mexicano Enrique Peña Nieto durante una Cumbre de Líderes de América del Norte en la que participaban el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau; y el expresidente Barack Obama, se sintió en confianza y buscó aliviar el rechazo que sentía por Donald Trump refiriéndose al populismo y a la demagogia sin mencionar a Trump. Obama pidió de nuevo la palabra para ilustrar al mexicano sobre el significado de la palabra “populismo”. Aclaró que la retórica de la que hablaba Peña Nieto no era populista. A continuación, hizo un brevísimo resumen de su vida y las causas que defendía: quería que todos en Estados Unidos tuvieran las mismas oportunidades que él había tenido, se preocupaba por los pobres, por la buena educación de los niños y luchaba por un sistema tributario justo. Concluyó diciendo: “Con eso, se podría decir que yo soy populista”.
Improvisar se ha puesto muy de moda entre los funcionarios de alto rango y entre los intelectuales y artistas aun en situaciones que exigen seriedad. Pero saber improvisar es un don, que tienen muy pocos y que se cultiva con la lectura y la práctica. Ejemplo siniestro y de terror: Hitler ensayaba ante un espejo sus discursos “improvisados”, que se había estudiado de memoria.
La ligereza con que hablan los líderes mundiales es la misma con la que hoy se expresa una buena parte de la población; en ese sentido, los caudillos son buenos representantes de la sociedad en la que viven; pero no les debería estar permitida esa misma ligereza porque de ellos depende la vida de miles de millones de personas. Para igualar, no hay que degradarse ni degradar al prójimo. La igualdad y la calidad deben respetarse.
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