De madres a hijas: dos generaciones y una misma pasión
Susi y Alejandra Aczel, Eliana Bórmida y Luisa Yanzón cuentan cómo los lazos de sangre también pueden ser líneas de empatía profesional
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Nacidas y criadas entre planos y muebles de autor, Alejandra y Luisa dibujaban y pintaban desde chiquitas. Esos trazos, atesorados por sus madres, fueron la precuela del croquis, la representación gráfica que se hace a mano, y a ojo, y caracteriza a las disciplinas proyectuales. Pilas de hojas, libretas y cuadernos donde las nenas plasmaban paisajes y recuerdos de los viajes que hacían en familia. Absorbieron como esponjas el lenguaje, la dimensión del espacio, la combinación de texturas. Crecieron de la mano de madres exitosas, emprendedoras, de formación sólida. Mujeres pilares de estudios emblemáticos que se hicieron un lugar propio en un ámbito masculino. Caminaron a la par, tuvieron acuerdos y desacuerdos. Y construyeron su propia historia.
Susi y Alejandra Aczel por un lado, Eliana Bórmida y Luisa Yanzón por el otro, son madres e hijas, arquitectas, constructoras de historias familiares y profesionales exitosas que comparten el trabajo y logran un equilibrio donde los vínculos se potencian.
Juntas pero no revueltas
Eliana Bórmida y Luisa Yanzón son sinónimo de la arquitectura e interiorismo de bodegas, premiadas y reconocidas internacionalmente. El estudio donde trabajan, con base en Mendoza, se completa con el arquitecto Mario Yanzón, marido de Eliana y padre de Luisa, y es uno de los más prestigiosos en arquitectura y diseño interior. Ocupa un edificio entero, donde Luisa dirige su propia oficina dedicada al interiorismo.
“Quería ser actriz y cocinera, estaba convencidísima. Pero pasaron cosas”, dice Luisa Yanzón, 41 años, arquitecta por elección. “Durante una práctica en un restaurante reconocí que la vida sacrificada del cocinero no era para mí. Y después vino un viaje a Italia, donde no paré de dibujar y admirar la escala de las ciudades”, recuerda.
“Desde chiquita miraba como arquitecta, es lo que mamó en casa, pero nosotros siempre le dimos la libertad de elegir”, subraya Eliana, 75 años, mientras pone cara de “yo ya lo sabía”. Cuando Luisa pegó el volantazo, el estudio Bórmida & Yanzón Arquitectos –que cumple 50 años de trayectoria– ya picaba en punta. Y ella optó por Chile y México para arrancar con su formación académica, porque en Mendoza, dice, no quería ser “la hija de”.
Mientras Eliana, la madre, afianzaba su carrera como docente universitaria especializada en la historia de la arquitectura en paralelo a su trabajo en el estudio, Luisa viajaba y se perfeccionaba en el exterior. A los 23 ya estaba recibida, ansiosa por empezar a trabajar.
“Su primer puesto en el estudio fue de dibujante rasa, sin ningún privilegio. No era correcto que se saltara escalones”, dice tajante Eliana. Luisa aceptó el desafío: ocho horas diarias dibujando carpinterías y molduras. “Una tortura china, la rutina no era lo mío. Soy muy ansiosa y me embolaba mucho”, confiesa.
Durante una cena familiar Luisa planteó la posibilidad de armar su propia oficina de interiorismo, en el marco del estudio Bórmida & Yanzón, en uno de los pisos del edificio que se transformó en faro de la arquitectura bodeguera.
“A fines de los años noventa entendimos que la bodega era un espacio para socializar, no solo para producir vino. A partir de este concepto el crecimiento fue exponencial”, señala Eliana. Entre los desarrollos emblemáticos figuran The Vines Resort & Spa, Salentein, Rutini y Solo contigo. En el corazón del Valle de Uco, estos espacios articulan materiales y texturas locales y se configuran como hitos en el paisaje mendocino.
Al tiempo que llovían los proyectos comerciales, Eliana enfrentó un revés académico cuando su candidatura como decana de la Universidad no pudo concretarse. “Me marcó muchísimo, fue un quiebre, un límite a la docencia. Y una oportunidad para entender que había lugares abiertos para mujeres, pero otros no”, afirma.
“Eliana es completa, teórica y, como arquitecta, bien definida –la define su hija–. Su opinión es valiosa, la consulto mucho”.
La madre devuelve la mirada: “Luisa es un saltamontes, tiene mucha frescura y espontaneidad. Es curiosa, y muy generosa. Disfruto mucho cuando coincidimos en un proyecto y ella se ocupa del interiorismo. Compartimos el mismo pensamiento conceptual”.
Y la hija bromea: “Nos encanta viajar juntas, pasear con Eliana es estar con Google en persona”.
Sobre sus propios hijos, Luisa piensa lo mismo que pensaba su mamá cuando la veía dibujar y ya intuía el ADN arquitectónico: “Que sean lo que quieran ser. Sé lo difícil que es encontrar un lugar propio cuando ya está todo armado”, explica. “Hay uno que tiene pasta. Si se decide mejor que viaje, que se forme afuera y encuentre su don. Recién ahí que aporte a la cultura del estudio”, determina Eliana desde su lugar de abuela.
Clan familiar
Susi Aczel es una referente indiscutida. Integra el directorio de Interieur Forma, una firma de interiorismo icónica en el país. Nacida en Viena en 1931 y formada con Jorge Romero Brest, su empresa es la representante de la compañía Knoll en la Argentina, pionera de diseño de mobiliario empresarial. A los 90 años, Susi sigue de cerca las decisiones que toma su hija Alejandra, de 61.
Susi Aczel es una referente indiscutida. Integra el directorio de Interieur Forma, una firma de interiorismo icónica en el país. Nacida en Viena en 1931 y formada con Jorge Romero Brest, su empresa es la representante de la compañía Knoll en la Argentina
“Dejé en sus manos la comercialización y me embarqué en el desarrollo de productos, en la customización de las piezas de mobiliario de Knoll, la firma de la cual tenemos representación”, resume Susi sobre el camino recorrido por su hija, que entró por la puerta de las ventas a Interieur Forma.
Entre los mil y un viajes que hicieron juntas, a Alejandra le quedó marcado uno: el de Miami, donde fueron a visitar a la mismísima Florence Knoll. La arquitecta que transformó la firma de diseño en la más importante y prestigiosa de la posguerra de Estados Unidos las recibió en su casa, donde repasaron juntas la gran revolución del diseño que le imprimió a la compañía que ostentó un catálogo repleto de piezas emblemáticas, muchas de las cuales integran la colección permanente del museo MoMA de Nueva York.
Impregnada del entusiasmo con el que Florence contaba anécdotas del laboratorio del movimiento moderno, Alejandra supo que estaba frente a una pionera, y que la arquitectura sería su carrera, su vida y su profesión.
“En la familia hay siete arquitectos, mi marido era ingeniero. En casa se respiró la Bauhaus desde siempre”, dice Susi, que impulsó la llegada del diseño al Museo de Arte Moderno, el Museo Nacional de Arte Decorativo y el Palais de Glace, entre otros.
Apenas se recibió en la Universidad de Belgrano, Alejandra ya tenía emitido un pasaje a Nueva York, donde trabajó en la sección de equipamiento de oficinas de Knoll. A la vuelta, con la experiencia en la mochila, obtuvo su pase en la empresa local.
“Compartimos mucho, pero intentamos no hablar de trabajo en las reuniones familiares. Yo la consulto mucho, Susi siempre supo cómo resolver las necesidades de los clientes, su estilo conciliador y las estrategias que desarrollaba para cada situación me sumó muchísimo”, dice Alejandra mirando fijo los ojos claros de su mamá.
La experiencia como trampolín, el legado que amasó con estilo propio se sacan un 10 felicitado, según la madre: “Lo está haciendo mejor que yo, es más interpretativa, razona con más tranquilidad. A veces yo voy demasiado rápido y necesito parar para escuchar lo que opina Alejandra”; confiesa, a los 90 años, la mujer que se formó en diseño técnico con Walter Zieg y en Historia del Arte en las Academias Manero.
Golf, chequeos de paletas de colores y texturas. Charlas largas y una copita de vino o champán son algunas de las cosas que comparten madre e hija, además de una misma visión sobre las nuevas formas de habitar que dejó la pandemia. En especial, la situación híbrida que se vive en las oficinas, la especialidad “de la casa”.
“Las empresas quieren que los empleados vuelvan, por eso estamos desarrollando espacios colaborativos, aptos para trabajar pero también para descansar, comer y socializar. Cambiar de ambiente promueve la creatividad”, dicen. Para Susi, las nuevas cabinas acústicas son como “burbujas independientes que, puestas a dialogar con livings y sectores compartidos promueven el intercambio de ideas”. “Es alimento para el cuerpo y la mente”, subraya Alejandra.
El tiempo de pasar la posta llegará cuando tenga que llegar. Mientras, las hijas pisan fuerte. Fieles al legado, reconocen el ADN materno y asumen sus propios desafíos en constante interacción con sus madres. Empatía, reconocimiento afectivo, memoria emotiva: el mapa de una relación en construcción.