De Jakob a la neurotecnología
Comprender, hacer y sentir neurociencias es un planteo constante de preguntas indicadas a los misterios que nos desvelan, buscando infatigablemente respuestas certeras. Y en este particular contexto que hoy nos toca vivir, la ciencia se ha convertido en el objeto a observar de la humanidad.
En la incertidumbre, las cuestiones se presentan en un abanico de ideas tan dispares como conjuntas; y cuando el objeto parece irresoluble, un viejo dicho nos paraliza: Ignoramus et ignorabimus (”desconocemos y desconoceremos”). Ante el estupor y la sentencia, las palabras de un sabio maestro reverberan en esta nueva realidad, y regresan para aleccionarnos ante la pesimista presentación del genio humano. El gran neurobiólogo, doctor Christrofredo Jakob (1866-1956), escribió: no da derecho a nadie de plantar como insoluble la cuestión, ¡protestamos contra su ignorabimus dogmático! (…) Si acaso en el espíritu investigativo de un profesional, para quien la ciencia representa una trasformación progresiva del ideal de hoy en la realidad del mañana, por medio del trabajo metódico de análisis y síntesis combinada de nuestra experiencia personal y colectiva, surgiese una alternativa que merezca cambiar los paradigmas; con sabida consciencia de lo que requiere el pensamiento científico, deberá llevarlo por el camino metodológico correspondiente de toda investigación. (Los problemas biogenéticos, 1913).
Sinónimo de neurobiología, referente esencial de la neurociencia, por su legado de imponderable valor, conmemoramos hoy el Día del Neurocientífico Argentino. Recibido de médico, con honores y premiación, con tan solo 22 años, dio sus primeros pasos de investigación neurológica en la Clínica Médica de la Universidad Alemana de Erlangen, en la última década decimonónica. Llegó a la Argentina el 17 de julio de 1899, para trabajar en la Clínica Psiquiátrica del Hospicio de las Mercedes y en la Clínica Neurológica del Hospital San Roque de la Universidad de Buenos Aires, durante la primera década del Siglo XX. Como jefe del Laboratorio de Anatomía Patológica del Sistema Nervioso, la posibilidad de material abundante de investigación fue la principal causa de su travesía transoceánica. Regresó a Alemania por dos años, y desde 1912 ya no volvió a dejar nuestro país, naturalizándose argentino, tanto como la misma biología autóctona que estudiaba. Desde su regreso, trabajando en su consultorio, en el Laboratorio de Neurobiología del Hospital de Alienadas y en las Universidades de Buenos Aires y La Plata, dedicó sus años al servicio de la enseñanza y de la investigación científica. Tal vez el hecho de que sus principales discípulos se especializaran en áreas circunscriptas de la neurología, sea una de las razones por las que su legado haya sido lamentablemente empolvado.
Al enfocarse en neuroevolución, con toda su batería de conocimientos en saberes aparentemente divergentes, dedicó especial interés a la vinculación estructuro-funcional para converger la biología, la anátomo-patología, la filosofía y la psicología; de esta dedicación e impronta a tal observación neurobiológica, nos fue heredado el principio de que estructura y función son indivisibles, e indispensables para comprender el desarrollo sano y patológico del psiquismo. Y al demostrar que el papel biológico del neurodinamismo está en la regulación correlativa del complejo sistema, en la conservación y restablecimiento continuo de su equilibrio orgánico, de su simetría funcional energética (Elementos de Neurobiología, 1923), recibe el justo y merecido título de neurobiólogo.
Su erudita obra abarca y relaciona los tópicos más importantes de la neurociencia, siendo uno de sus grandes aportes ese inquebrantable apego a un concepto muy claro, pero que para muchos es difícil de incorporar: el psiquismo es el aspecto central que acompaña como reacción del introyente las regulaciones neurodinámicas, desde sus formas más elementales hasta las más elevadas, abarcando el campo de su misión desde el tropismo, hasta el pensamiento más abstracto (Folia Neurobiológica Argentina, T.I, 1941); filo-ontogénicamente, respuesta adaptativa simbiótica al entorno. Si todavía hay quienes creen que nuestros procesos mentales o la infinita capacidad creativa no tienen nada que ver con las complejas estructuras neurales, Jakob solucionó esta vieja controversia con su plan de Psicología Orgánica. Porque, aún con reticencias por parte de muchos y la gran incomprensión que existe acerca de nuestro cerebro, desde el advenimiento de la neuroimagen comenzamos a entender fehacientemente correlaciones que el magistral sabio ya intuía desde el final decimonónico.
En Folia Neurobiológica Argentina (1939-1946) u Ontogenia del Sistema Nervioso Humano (1940), el lenguaje conectómico vanguardista, detallista de la técnica y visionario del porvenir, anticipa la llegada de la Neurotecnología, que hoy alimenta a muchas áreas de conocimiento. Una disciplina sumamente novedosa y potente que avanza a todo ritmo, desde el procesamiento de imágenes a plataformas complejas multiparamétricas, la Neurotecnología permite registrar, cuantificar, evaluar y comprender aspectos del comportamiento, como nuestras respuestas afectivas más profundas, inimaginable antes. La recopilación masiva de datos, que requiere típicamente configuraciones experimentales complejas y costosas, con la ayuda de la Big Data y la Inteligencia Artificial (IA), hoy puede ser procesada en tiempo real, de tal forma que el investigador puede centrar su atención en los procesos que desea analizar.
Como nunca ha sucedido antes, los profesionales de Neurobiología, Psicología, Medicina y Psiquiatría, Educación y Neuropedagogía, Estadística y Neuroeconomía, Robótica Emotiva, Computación Cognitiva y Neurociencia Computacional, Neuroperceptualidad Artística y muchas otras profesiones y campos del saber que están floreciendo vertiginosamente y que abrevan en las neurociencias, disponen de herramientas que les permiten evaluar de forma más asertiva lo que está sucediendo con las personas en cada uno de los múltiples escenarios de la actividad humana. Incluso algunas nuevas generaciones de modelos de smartphone ya comenzaron a incorporar asistentes o “avatars”, que son capaces de saber nuestro estado emocional, leyendo nuestra expresión facial y dándonos consejos para adecuar las actividades de nuestro día al “mood o humor " que estamos transitando.
Con este naciente arsenal de herramientas neurotecnológicas que comenzamos a dar a luz en los albores del siglo XXI, desde la utilización de biosensores que analizan el comportamiento de la respuesta emocional hasta lo que sucede con la conducta atencional en diversas circunstancias, con la integración de toda esta información en plataformas de IA, se brindan evidencias que permiten diagnósticos más precisos, terapias más efectivas y evaluar si surte el efecto de mejoramiento en el tratamiento deseado para el paciente o avanzar objetivamente sobre otras opciones.
Resulta trascendente pensar todo lo que hubiera hecho nuestro neurobiólogo en este nuevo contexto de la investigación; entonces, no podemos dejar de admirar y agradecer esa visión tan clara de que lo que somos, sentimos y somos capaces de crear y hacer, es debido a esa complejidad casi infinita que empezamos a descubrir a través del capítulo apasionante de la neurotecnología, esta técnica que nos encuentra para vernos más a nosotros mismos, para llegar a lo más insondable de nuestro interior que busca saberlo todo: el microcosmo que quiere devorarse al macrocosmos como un Fausto. (La definición científica de la vida, 1938). Porque para Christofredo Jakob (para quien el aspecto neurobiológico era el fundamento indispensable del estudio del ser humano), el avance de técnica, metodología, teoría y práctica, en definitiva, ciencia, requiere que cada idea contemple las particularidades propias de la especie, las características compartidas con otras y, por sobre todo, la veracidad de la información comprobada en los resultados. Así, el valor de las ideas tiene un triple sentido para él: el valor extensivo, es decir, la cantidad de fenómenos que comprende; el valor intensivo, desde su significación superficial formal hasta lo más íntimo y formal del objeto; y el valor prospectivo, en referencia a la perennidad o fugacidad en el tiempo, porque, decía Jakob, “las ideas son fuerzas vivas que nacen, maduran, procrean y mueren”. (La filosofía de la Naturaleza de Kant, 1925).
Su valencia es un reflejo constante en su extenso pensamiento, que con sólidos fundamentos argumentó en cada conocimiento divulgado. El escrutinio al que sometía sus ideas fue narrado con amplios saberes en diferentes disciplinas, porque un condimento esencial de la ciencia es la honestidad de contextualizar las ideas; haciendo de él un neurocientífico completo y paradigmático. Al recopilar su obra (alrededor 250 trabajos), cada texto leído nos ha dejado un profundo sentimiento de la investigación científica, y también nos ha desarmado los preconceptos y sacudido el espíritu; impulsándonos e inspirándonos en la neurociencia y todo lo podremos hacer a través de ese conocimiento, para mejorar la condición humana en su conjunto y progresar en la comprensión de la relación con nuestro ambiente. La naciente Neurotecnología estaba ya en la visión profunda del pensamiento jakobiano y, seguramente con el instrumental que ella nos irá aportando año tras año, podremos arrojar más luz sobre el vasto campo de la neurociencia, del que este sabio fundador en la Argentina nos habla desde hace más cien años.
Molina, becaria de investigación del Instituto Regional de Bioingeniería (IRB, UTN - Mendoza)
Álvarez Abril, secretario de Ciencia, Tecnología y Posgrado, UTN – Mendoza, Director del Instituto Regional de Bioingeniería (IRB, UTN - Mendoza)