De gauchos y monos, cuando el racismo está en el intérprete
La suma de desinteligencias en la interpretación de una frase contraria a la intención de sentido del enunciador, como le ha ocurrido al presidente Alberto Fernández, tiene un curioso antecedente en la relación con Brasil. Un malentendido también selvático, aunque con respecto a los animales que viven allí.
Sin embargo, en este caso de espiral de significado, el racismo sí es realmente explícito, pero no en el enunciador, sino en el intérprete.
El acontecimiento menor, pero de mucho peso simbólico, se enmarca en el enfrentamiento personal que tuvieron por cerca de tres décadas dos peso pesados de la diplomacia del sur; el argentino, Estanislao Zeballos y el brasileño, José María da Silva Paranhos Junior, más conocido como el Barón de Río Branco.
Cuentan estudiosos de las relaciones exteriores, que ambos se tenían una profunda antipatía. “Casi un spy vs. spy”, en referencia a los personajes de la revista MAD, según el diplomático Rubens Ricupero en un artículo en Folha de San Pablo en 2010.
En 1875, el Barón de Río Branco todavía no había enfrentado a Zeballos en lo que sería una de sus más brillantes victorias, el Laudo favorable a Brasil por parte de los Estados Unidos de más 30.000 kilómetros cuadrados de una zona lindante con Misiones, pero ya el duelo entre ambos comenzaba su primer capítulo.
Aquel año, el enviado argentino, Carlos Tejedor se retiró de Río de Janeiro sin despedirse del Emperador. Paranhos, que aún no era barón sino periodista, escribió que el hecho no era una falta del respeto internacional sino una “gaucherie”.
A pesar del posible afán de Paranhos desde las páginas de A Nação de disculpar en francés la “torpeza” (según el traductor de Google), o “falta de elegancia” (según Ricupero) de Tejedor, no tuvo éxito, sino un efecto inverso.
Zeballos, respondió al futuro barón desde El Nacional de manera descerrajada y racista: “Uno de los periódicos más importantes de Brasil describió la retirada del Sr. Tejedor como ‘gaucherie’. Esta forma de expresarse no es más que la de un simio de mala ley. Es mejor ser gaucho que mono”, según consta la historiografía brasileña, más abundante que la argentina en este caso.
“Gaucherie” quizás fue mal traducida e interpretada con los valores culturales de la élite de la época, ya que “gauchada” no era una virtud.
Años después de perder el arbitraje aludido, Zeballos que no era un improvisado, intentó frenar la carrera armamentística brasileña con un plan para ocupar militarmente Río de Janeiro, que fue abortado en parte por las filtraciones publicadas en LA NACION, según el académico Adelar Heinsfeld. Esta cuasi guerra fue antecedida por una violencia semántica que podría haberse evitado con buenos intérpretes y cabezas frías.
Los contextos de interpretación rara vez se condicen con los de producción de los mensajes, por eso siempre es mejor tener preparado qué decir, ya que “mejor que improvisar, es leer”; o seguir el dicho brasileño, “en boca cerrada no entra mosquito”.
Ahora para nuestro ecosistema de opinión pública, si no agudizamos la producción y reproducción de los mensajes, en vez de Lito Nebbia va a ser tiempo de parafrasear a La Portuaria: “Selva, ruido de animales salvajes”.
Como se sabe, el ruido es lo contrario a la comunicación.
Licenciado en Comunicación Audiovisual ISER/ UNSAM, exvocero de la Cancillería argentina