De delirios políticos y escasas sensateces
“Los políticos tienen sus límites”. (De Leo Varadkar, primer ministro irlandés)
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Siempre es refrescante mirar más allá del ombligo político argentino. No es un ejercicio fácil porque sorprende cruelmente el sentido común de tanto dirigente en el mundo que puede desarrollar una vida plena fuera de la interminable e inconducente rosca política. Esta última semana, el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, sorprendió al anunciar su renuncia a ese cargo y a la conducción de su partido de centroderecha.
No fue una decisión derivada de eventuales excesos en los festejos por San Patricio. Simplemente llegó a la conclusión de que ya no era “la persona adecuada para el puesto”, que vencía recién el año próximo. Y dejó una lección para estas pampas: “Los políticos son seres humanos y tienen sus límites. Lo damos todo hasta que ya no podemos más y tenemos que pasar página”.
No me niegue que usted también, querido lector, se está riendo a mandíbula batiente frente a este ya entrañable irlandés con un extraño sentido común que por aquí no es frecuente de encontrar. Varadkar cree que ser político significa servir a su comunidad. Qué delirios suceden en otras latitudes. Su decisión está vinculada con la derrota sufrida en un referéndum reciente para modificar las referencias a la mujer y la familia en la Constitución que rige desde 1937. Pero mirado desde modelos fracasados en la Argentina, como la pobreza descomunal que gestiona el formoseño Gildo Insfrán, desde hace apenas 29 años, parecen detalles de quisquilloso lo de Varadkar.
Ni hablar de la mayoría de la dirigencia sindical atornillada a sus puestos desde 1983, o incluso desde antes. Y si se mira su efectividad en favor de sus representados, en estos 40 años no hay actividad laboral que haya podido decir que está mejor, aunque sea un ápice, de lo que estaba allá por 1983. Pero, como bien decía Guillermo Moreno, “acá se banca lo que se tiene que bancar”. Parece de tibios renunciar a un cargo importante por el solo hecho de que las cosas no salen en favor de la ciudadanía.
Ojalá no se le dé a Varadkar por pegarse una vuelta por la Argentina, como hizo hace poco Margot Robbie. Es probable que la protagonista de Barbie haya mirado la Patagonia con ojos cinematográficos, pero si el irlandés la viera con criterio político se daría cuenta, para su depresión, de que tenía muchos fracasos aún para ofrecerles a sus conciudadanos. No encontraría consuelo para explicarse cómo se sigue insistiendo en el error, en recetas inconducentes y en personajes que solo dedican sus días a la oratoria fútil.