De "barones" a "hidalgos" del conurbano
Como nunca antes un grupo de intendentes ha tenido un rol preponderante en las últimas elecciones legislativas. Esta liga de intendentes del conurbano incluye a Sergio Massa, Darío Giustozzi y Martín Insaurralde, entre otros. Los alcances de su protagonismo se podrán evaluar en el mediano y largo plazo, pero tiene varias particularidades. El liderazgo que proponen estas figuras emergentes se distingue tanto de los socios políticos por excelencia de los presidentes, los gobernadores, como de los referentes históricos del conurbano que se atornillaron en las intendencias en las últimas dos décadas y sufren un acelerado recambio.
Los municipios han sido refugio de los políticos ante las derrotas de sus partidos a nivel federal; también, plataforma de nuevos líderes. A diferencia de los gobernadores, la mayoría de los intendentes tiene poco para ofrecer. Carecen de dotaciones legislativas propias y tienen poca influencia sobre las carreras políticas de otros políticos. Sólo ellos pueden proyectarse, en algunos distritos con mayor visibilidad, para ganar espacios en la política provincial y federal. Tradicionalmente, la intendencia es el primer paso de una carrera de postas que, completada con cargos provinciales o federales, les permite darse a conocer.
Sin embargo, algunos intendentes, al mando de los municipios más poblados, tienen poder de negociación gracias al control que pueden ejercer sobre sus electorados. El tipo de liderazgo que se armó en torno a este poder es el de los "barones del conurbano", quienes obtenían recursos federales a cambio de lealtades que mejoraban las chances de éxito del candidato a la presidencia. Acusaciones de corrupción, amenazas a opositores, negocios turbios asociados al manejo de la policía y la prostitución, todas estas sospechas o certezas, según el caso, eran los pilares de sus "aparatos" partidarios. Sin embargo, aunque muy visibles para el electorado, estos intendentes no traducían su poder para proyectarse nacionalmente.
Otra limitación vino de la mano de las divisiones dentro del peronismo, que dieron autonomía a los punteros barriales respecto de los líderes partidarios relajando su control directo. Además, el electorado impone límites a los aparatos clientelares cuando deja de apoyar a determinados candidatos, lo que acota el poder de estos referentes.
Hoy, una nueva generación de intendentes aprovecha la visibilidad, hace de su pequeña escala una fortaleza y se impone en el marco del recambio generacional que sufren los municipios del conurbano. La emergencia de Massa, Giustozzi e Insaurralde se distingue del rol político de otros intendentes y cambia la lógica de competencia electoral entre el gobierno federal y la provincia de Buenos Aires. Su imagen de juventud e hidalguía contrasta contra el halo de oscuridad de sus pares del conurbano. Transmiten eficiencia en la gestión y dinamismo.
Por otra parte, la competencia entre Massa e Insaurralde tuvo el efecto paradojal de provincializar, más precisamente conurbanizar, la elección legislativa. En legislativas bonaerenses, históricamente se ha jugado parte del destino del proyecto político presidencial. Por eso, los candidatos oficialistas suelen ser referentes conocidos, que normalmente pasaron por cargos federales, para maximizar las chances de ganar. Hoy, la provincia dejó de ser sólo escenario de disputas nacionales para convertirse en actor por sí misma.
Si los resultados de las elecciones dieron la sensación de que el gobierno federal es un vencedor vencido, porque obtuvo votos y mantuvo su dotación legislativa, pero cuya estrella parece apagarse, los intendentes muestran una renovada fortaleza que se deriva, en parte, de su autonomía relativa respecto de gobernadores y presidentes. Cabe preguntarse cómo se articulará este nuevo protagonismo con las imprescindibles alianzas con gobernadores y el resto de los intendentes y cuáles serán las chances de Massa de mantenerse como presidenciable luego del desgaste que puede tener de aquí a 2015.
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