De alcancía de todos a monedero oficial
La institución que es la autoridad monetaria del país fue resignando su rol hasta quedar presa de las necesidades del fisco, mientras la Argentina perdía la estabilidad del peso
La constante pérdida de reservas del Banco Central es la señal más evidente de la debilidad de la política económica. Una entidad monetaria que no brinda estabilidad monetaria, cambiaria y financiera altera la vida diaria de los argentinos. En este sentido, los primeros días de 2014 están marcados por pesos que no pueden acceder a dólares, brecha cambiaria elevada e inflación creciente. Resulta necio esperar que con el mismo "tratamiento" que se viene aplicando se pueda mejorar lo que funciona mal desde hace cuatro años. Hoy la necesidad de un cambio se ha vuelto urgente. Dentro de la política monetaria, hay un rol específico que el Banco Central, autoridad monetaria, debe recuperar.
La inercia de los últimos años nos dejó un Banco Central preso de las necesidades del fisco, con serios problemas de credibilidad en su accionar. Asimismo, ha abandonado explícitamente el manejo de la política monetaria, que le pertenece y debería recuperar. De esta forma, el BCRA fue acumulando desaciertos desde 2010, cuando dejó que el Gobierno rompiera la alcancía de los argentinos, y la divergencia entre la tasa de devaluación y de inflación comenzó a acumular un preocupante atraso cambiario.
En 2011, la autoridad monetaria ejecutó el cepo al dólar; en 2012, aceptó pacíficamente una modificación de la Carta Orgánica para continuar (y profundizar) la generosa expansión monetaria y usar todas las reservas internacionales que le fueran solicitadas, dando lugar a la brusca disminución de las divisas que atestiguamos en 2013.
En este sentido, una primera alerta para las autoridades. No se debe confundir el descenso de la variación interanual de la base monetaria en 2013 con una mayor prudencia de la política monetaria. Tanto en 2012 como 2013, ésta fue "súper" expansiva. Lo que ocurre con el colesterol es una buena analogía. El registro total puede dar bien en apariencia, pero es importante su composición, cuánto hay del "bueno" (HDL) y cuanto hay del "malo" (LDL). Si hay mucho del malo, hay "riesgo aumentado de enfermedad cardíaca". De esta manera, la base monetaria creció un 24% (colesterol total), porque el BCRA no compró dólares (el colesterol "bueno"), sino que los vendió, por lo cual, la contracción monetaria resultante de esa operatoria está muy lejos de ser saludable. Sin embargo, el financiamiento al sector público fue de $ 94.000 millones (colesterol "malo"), el doble de lo recibido en 2012. Es decir que, en este caso, la lectura también es contundente: "riesgo aumentado de inflación creciente".
El segundo aspecto relevante para eliminar la "pésima" inercia de los últimos años es el comunicacional. Llama poderosamente la atención que no se haya explicado el excepcional desvío de la Programación 2013, ya que oficialmente proyectaban compras de divisas por US$ 12.500 millones, cuando el BCRA terminó vendiendo US$ 5300 millones. Tampoco se explicó por qué de una proyección de esterilización del 30% de la emisión por sector público y sector externo, se terminó finalmente expandiendo un 13% (vía Lebac, Nobac, pases y otros).
De acuerdo con lo presentado los últimos días del año pasado, no parece que nada vaya a cambiar en 2014. La estimación de la programación para 2014 proyecta una estimación de compras de dólares netas por encima de los pagos de deuda pública en moneda extranjera, lo que produciría un incremento de las reservas internacionales en 2014. Poco creíble. Más preocupante aún es que se vincule una inflación proyectada para 2014 decreciente con la política de crédito, y nada se diga acerca de la política monetaria.
Por último, después de la incumplida esterilización de 2013, ¿quién puede creer en la absorción de excesos de liquidez por medio de instrumentos de regulación monetaria? Es lamentable, pero este intento de brindar algo de previsibilidad termina siendo infructuoso, ya que nada hace pensar en que la política monetaria durante este año sea, por lo menos, prudente.
En este marco, los argentinos hemos ido perdiendo la estabilidad monetaria a partir de un Banco Central que se convirtió en el monedero del Gobierno, incumpliendo unos de los objetivos que establece el artículo 3° de la Carta Orgánica. Esto es inexcusable cuando se presta atención a cifras relevantes. Al último día de 2013, la base monetaria es casi 2 veces las reservas internacionales. Por el lado del activo, las reservas en pesos cayeron el 6% (medida en dólares, la baja es del 30%), los adelantos transitorios subieron 43% y las Letras Intransferibles (LI) crecieron un 70%i.a. Por último, la contabilidad registra $ 280.000 millones de LI y casi $ 110.000 millones de patrimonio; queda en evidencia que en términos económicos el Patrimonio Neto es negativo. En efecto, la Carta Orgánica vigente impulsó la inestabilidad monetaria, ya que ahora no hay obligación de proyectar dinero, tampoco hay seguimiento trimestral de las metas y, lo peor, dejó de existir castigo (remoción) al directorio del BCRA por no explicar desvíos, tanto en agregados monetarios como en reservas internacionales.
La política económica debería tomar nota de la asfixiante presión que opera sobre la política monetaria. En efecto, que las necesidades fiscales estén cubiertas no significa inexistencia de problemas: 1) las reservas no son patrimonio del BCRA; 2) las utilidades (casi $ 80.000 millones estimadas para 2013) tampoco son reales económicamente hablando, y 3) los adelantos transitorios deberían ser una opción, no una obligación.
El sector público y el sector financiero cerraron 2013 con $ 100.000 millones de expansión monetaria. Cabe recordar que en el marco de la última crisis, en el bienio 2008/2009, estos sectores no generaron emisión alguna y las variaciones interanuales de la base monetaria durante ese lapso rondaron el 10%. Asimismo, la financiación al sector público no superó el 1% del PBI, y en la actualidad es del 5% del PBI, siendo prácticamente el único proveedor de recursos del fisco. Esta decisión, extrema por cierto, de que todo lo financie el BCRA, es miope y peligrosa: se puede ahorrar en términos de tasa de interés, pero a costa de una inflación creciente y de la generación de inestabilidad monetaria.
El Gobierno ha decidido priorizar, en la última mitad de su mandato y en el marco de una situación económica delicada, el cuidado de las reservas por sobre la actividad económica. La última prioridad, sin duda, es la inflación. Es coherente (aunque malo) cuando sacrifica crecimiento económico por evitar una mayor caída de las reservas internacionales, dado el corralito cambiario. Pero es inconsistente y por supuesto se equivoca cuando desprecia a la inflación, ya que su incremento potencia la disminución de las reservas. Aunque a veces resulte tentadora la mirada parcial, la política económica deber ser ejercida y analizada en su conjunto, de manera integral.
En definitiva, el vínculo entre el dinero doméstico y las reservas internacionales con la inflación y el tipo de cambio no es un capricho exclusivo de una corriente de pensamiento económico. Por desgracia para los holgazanes, es una restricción básica que enfrentan todas las economías, y en especial la argentina, donde la moneda perdió trece ceros en los últimos 50 años.
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