David Bowie, artista
De vanguardia. Con las tapas de sus discos, sus videos y su cambiante estética, el músico británico -fallecido hace pocos días- dejó su marca en el arte contemporáneo
El Duque Blanco
Podría haber sido un retrato de los años 40 de Annemarie Heinrich o Grete Stern, pero no. La imagen conocida como The Archer (el arquero) fue tomada por el fotógrafo Robert Rowlands durante la gira del disco Station to Station (1976). Sin embargo, en su rol de posmoderno avant la lettre, Bowie podía disponer de toda la historia del arte del siglo XX para rediseñarse. En su máscara del Duque Blanco (que luego se volvería una forma corriente de llamarlo), Bowie asimila la estética del expresionismo alemán como preámbulo a su etapa berlinesa, una trilogía de discos que hizo hablar a una forma popular como el rock con el lenguaje de la música contemporánea. Así, todas las imágenes del Duque Blanco parecen fotogramas de Fritz Lang o Walter Murnau disueltos en un concierto pop. El Victoria & Albert Museum de Londres exhibió esta foto como parte de la muestra itinerante David Bowie Is entre 2013 y 2015.
Experimento visual
Bowie cierra sus años más creativos y abre la década de 1980 con otra marca visual. El advenimiento del videoclip como formato promocional le permite abrir un nuevo frente de expansión estética. En 1980 los televisores del mundo reproducen el video de "Ashes to Ashes" (imagen) dirigido por David Millet con un costo récord de 250.000 libras. La melancolía acerada del sonido es interpretada en la imagen por un collage surrealista donde Bowie se resignifica a sí mismo como obra de arte: recupera al Pierrot de Lindsay Kemp (su maestro de mimo y consultor escenográfico), cita sus encarnaciones de los años 70 y se deja acompañar por una flamante subcultura londinense inspirada en su visualidad: los New Romantics (Boy George). Las imágenes de "Ashes to ashes" marcaron los siguientes veinte años del videoclip como una forma popular de experimentación visual. Y fueron el inicio de la notable videografía de Bowie que llegó hasta la temblorosa coreografía de "Lazarus" (2016).
El cuerpo como soporte
Explotando su figura andrógina, un mix pos-sixtie entre la modelo Twiggy y el tenor pop Scott Walker, David Bowie hizo de su cuerpo un soporte para que los modistos más radicales ensancharan las fronteras del diseño. El estilo unisex no fue en él tanto una tendencia como una vanguardia capaz de vehiculizar imágenes de alto impacto estético como esta fotografía de Masayoshi Sukita con un modelo exclusivo que le hizo Kansai Yamamoto para la gira de 1973. En su rol de mannequin alienígena Bowie merece ser revisado como uno de los nombres claves del arte de performance de los años 70, verdadero puente entre el accionismo vienés y héroes del underground de los 80 como el clown extremo Leigh Bowery. Desde ese lugar inspiró el ojo de la moda (los diseños de Jean Paul Gaultier, Kate Moss posando como él en Vogue) y la visualidad mutante de las estrellas pop (Madonna, Björk, Lady Gaga).
Autorretratos
Reactualizada como meme en Internet (hemos visto el rayo aplicado a Homero Simpson, la princesa Leia de Star Wars), la fotografía de Brian Duffy para la cubierta del disco Alladin Sane (1973) alcanzó con las décadas estatus de obra de arte pop. No sólo porque Bowie trajo a la cultura de masas un motivo del arte ancestral (el rayo representó el temor a lo desconocido para muchas culturas premodernas) sino también porque el maquillaje, la máscara original de Alladin Sane fue apropiada del mismo modo que las imágenes solarizadas de Andy Warhol o la trama de cómic de Roy Lichtenstein. Como un Rembrandt o una Frida electrificada, Bowie hizo del autorretrato una forma autónoma al modificar radicalmente su personaje para cada disco entre 1972 y 1983, sobre todo. Ese gesto fue replicado en el arte contemporáneo por la artista francesa Orlan, que puso su rostro en manos de la cirugía para ser intervenido una y otra vez. En ese sentido, podría decirse de Bowie que fue una Orlan sin bisturí.
Arte conceptual
La tapa del álbum The Next Day, su regreso de 2013, es una pieza de arte conceptual puro. Bowie interpreta visualmente la era de la música en streaming, sin soporte físico, con esta imagen que refleja la muerte del arte de tapa. La imagen del álbum es un ready made (la revolucionaria idea de Marcel Duchamp de 1919) de su disco Heroes (1977) al que se le ha tachado el nombre y sobre el que se ha obturado la imagen central (una fotografía de Bowie reproduciendo el gesto de un retrato de Egon Schiele) con un cuadrado blanco, símbolo del modernismo. Así Bowie interviene su propia obra y crea una antiimagen que es pura idea. La foto que está velada, la original de Heroes, fue la inspiración de toda la carrera artística de la enfant terrible inglesa Tracey Emin de quien, con los años, Bowie se volvió uno de sus más fervientes coleccionistas.