David Altman: “En Chile, ahora hay una nostalgia por esos 30 años cuestionados por el estallido de 2019 y Boric”
El politólogo, profesor en la Pontificia Universidad Católica, asegura que la “pregunta por el millón de dólares” es si la política será capaz de representar lo que efectivamente quiere la sociedad de su país; como hipótesis, imagina un regreso a un centro “más normal y tradicional”
Esta elección y el plebiscito que rechazó la Constitución nueva en 2022 muestran que la media chilena es mucho menos progresista de lo que mucha gente creyó en la elección de Boric o en la elección de la Convención Constitucional anterior en 2021″, analiza. “Los resultados de una elección obligatoria resultan un espejo más fiel que una manifestación en la calle. Los estallidos sociales pueden catalizar y mover ciertas estructuras pero no se compara con la legitimidad que tiene un proceso eleccionario”, plantea. “Posiblemente se vuelva a un centro más normal y tradicional. No creo que todos los chilenos sean republicanistas de Kast. Muy lejos de eso”, aclara. “Kast, del Partido Republicano, es un legislador que se separa de la derecha tradicional. Viene de los sectores más conservadores de la UDI (NdelE: Unión Demócrata Independiente)”, describe. “En la elección presidencial de 2021 que ganó Boric, en la primera vuelta ganó Kast: no hay que olvidar ese dato”, advierte y agrega: “Y es en la segunda vuelta, frente a esta dicotomía, la tiranía de una elección tan polarizada, que Boric recibe muchísimos votos prestados”. “Esta elección del domingo fue sorpresiva no porque la derecha, la oposición, haya mejorado sino por el margen de esta mejora”, dice. “El voto obligatorio que se estableció en noviembre de 2020 fue el gol de arco a arco que la derecha le metió a la izquierda”, analiza y subraya: “Las elecciones del domingo fueron obligatorias y, consecuentemente, se dieron números abultados en la participación”. “En el plebiscito de entrada de 2020, donde la mayoría votó que quería una nueva Constitución, la mitad del país decidió no ir a votar”, compara.
“Los resultados de una elección obligatoria resultan un espejo más fiel que una manifestación en la calle. Los estallidos sociales pueden catalizar y mover ciertas estructuras pero no se compara con la legitimidad que tiene un proceso eleccionario”
“El medio país que no había participado eran personas mayores, personas del mundo rural. Estadísticamente, son personas que tienden a estar más del lado conservador que del lado progresista”, precisa. “En estas elecciones, indiscutiblemente, hay una suerte de voto castigo al gobierno de Boric”, sostiene. “c”, reflexiona. “Llama la atención la velocidad del viraje. La Convención Constituyente anterior fue electa exactamente hace dos años. Fue en mayo de 2021 y ahora, en mayo de 2023, tenemos este terremoto político”, reflexiona. “Chile sigue siendo un país seguro. Pero el Partido Republicano y otros actores políticos inflaron un poco esto como polea de campaña”, alerta. “La Constitución actual de Chile sí tiene su andamiaje principal construido bajo el gobierno de la dictadura militar pero esta Constitución fue reformada ciento de veces. De hecho, el presidente Ricardo Lagos hablaba de “su Constitución”, explica y clarifica: “La Constitución de ahora no es la de Pinochet sino la del presidente Lagos, que se siguió cambiando”. “La derecha ahora tiene el control completo del Consejo Constitucional”, detalla y agrega: “Boric por sí mismo tiene 8 bancas de esas 16. A los comunistas también les fue bastante mal: sacaron solamente 2″. “No creo que ocurra que la derecha vaya a hacer un borrador muy derechista o ultra derechista. Lo que veamos posiblemente es una nueva Constitución que le pondrá un poco de botox a la Constitución de ahora”, desarrolla. “La derecha no va a dinamitarlo todo”, aclara. “Si esto es un éxito, lo va catapultar aún más a Kast”, plantea.
Desde Santiago de Chile, el politólogo David Altman participó de La Repregunta. Altman es un reconocido experto en política comparada y calidad de la democracia. Es profesor de ciencia política en la Pontificia Universidad Católica de Chile y director del centro Regional del proyecto Variedades de Democracia para América Latina, del reconocido V-Dem Institute. Es doctor en Ciencia Política por la Universidad de Notre Dame en Estados Unidos.
Uruguayo por nacimiento y conocedor de la realidad argentina, además de la sociedad chilena, donde vive e investiga, Altman es una voz clave a la hora de analizar el escenario político de las sociedades en América Latina.
“Llama la atención la velocidad del viraje. La Convención Constituyente anterior fue electa exactamente hace dos años. Fue en mayo de 2021 y ahora, en mayo de 2023, tenemos este terremoto político”
¿En la izquierda o en la derecha? ¿Dónde están paradas las sociedad latinoamericanas hoy? Chile tuvo elecciones hace una semana para conformar un Consejo Constitucional que redacte una nueva Constitución. Ganó la derecha más a la derecha. En 2021, al inicio del proceso de reforma constitucional, había ganado la izquierda más a la izquierda. Desde 2019, el giro a la izquierda se presentó como el signo de la época en Chile. El triunfo de Gabriel Boric pareció confirmarlo. El año pasado, los chilenos rechazaron la Constitución surgida de ese giro a la izquierda. ¿Qué pasó? ¿Puede una sociedad girar de la derecha a la izquierda y otra vez a la derecha en apenas 3 años y meses? ¿Qué lecciones trae para la argentina? Aquí, la entrevista completa.
¿De derecha o de izquierda? Calle vs urnas: ¿cómo saber lo que quiere la gente? El caso de Chile
-La primera cuestión es entender dónde está situada la sociedad chilena hoy, que pasó de aquellas revueltas callejeras de 2019 y un cambio en la representación política, con un avance de la izquierda más a la izquierda con Gabriel Boric en el gobierno, en una alianza con el Partido Comunista, a la situación actual. El triunfo de José Antonio Kast y el Partido Republicano, la derecha más a la derecha, que había perdido las elecciones presidenciales frente a Boric, es la novedad. ¿Cómo se interpreta este proceso? ¿Qué es una sociedad en términos ideológicos y cuán capaz es la política de representar efectivamente qué quiere esa sociedad?
-Esa es, ciertamente, la pregunta del millón de dólares: cómo entendernos a nosotros mismos y entender un poco mejor lo que está pasando en Chile. Todo lo que tú has descrito es correcto. A finales de octubre de 2019, se da esta explosión social que aquí se conoce como “el estallido social”. A mitad de noviembre de aquel año, ya casi en el último minuto del año, los partidos políticos logran un acuerdo para destrabar esa revuelta. Se inaugura un proceso que posibilita la reforma de la Constitución de la República, Constitución que fue heredada o que tiene sus orígenes muy claros en la dictadura militar de Pinochet. En marzo de 2020, cae la pandemia en Chile como en todo el planeta. Las condiciones para hacer política, manifestarse y consensuar se vuelven extremadamente adversas. Lo hemos vivido todos en todos lados. En esas condiciones, se inaugura y avanza el proceso de reforma que implicaba un plebiscito de entrada en el que los chilenos tenían que aprobar el inicio de la reforma y un plebiscito de salida más adelante, para aprobar o rechazar el texto de la nueva Constitución. En el plebiscito de entrada en 2020, participa aproximadamente la mitad del electorado, que decide abrumadoramente transitar el camino de una reforma constitucional (NdelE: el 78,28% votó por el “Apruebo” a la reforma constitucional). También decide que este borrador sería redactado por 150 constituyentes. En un momento, se había barajado la posibilidad de que los constituyentes fueran la mitad legisladores y la otra mitad, personas votadas especialmente para eso. Se constituye la Convención Constituyente que trabajó durante un año y en septiembre de 2022, en el plebiscito de salida, es rechazada por márgenes muchos más amplios de los que, inclusive, se creía que no iba a ser aceptado. Además, en la mitad del proceso constituyente, hubo una elección presidencial en la que Boric salió electo presidente. Se presentó con una coalición muy amplia y enfrentó a Kast, del Partido Republicano, un legislador que se separa de la derecha tradicional. Kast tiene muchos años de experiencia como legislador. Viene de los sectores más conservadores de la UDI (NdelE: Unión Demócrata Independiente). Kast conoce cómo es el juego político. Ahora, en la primera vuelta de aquella elección presidencial de fines de 2021, ganó Kast: no hay que olvidar ese dato. Y es en la segunda vuelta, frente a esta dicotomía, la tiranía de una elección tan polarizada, que Boric recibe muchísimos votos prestados. A mediados del año pasado, en el plebiscito de salida, Boric endosó muy positivamente la opción del “apruebo” de la nueva Constitución y perdió como en la guerra. Durante los últimos meses de 2022, se siguió discutiendo cómo reactivar este proceso de reforma. Se llegó a una fórmula híbrida. Se estableció un Comité de Expertos, encargado del borrador constitucional. De hecho, ya tenemos muchas pistas de por dónde va el borrador: está disponible, a pesar de que todavía está muy verde. Además, se estableció un Consejo Constitucional, que fue lo que elegimos el domingo pasado. Esta elección fue ciertamente sorpresiva no por la correlación de fuerzas, es decir, no porque la derecha, la oposición, haya mejorado sino por el margen de esta mejora. Dejó a todos los analistas un tanto boquiabiertos.
“En la elección presidencial de 2021 que ganó Boric, en la primera vuelta ganó Kast: no hay que olvidar ese dato. Y es en la segunda vuelta, frente a esta dicotomía, la tiranía de una elección tan polarizada, que Boric recibe muchísimos votos prestados”
-Surgen muchas preguntas a partir de este recorrido que usted propone. La primera cuestión es: ¿cuán representativa fue la revuelta callejera de 2019 versus cuán representativos logran ser los sistemas electorales? Porque lo que llama mucho la atención es que el plebiscito de salida del año pasado rechaza el texto constitucional, que se había corrido muy a la izquierda, por el 62 por ciento de los votos. En esa votación, se dio la mayor participación electoral en las elecciones chilenas de los últimos 30 años: llegó al 85,7 por ciento del padrón habilitado. ¿Quiere decir que cuando la sociedad chilena participa mayoritariamente queda en evidencia que hay una sociedad mucho menos corrida a la izquierda y mucho más corrida a la derecha?
-El primer detalle que es importante mencionar es que en el acuerdo del 15 de noviembre de 2021 que condujo a la reforma constitucional, una de las cláusulas más debatidas, el gol de arco a arco que la derecha le metió a la izquierda, fue que el plebiscito de salida tenía que ser con voto obligatorio. Chile tenía un sistema muy perverso, con una inscripción voluntaria pero con el voto obligatorio. En 2021, se incluyó esta cláusula y fue obligatorio votar. Lo segundo, en relación a tu pregunta: indiscutiblemente, los estallidos sociales pueden catalizar, señalizar y mover ciertas estructuras pero es la ley de la calle, del grito, de la piedra, de la violencia tanto del aparato estatal como de los manifestantes. No se compara con la legitimidad que tiene un proceso eleccionario donde los votos son observados, contados, mirados y analizados y donde todos, todas, todes, el nombre que quieras, somos exactamente iguales. Desde esa perspectiva, la votación tiene una carga de legitimidad que nunca va a tener una manifestación en la calle, lo que no significa que a veces no sea importante hacer manifestaciones. Las elecciones del domingo fueron obligatorias y, consecuentemente, se dieron números abultados en la participación (NdelE: hubo una participación cercana al 82% pero el voto en blanco o nulo alcanzó el 21%), aunque fue menor que la del plebiscito de salida.
Chile y la abstención electoral: ¿espejos defectuoso de la sociedad?
-Para analizar este giro de la sociedad chilena, hay una primera comparación interesante entre la representatividad de la calle versus la representatividad electoral. Dentro de lo electoral, parece claro que cuanto mayor participación electoral hay, queda más claro qué es lo que quiere una sociedad. En base a los niveles de participación en esta elección y en el plebiscito de salida del año pasado, que rechazó la Constitución nueva más de izquierda, ¿se puede concluir que Chile tiene efectivamente una sociedad históricamente consolidada hacia la derecha y que el proceso del 2019 lo había sesgado hacia la izquierda de manera imprecisa? Es decir, ¿lo que sucede hoy, este resultado electoral, es más representativo de las aspiraciones de la sociedad chilena?
-En cierto sentido, sí porque el voto obligatorio te da la posibilidad de votar en blanco, de anularlo o de tomar alguna opción, sea aleatoriamente o ideológicamente, o como quieras que cada uno tome la decisión. No nos podemos olvidar de que el plebiscito de entrada de 2020, donde la mayoría votó que quería una nueva Constitución, se realizó meses después de un estallido social. Mucha gente temía por la violencia, por lo que podía pasar, y mucha gente dejó de participar por el miedo al Covid. Por una u otra razón, muchos sectores de la sociedad no tenían que ir a votar y no fueron a votar (NdelE: el voto era voluntario y la participación fue del 50,9%). La mitad del país decidió no ir a votar. Y dentro de los que votaron, una abrumadora mayoría votó en favor del cambio constitucional. El medio país que no había participado eran personas mayores, personas del mundo rural. Estadísticamente, son personas que tienden a estar más del lado conservador que del lado progresista.
“Posiblemente se vuelva a un centro más normal y tradicional. No creo que todos los chilenos sean republicanistas de Kast. Muy lejos de eso”
-Es decir que dado una menor participación electoral, tienden a participar quienes son más activos políticamente, que suelen ser las personas ubicadas en el sector izquierdo del arco político.
-Sí, usualmente, la participación viene asociada al nivel educativo, a los niveles de urbanización, a los ingresos per cápita, estado de salud. Todo eso tiende a concentrarse más en los centros urbanos grandes. Y en Chile, eso también venía de la mano de una gran movilización social. Consecuentemente, hubo un voto mucho más joven y mucho más militante. En cambio, cuando se mete a toda la sociedad y, en cierto sentido, se fuerza a la gente a participar por el voto obligatorio, se hace una suerte de rastrillo de toda la sociedad: en ese caso, los resultados resultan un espejo un tanto más fiel que la manifestación en la calle.
Chile, entre Boric y la Concertación. ¿La izquierda malinterpretó el momento histórico?
-Se instala otro tema: ¿cuánto de este resultado electoral o del resultado del plebiscito de salida que rechazó el texto constitucional en 2022 termina funcionando como un plebiscito en relación al desempeño del gobierno de Gabriel Boric? Como una muestra de una decepción social ante una izquierda joven, más a la izquierda que las izquierdas de la Concertación chilena, que llega al gobierno y pierde su oportunidad histórica de producir algunos cambios en la estructura social, política, económica de Chile que pueden ser necesarios, pero no tan extremos como los que Boric intentó hacer. ¿Hay algo de esto también?
-Muchísimo. Es uno de los dramas que tenemos los que estudiamos los mecanismos de democracia directa: en qué medida la gente está votando por lo que está votando y en qué medida esgrime lo que se conoce en la literatura como “un voto de segundo orden”. Es decir, el votante usa la respuesta que se le está pidiendo como una forma de protesta frente a una situación con la que no se siente cómodo, o no se siente bien. Hay mucho de eso. Es muy difícil saber exactamente dónde está el punto de equilibrio y cuánto de sincero hubo en el voto y cuánto de castigo al gobierno. Pero indiscutiblemente, hay una suerte de voto castigo. Chile está inmerso en muchos problemas: inmigración ilegal, crisis económica, dislocación del funcionamiento económico en general, inflación, problemas del servicio de salud, de las pensiones. Son muchísimas las políticas por las que uno se podría quejar en Chile. Y, ciertamente, hubo errores muy importantes, algunos ingenuos, autogoles del propio gobierno, errores torpes. El cambio del discurso del presidente es muy evidente. Durante el estallido, hubo un lema muy famoso: “no son $30, son 30 años”. Todo el estallido comienza por el aumento de $30 en el peso del metro $30, con la protesta de los estudiantes. Inmediatamente, prendió un barril de pólvora en el cual estábamos sentados. Boric era de una de las voces más fuertes a la hora de insistir en que la Concertación fue un fracaso, que Chile tenía una deuda, que era un desastre. Con el tiempo, Boric fue moderando ese nivel de crítica, inclusive en su primer gabinete. Era un gabinete mucho más activo, mucho más militante y, de a poco, fue cambiando al punto de que las dos grandes columnas vertebrales que apoyan al presidente de la República vienen de esa época. Uno es el ministerio del Interior, un cargo fundamental no sólo por el tema de seguridad sino porque en Chile no tenemos vicepresidente. En caso de ausencia del presidente, es la ministra del Interior Carolina Tohá, una mujer icónica de la Concertación, la que se tiene que hacer cargo. El otro ministerio clave es el de Hacienda. El ministro de Hacienda es Mario Marcel, otro hombre icónico de la Concertación. El mismo Boric se tuvo que ir moderando: no, pará los 30 años no fueron tan terribles, hubo cosas muy buenas.
-Entre los problemas del gobierno de Boric, también se debate la inmigración y la llegada de la criminalidad venezolana con el Tren de Aragua. O el aumento de la tasa de homicidio, que se duplicó en los últimos diez años y sólo en 2022, aumentó un tercio. En la lectura que se hace del legado de los 30 años, 2019 puso en jaque los logros de la Concertación chilena y de esos 30 años de democracia. Pero, por ejemplo, comparado con la Argentina, la pobreza de Chile, gastando la mitad del gasto social de la Argentina, tiene un tercio de la pobreza argentina medida en porcentaje de la población que vive con menos 5,5 dólares diarios. Desde la Argentina, ese oasis macroeconómico había dado sus frutos sociales. ¿Los resultados de hoy pueden deberse también a una corrección de la interpretación de todo ese proceso, desde una crítica absoluta en 2019 y ahora, después de un gobierno de izquierda que no logra hacer grandes transformaciones, una vuelta a leer esos 30 años desde un balance mucho más objetivo e, inclusive, positivo?
-Sí, ciertamente. Ahora hay una suerte de nostalgia por esos 30 años. Lo que llama la atención es la velocidad del viraje. La Convención Constituyente anterior fue electa exactamente hace dos años. Fue en mayo de 2021 y ahora, en mayo de 2023, tenemos este terremoto político.
-¿Es el viraje de la sociedad o es que ahora hay mayor precisión acerca de la sociedad por esta mayor participación? La ciudadanía muestra mejor sus intereses.
-Es una hipótesis. Ya estamos viendo imágenes de la película y posiblemente ya nos podamos imaginar qué puede pasar en un futuro. Ciertamente, el plebiscito de salida y esta elección del Consejo Constitucional marcan fuertemente que la media chilena es mucho menos progresista de lo que mucha gente creyó en la elección de Boric o en la elección de la Convención anterior. Y un comentario muy breve sobre la inseguridad en Chile: es cierto que ha aumentado la criminalidad pero la criminalidad en Chile sigue siendo muy baja comparada con el resto de América Latina.
-La tasa de homicidio de Chile es de 5 homicidios cada 100 mil habitantes contra 19 de Brasil y 26 de Colombia.
-Por eso, sigue siendo extremadamente baja. Chile sigue siendo un país seguro. Pero el Partido Republicano y otros actores políticos inflaron un poco esto como polea de campaña. Y por alguna razón, resultó muy bien.
Chile. ¿Vuelve la Constitución de Pinochet? ¿O la Constitución de Lagos?
-Después del resultado del domingo pasado, hay un análisis que insiste en que, a través de Kast, Chile va a volver a la Constitución actual, es decir: “va a volver la Constitución de Pinochet”. Ahora, ¿la Constitución actual de Chile no es la Constitución de Pinochet?
-La Constitución actual de Chile sí tiene su andamiaje principal construido bajo el gobierno de la dictadura militar pero esta Constitución fue reformada ciento de veces. De hecho, el presidente Ricardo Lagos hablaba de “su Constitución”.
-Porque en 2005 introdujo cambios.
-Correcto. El presidente Lagos hablaba de “su Constitución”. La Constitución de ahora no es la de Pinochet sino la del presidente Lagos, que se siguió cambiando. Inclusive cambiar la Constitución, ésta que nos rige ahora y que es heredera de la dictadura militar, es mucho más fácil que cambiar lo que se proponía en el borrador del plebiscito de salida. Un ejemplo de las paradojas de la vida.
-Con esta mayor representación de la derecha de Kast, con los 22 escaños que tiene en el Consejo Constituyente, sumados a los 11 consejeros de la derecha tradicional, que llegan a 33, ¿se corre el riesgo de un texto constitucional muy de extrema derecha y de que otra vez sea rechazado? ¿O el regreso al punto de partida, a un texto más parecido a la Constitución actual, va a dar un texto más balanceado?
-Primero un ajuste en el conteo: al día y medio de la elección, hubo una corrección. Y el Partido Republicano aumentó una banca: consiguió 23 bancas. La derecha tradicional de la Alianza por Chile, que ahora se llama “Chile seguro”, tiene 11. Con esos 34 escaños, la derecha ya tiene suficiente para vetar cualquier tipo de cambio. Al día de hoy la derecha en Chile puede decir “no” a cualquier cosa, y va a ser “no”: tiene el control completo del Consejo Constitucional. Y un detalle muy importante en relación a la coalición oficialista, Unidad para Chile: de los 17 consejeros, 6 son del Partido Socialista, un partido tradicionalmente de la Concertación. Es decir, son votos prestados. Boric por sí mismo tiene 8 bancas de esas 16. A los comunistas también les fue bastante mal: sacaron solamente 2. No creo que ocurra que la derecha vaya a hacer un borrador muy derechista o ultra derechista. Lo que veamos posiblemente es una nueva Constitución que le pondrá un poco de botox a la Constitución de ahora para estirarla un poquito, arreglarla un poquito. No mucho más que eso. No va a haber un cambio sustantivo. Si el Partido Republicano hubiese ganado lo que se creía que iba a ganar, entre 12 y 14 bancas, se podría haber dado el lujo de ir al Consejo Constitucional a despotricar. Ahora que todo el mundo lo ve como el gran responsable en el manejo de la máquina, tiene que ponerse los pantalones largos: tiene la responsabilidad de jugar un juego republicano. No creo que apunten a dinamitarlo todo. A la larga, nos vamos a quedar con la Constitución que tenemos o hacerle un cambio de maquillaje para plantearla como la nueva Constitución de 2023.
“En 2019, Boric era de una de las voces más fuertes a la hora de insistir en que la Concertación fue un fracaso. Con el tiempo, se tuvo que ir moderando”
-Interesante:como le pasó a Boric y su extrema izquierda, cuando está en el poder, esa extrema derecha tiene que moderar su visión. Ahora la derecha tiene que evitar que le pase lo que le pasó a Boric y a la Constitución de izquierda, que fueron rechazados por el voto de la gente.
-Ciertamente. Como se dice aquí, y también lo decimos en el Río de la Plata, otra cosa es con guitarra. Una vez que sos el responsable y las cosas dependen de vos, uno tiene que moderarse, pensar dos veces. Te podés dar muchos menos lujos discursivos, taxativos. El año que viene hay elecciones municipales y más adelante, elecciones presidenciales. Si este proceso constitucional es un fracaso, le va a torpedear la posibilidad de una elección a Kast. Y si esto es un éxito, lo va catapultar aún más. Lo que está claro es que el gobierno está en una situación de pato cojo, de “lame duck”. Quedó muy debilitado. Este piñazo de la elección del consejo Constitucional no te digo que lo dejó medio grogui, pero está medio al borde del knock out.
Chile. ¿Más de izquierda que de derecha? El caso del Litio. Estado más privados
-¿La conclusión es que estos candidatos extremos pierden la conexión con ciudadanías que son más conservadoras en el sentido de que están situadas más en el centro, del centro hacia la izquierda o del centro hacia la derecha, pero no que no están arrinconadas en las polarizaciones? En ese sentido, hay un dato de una encuesta de Cadem en Chile, uno de los centros de estudios de opinión pública más creíbles, sobre el litio. El 75 por ciento de los chilenos cree que lo mejor es un control público privado compartido, frente al 56 por ciento que quiere el control predominante del Estado y un 43 por ciento que prefiere el control mayoritario de los privados. Es decir que en un tema tan sensible y estratégico como el de litio, hay una visión balanceada de que el estado tiene un rol y los privados, también.
-Sí. No me sorprende lo más mínimo. Coincide con la perspectiva en general que hay sobre el cobre, que es de lo que come Chile. El salario de Chile es el cobre. Esta frase no es mía, es de un presidente. El litio está adquiriendo este calibre estratégico nacional. A la larga, se reconocen las bondades de que las ganancias se redistribuyan entre la población, pero también se reconocen las bondades de una cierta agilidad privada. Estos números no me sorprenden tanto porque es como se entiende el cobre en Chile, donde hay una gran empresa nacional ciento por ciento pública que convive con empresas privadas: se reconoce que la agilidad y la competencia también tienen su lado virtuoso. En relación a los resultados, se podría decir que el votante medio chileno, aquel votante que divide al electorado en dos partes iguales, está bastante más corrido a la derecha. Pero no creo que necesariamente signifique un cambio de época. Es más una reacción a lo que hemos vivido en los últimos tres años. Hay otra hipótesis, aunque es muy temprano para confirmar: que posiblemente se vuelva a un centro más normal y tradicional. No creo que todos los chilenos sean republicanistas de Kast. Muy lejos de eso.