Qué decía Daron Acemoglu, ganador del Nobel de Economía, sobre la Argentina
Para el economista, uno de los más destacados y polémicos de su área, la Argentina necesita “un líder débil que escuche a las instituciones”; “Crear igualdad de oportunidades”, “hacer rutas” y tener un sistema educativo fuerte, las claves
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“No”, niega sin vueltas uno de los economistas estrella del momento en el panorama mundial, el turco-estadounidense Daron Acemoglu, cuando le pregunto si conoce el nombre de nuestro ministro de Economía actual. “No, no”, insiste. “¿Cómo se llama?”, quiere saber. “Lorenzino, Hernán Lorenzino”, le digo.
Del ministro de Economía de Brasil sabe el nombre aunque en ese exacto momento se le escapa. Y sí se acuerda de Domingo Cavallo, que pronuncia con acento inglés con matices que sospecho turcos.
Pero claro: en su último libro, Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza , publicado en Argentina por Grupo Unión, un bestseller suculento y polémico lanzado el año pasado en Estados Unidos que escribió junto con el economista y profesor de Harvard James Robinson, dedica un apartado especial a la crisis de 2001 bajo el título "El corralito". No puede no conocer a Cavallo.
De todas maneras, Acemoglu relativiza los nombres propios. "En cierto punto, si las instituciones son fuertes, no es necesario saber el nombre de los políticos", explica.
Ése es el eje de sus teorías. Que los países de crecimiento sostenido son aquellos con "regímenes inclusivos", con instituciones políticas y económicas sólidas que incentivan la igualdad de oportunidades, la actitud emprendedora, el respeto por la propiedad privada y una redistribución equitativa y constructiva. Los líderes fuertes de nombre indeleble no son importantes en esas sociedades.
Y los países pobres o que fueron ricos y empobrecieron, la Argentina por caso, al contrario, están condicionados por "regímenes extractivos" que concentran el poder, generan clientelismo, corrupción y desigualdad en las oportunidades.
Así explica la diversidad de destinos de países en apariencia iguales en cultura y geografía, o el destino prometedor de naciones ancladas en territorios imposibles. O las desventuras de países que lo tenían todo para crecer. Pero no lo hicieron.
Acemoglu estuvo en Buenos Aires para dar una clase magistral y una conferencia invitado por el IAE, Cippec, la Red de Acción Política, la Universidad de San Andrés y la Universidad Nacional de San Martín.
El boom de la soja y el oportunismo político. La Asignación Universal por Hijo y la ayuda social virtuosa. El peronismo y la redistribución equivocada. Las ilusiones perdidas de la Generación del 80. Y las instituciones tan fuertes como democráticas. Todos esos temas tocó un mediodía porteño en diálogo con LA NACION
-Su tesis central es que las instituciones son más importantes que otras variables, como la geografía, la cultura o el clima en la historia de prosperidad, o pobreza, de los países. ¿En qué sentido tienen tanto peso las instituciones?
-Las instituciones son importantísimas en relación, por ejemplo, a qué clase de incentivos presentan ante la sociedad. Cuando las instituciones de alguna manera alientan que te conviertas en un hombre de negocios haciendo negocios poco transparentes o corruptos en alianza con los políticos, eso tiene consecuencias.
-¿Cuáles serían las principales instituciones en un país?
-Forman un sistema pero empezaría por los derechos de propiedad privada. Una sociedad donde los políticos violan los derechos de propiedad privada no puede funcionar.
-¿Un ejemplo claro de esto podría ser la expropiación de los ahorros de la gente en la crisis argentina de 2001 o las nacionalizaciones más recientes?
-Exacto. El sistema judicial es otra institución clave. Tiene que ser eficiente e imparcial. En muchas sociedades, el sistema judicial es un instrumento de la élite: con las conexiones correctas, alcanza para ganar en la justicia. Otra institución central es un sistema de educación que asegure igualdad de oportunidades para que la gente pueda obtener la ocupación que quiera.
-¿Se refiere a que un Estado estimule ciertas carreras en función de sus estrategias de desarrollo?
-Creo que eso está en segundo plano. Yo estoy mucho más preocupado por la educación primaria y secundaria. Hay muchos países en el mundo que tienen primaria obligatoria, pero la verdad es que la calidad es muy baja. La India es un caso emblemático: la primaria es obligatoria, la mitad de los chicos del país va a la escuela, pero los maestros no se presentan. ¿Qué valor tiene esa educación? Lo mismo está pasando en cierto grado en Estados Unidos. En las escuelas de zonas urbanas vulnerables, la calidad de las escuelas es tan baja que realmente no ayuda. No están aprendiendo habilidades valiosas. Esto requiere algún tipo de inversión y algún compromiso para crear igualdad de oportunidades.
-Y en cuanto a las instituciones económicas, ¿cuál es la clave?
-La clase correcta de regulaciones de negocios que desalienten la creación de monopolios protegidos con barreras de entrada y beneficiados por sus conexiones con el poder.
-¿Cuál sería el rol ideal del Estado en relación con el mundo de los negocios?
-La regulación correcta de las reglas del juego. Cuando el Estado y los hombres de negocios hacen negocios poco transparentes, desaparece la posibilidad de entrar y competir en el juego libremente, porque la única manera es contar con la conexión apropiada. Finalmente, es clave el sistema político completo empezando por la democracia pero yendo más allá: un sistema político que distribuya el poder político con bastante amplitud en la sociedad. La democracia es una condición necesaria pero no suficiente para evitar que los políticos usen los recursos para hacer estos negocios poco transparentes. Los políticos deberían trabajar en favor de la gente y eso implica mantener estas instituciones.
-Otra dimensión clave de su argumento es que en la medida en que un país está centrado en un régimen extractivo tiene muchas más chances de ser un país pobre que uno con instituciones inclusivas.
-Así es.
-Argentina, en sus términos, tuvo una economía y un régimen político extractivo al final del siglo XIX. Sin embargo, era un país rico. ¿Cómo explica esa contradicción?
-Un país puede crecer durante cierto período basado en un crecimiento extractivo, y esto pasa porque el sistema político puede controlar algunas cosas y hay recursos para explotar, como en Arabia Saudita o Kuwait, que tienen petróleo. Este tipo de regímenes son posibles, pero no son sostenibles. Porque para sostener el desarrollo económico y el crecimiento económico son necesarias las instituciones inclusivas. La Argentina de fines del siglo XIX es un ejemplo de esta suerte de crecimiento extractivo: un sistema no representativo, un sistema no democrático, no inclusivo, con una élite muy rica y muy poderosa que creció apoyada en esos recursos. Pero en algún sentido el recorrido de Argentina hasta los años treinta, cuarenta y su subsecuente declive es parte de los dos lados de una misma moneda. Si tenés estos enormes recursos extractivos...
-La élite disfruta del crecimiento y la riqueza que conllevan, pero no el resto de la gente...
-Exacto. Tan pronto como estos recursos ya no son explotables o el conflicto se vuelve muy severo, el crecimiento empieza a revertirse por sí mismo. Algunas sociedades han sido capaces de usar esta etapa inicial de crecimiento extractivo para construir instituciones más fuertes y convertirse en sociedades más inclusivas. Corea del Sur es un ejemplo. Pero ése no fue el caso de Argentina.
-Y el peronismo no fue suficiente para corregir esta distorsión.
-Exacto.
-Sin embargo, el peronismo se atribuye como uno de sus logros, por ejemplo, una mayor distribución de la riqueza.
-Pero el punto es que la distribución no es la clave. La clave es cómo se distribuye: si se lo hace de la manera equivocada, probablemente empeores el panorama.
-¿Cuál es la manera equivocada de distribuir?
-La manera correcta de ejercer la distribución es la que crea igualdad de oportunidades, un campo de juego justo. Por ejemplo, distribuir los recursos del Estado para construir rutas que conecten a todo el mundo a los mercados, para desarrollar un sistema educativo de alta calidad que les permita a todos tomar parte en la actividad económica. Al contrario, la manera equivocada de distribuir es sacarle a Peter para darle a Paul, forzar los negocios para que paguen salarios que no pueden ser competitivos. Es equivocado porque destruye los negocios. En segundo lugar, porque creás dinero caído del cielo, pero la gente no lo usa para conseguir un contexto futuro favorable para sus hijos, con educación por ejemplo: no se está invirtiendo en la próxima generación. No existen países que hayan sido capaces de convertir este tipo de distribución en crecimiento inclusivo. Es mucho mejor una redistribución realizada en el contexto de mejoras en la educación, de provisión de bienes públicos, que es también proveer a la siguiente generación.
-La conversión de ciudadanos en consumidores gracias a los subsidios, por ejemplo, no es suficiente.
-Lo más importante es que los ciudadanos se conviertan en más ciudadanos, que tomen parte de los procesos políticos, que reciban oportunidades para invertir en el futuro. Un caso de redistribución elogiable es Corea del Sur, con la reforma de la tierra o la reforma de la educación antes que un Estado fiscal grande que arbitrariamente distribuye de un sector a otro. Pero redistribuir entre "mi gente" crea exactamente los incentivos políticos equivocados: como recibe limosnas, la gente se vuelve adepta del político, no importa lo que el político haga. Así se crea un poder clientelista. El clientelismo político ha sido un estilo en la política latinoamericana no sólo en Argentina.
-¿Ése es su diagnóstico para Argentina?
-Diría que sí. Una de las cosas que me sorprenden es esa clase de redistribución que más que resolver problemas crea más distorsiones.
-Uno de los principales éxitos de la administración kirchnerista, reconocido por la oposición, es la creación de la Asignación Universal por Hijo. Es una suma de dinero en efectivo por cada hijo menor de 18 años de desocupados o trabajadores que ganan menos que el salario mínimo. La condición es que los chicos vayan a la escuela y cumplan con el plan de vacunación.
-La transferencia condicionada de ingresos (atada al cumplimiento de ciertas condiciones) es una parte muy importante de la ampliación social de la redistribución. Lo interesante de la transferencia condicionada de dinero es que es muy impersonal. Todo el mundo tiene el derecho y no son los políticos los que deciden quién lo recibe. Esto es muy, muy importante. En cambio, los incentivos políticos realmente destruyen la democracia.
-Algunas críticas sostienen que este tipo de beneficios no alientan el deseo de progresar y prosperar.
-No hay sistema perfecto. Es cierto que las transferencias condicionadas de ingresos a veces quitan incentivo. Pero funcionan mejor en eso de evitar el clientelismo.Y también está atado a educación, lo que es muy positivo.
-¿Sabe el nombre de nuestro ministro de Economía?
-No.
-Interesante...
-¿Cuál es su nombre?
-Lorenzino, Hernán Lorenzino. ¿Y el nombre del ministro de Economía de Brasil?
-Ah... Lo sé, pero se me escapa en este momento. En cierto punto, si las instituciones son fuertes, no es necesario saber el nombre de los políticos.
-Entiendo, pero en Argentina los ministros de Economía solían ser nombres muy destacados.
-Claro, Domingo Cavallo, por ejemplo?
-¿Argentina está en muy malas condiciones comparada con Chile o Brasil para mejorar en la próxima década?
-Argentina es un país de ingresos entre medios y altos. Pero lo que me llama la atención cuando comparo Argentina con México, Brasil, Chile, es que estos países, aún con muchas imperfecciones, siguen intentando construir instituciones muy fuertes.
-Creen realmente en las instituciones.
-Y no paran de intentar construirlas. Cardoso, Lula, siempre intentando aumentar la participación política, haciendo al Estado más responsable, redistribuyendo, tratando de terminar con la desigualdad de oportunidades. México y Chile lo mismo. No lo veo en Argentina. Al contrario, veo a veces a Argentina tratando de destruir sus propias instituciones.
-¿Qué necesita Argentina? ¿Un liderazgo político fuerte?
-No, no (se alarma)... Exactamente lo opuesto. Liderazgo débil. Creo que Argentina ha sufrido de los líderes fuertes que abusaron de su poder. Creo que necesitan un liderazgo débil con un líder que escuche a las instituciones, que esté limitado por las instituciones, que respete al Parlamento, a la oposición, a los medios. Un líder que reconstruya las instituciones y no uno que use los recursos para forjar su propia carrera. Creo que los argentinos deberían rezar por un líder cuyo nombre fuera totalmente olvidable.
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