Darín y Morán, una pareja en busca de algo más
"Hace unos años -no importa cuánto exactamente-, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada en particular que me interesara en tierra, pensé que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte acuática del mundo. Es un modo que tengo de echar fuera la melancolía…". Así comienza Moby Dick, la novela de Herman Melville. Esta primera frase es la que Marcos (Ricardo Darín en El amor menos pensado) lee en la Biblioteca Nacional, con la que descubre qué fue lo que sintieron él y su pareja Ana (Mercedes Morán) cuando todo comenzó: una melancolía que los hizo salir a comprobar cuál era el sentido de su existencia.
El amor parecía intacto, hasta se reían bastante. La complicidad que mantiene a una pareja cerca de la pasión aparecía naturalmente en cualquier conversación. Marcos y Ana están casados hace 25 años pero no se nota, no hay hastío, no se detecta rencor, ni falta de conexión. Sólo hay un cliché que dice que cuando los hijos se van nos sacan de una rutina que nos mantenía dentro de una estructura cómoda, serena. Dicen que cuando los hijos se van todo lo que nos pasa como pareja se hace evidente y puede hacer tambalear el resguardo de aquella estructura. Marcos habla de la melancolía cuando recita a Melville, quizás esa es la sensación que aparece cuando ya estamos en la mitad de la vida, sin el proyecto que nos sostenía. ¿Qué nos queda? ¿Qué se viene? ¿Cuál es el deseo que nos devuelve el entusiasmo y nos saca de la añoranza de juventud?
Uno se la pasa enfocado en hacer que un hijo se forme, en darle amor, consejos, para que con esas herramientas elija y sea libre; pero cuando eso ocurre, cuando llega el momento de la despedida, aparece el vacío. Aunque Ana (Mercedes Morán) tiene su propia actividad, sus amigas, a su madre, un marido inteligente al que quiere, pierde interés y, sin querer, se deja llevar por esa necesidad de volver a vibrar como antes. Desconcertados, encuentran en la separación una chance de volver a sentirse vivos. Arrancar en la segunda mitad de la vida, una nueva vida. Tirarse al vacío y empezar a vivir una "alocada soltería", que se instrumenta a través de Tinder, Facebook, barras de tragos, discos desenfrenadas con música tecno que nada tienen que ver con ninguno de los dos protagonistas, ni con su generación. En la experiencia de volver a estar solo, se reactiva una cierta expectativa por lo desconocido. Juan Vera (director de ésta, su ópera prima) apuesta de lleno a la comedia, que tan acertadamente interpretan tanto los protagonistas, Darín y Morán, como una serie de personajes estelares que le dan un giro al film: Andrea Politti, Juan Minujín, Jean Pierre Noher, Luis Rubio, Caudia Fontán, Andrea Pietra, imperdibles participaciones que sorprenden en cada escena y que pintan un mundo de nuevas historias para sentirse identificado desde la platea.
Norman Brisky, (como siempre desopilante y verdadero, es el padre de Marcos en el film) le pregunta en una cena (que su hijo le prepara): "¿Para qué te separaste?", evitando la pregunta más directa que hubiera sido: ¿Por qué te separaste? Marcos no sabe bien qué contestarle y el interrogante lo deja desnudo en un instante. Hay una conocida crisis que nos acecha en la mitad de la vida, que nos deja sin respuestas, que nos interpela y nos invita a empezar de nuevo. Pero, ¿Cómo lo hacemos sin perder lo que hemos construido, sin dañarnos ni lastimar a los demás? El amor menos pensado nos conduce con intensidad emocional a acercarnos a ciertas respuestas y lo hace sin solemnidad. Nos lleva a navegar como en Moby Dick, para salir de la melancolía.