Daniel Zovatto."La democracia en América se deterioró"
CÓRDOBA. Abogado, politólogo, doctor en Derecho Internacional y director para América Latina y el Caribe de Idea Internacional, Daniel Zovatto es un agudo observador de los avances, retrocesos y particularidades del devenir democrático en la región. No sólo tiene en su haber más de cuarenta libros (como autor, coautor, editor, coordinador o compilador); en 2014 EsGlobal de España lo incluyó en su listado de los 50 intelectuales iberoamericanos más influyentes.
"Vivimos en una época donde lo imposible se convierte en improbable, lo improbable en posible y esto en realidad", asegura, dando el tono de lo que nos puede deparar este año tanto a nivel global como en una América Latina que se prepara para un aluvión de elecciones presidenciales (Colombia, México y Brasil, entre otros).
Zovatto, que reside en Santiago de Chile, advierte que la calidad de la democracia en la región es "muy preocupante", y juzga que "es necesario mejorar la calidad del liderazgo político y la gobernanza".
Asimismo, y respecto del reciente escándalo de la manipulación de datos de Facebook a manos de Cambridge Analytica, asegura: "Hay que combatir de manera efectiva y decidida la intoxicación informativa con fines políticos, pero librando este combate con suma prudencia para no incurrir en una violación a la libertad de información". El especialista considera que es imperioso fortalecer el papel y la responsabilidad de los medios de información tradicionales a la hora de construir la opinión pública.
¿Qué les espera este año a los países de la región?
El 2018 se proyecta como un año mediocre en lo económico, intenso en lo político-electoral y complejo en lo social, caracterizado por escándalos de corrupción y una intensa y decisiva maratón electoral. Esta combinación de factores está provocando turbulencias políticas y tensiones sociales que erosionan el apoyo ciudadano a numerosos presidentes y complican la gobernabilidad. La renuncia, en Perú, de Pedro Pablo Kuczynski es un ejemplo reciente pero no el único. Desde 2000 a la fecha, once presidentes han concluido de manera anticipada su mandato presidencial.
Se viene una verdadera maratón electoral.
Serán seis elecciones presidenciales, que forman parte de lo que he denominado el súper ciclo electoral latinoamericano: 14 elecciones presidenciales entre noviembre de 2017 y fines de 2019, tres de las cuales ya tuvieron lugar: Chile y Honduras (a fines de 2017) y Costa Rica (el 4 de febrero se celebró la primera vuelta y hoy la segunda vuelta). Los paraguayos irán a las urnas el 22 de abril. Luego será el turno de Venezuela (20 de mayo), seguida por las elecciones presidenciales de Colombia (27 de mayo), México (1º de julio), y Brasil (7 de octubre). A ello debemos agregar las elecciones de los diputados de la nueva Asamblea Nacional cubana, quienes elegirán el 19 de abril al sucesor de Raúl Castro como el próximo presidente de Cuba. También se realizarán en noviembre las elecciones de medio turno en los Estados Unidos, un verdadero plebiscito para evaluar los dos primeros años de Donald Trump. Los resultados de esta maratón electoral serán decisivos para definir las características, tendencias e intensidad del cambio político que vivirá nuestra región en los próximos años.
¿Cuál será el contexto económico y social?
La Cepal prevé un crecimiento promedio regional de 2,2 por ciento. Por un lado, es una buena noticia, después de varios años de desaceleración y recesión. Pero es, al mismo tiempo, una mala noticia porque este crecimiento mediocre no es suficiente para dar respuesta efectiva a las crecientes expectativas de la clase media. Tampoco alcanza para seguir avanzando en la reducción de la desigualdad y la pobreza, ni para crear el número de empleos de calidad que la región necesita, ya que, como bien advierte la OIT, 2017 fue el tercer año consecutivo en que aumentó el desempleo (pasó de 7,9% en 2016 a 8,4% en 2017).
¿Cuál es el principal rasgo de estas elecciones?
Yo las denomino las elecciones del enojo, del malestar con la política y las élites. Lo anterior explica la debilidad de los partidos tradicionales en la mayoría de estos procesos, así como la creciente personalización de la política y el papel que juegan los candidatos independientes anti-sistema. Existe un alto grado de incertidumbre, volatilidad y polarización. Como consecuencia del bajo nivel de popularidad de muchos de los actuales gobernantes, vemos una tendencia favorable a la alternancia. El alto nivel de fragmentación de los partidos políticos y la irrupción de un mayor número de candidaturas independientes genera la necesidad de segundas vueltas para definir la elección presidencial. En consecuencia, los presidentes electos no cuentan con mayoría en el Congreso, lo que deriva en gobernabilidades más complejas. Finalmente, los graves escándalos de corrupción que recorren el continente -potenciados por Lava Jato y Odebrecht-, y los altos niveles de inseguridad ciudadana constituyen dos de los temas que están más presentes en las campañas electorales.
¿Cual es el estado de la calidad de la democracia?
A cuatro décadas del inicio de la Tercera Ola Democrática, el cuadro es muy preocupante. Según el Índice Democrático de 2017, elaborado por la Economist Intelligence Unit (EIU), la calidad de la democracia en América Latina ha sufrido un nuevo deterioro. En el citado índice, únicamente Uruguay es considerado como una "democracia plena". La mayoría de los países de la región, incluida la Argentina, pertenece al grupo de "democracias imperfectas". Cinco países son considerados como regímenes híbridos: Guatemala, Honduras, Nicaragua, Bolivia y Haití. Y dos son calificados como autoritarios: Venezuela y Cuba.
Pero el apoyo a la democracia de parte de la ciudadanía se mantiene en la región.
Sobre esta importante cuestión existen buenas y malas noticias. Las primeras muestran que, pese a todos los problemas y desafíos, los latinoamericanos, en su mayoría, consideran que la democracia es el mejor de los sistemas y un 53 por ciento le da su apoyo. Las malas noticias, en cambio, nos alertan que el apoyo a la democracia registró una abrupta caída de 9 puntos, pasando del 67 por ciento en 2014 al 56 por ciento el año pasado.
¿Cómo responder a esta crisis?
Hace falta fortalecer la democracia, pero también mejorar la calidad del liderazgo político y la gobernanza. Las élites políticas deben escuchar mejor a sus ciudadanos. Es preciso restablecer la confianza ciudadana, hacer frente a la crisis de representación y dar respuesta efectiva a las nuevas demandas de la clase media. Debemos rediseñar asimismo las instituciones, modernizar el Estado y mejorar la calidad de las políticas públicas. Es imposible gobernar sociedades complejas del siglo XXI con instituciones diseñadas en el siglo XIX y paradigmas del siglo XX.
¿Le preocupa la manipulación de datos para fines electorales?
En los últimos años el uso creciente de Internet y las redes sociales ha puesto contra las cuerdas a los medios tradicionales, lo que provocó un cambio profundo en la formación de la opinión pública, así como en la política y en las campañas electorales. La injerencia de gobiernos extranjeros en las elecciones de otros países (caso de Rusia en la elección de Trump, Macron, el Brexit y los sucesos en Cataluña, entre otros), la expansión de la post verdad y de las noticias falsas y la manipulación de datos de Facebook llevada a cabo por Cambridge Analytica constituyen un campanazo de alerta acerca de los riesgos del mal uso de Internet y las redes sociales. Pero estos medios, si son bien empleados, pueden tener efectos positivos, como lo demostraron durante la Primavera Árabe al dar voz a individuos que antes no la tenían y generar movimientos populares. Por ello, en mi opinión, la prioridad pasa por combatir de manera efectiva y decidida la intoxicación informativa con fines políticos, pero con suma prudencia para no incurrir en una violación a la libertad de información. Al mismo tiempo, hay que fortalecer el papel responsable y riguroso de los medios tradicionales a la hora de conformar la opinión pública. Igualmente importante es que los países cuenten con una regulación adecuada para proteger los datos personales de los ciudadanos.
¿Hay similitudes en las realidades políticas de la región?
El contexto político regional es crecientemente complejo, volátil y con un alto nivel de incertidumbre y polarización. Aumenta la frustración con la democracia y la desconfianza hacia las élites y sus principales instituciones ante la falta de resultados a las demandas sociales, los elevados niveles de inseguridad y los escándalos de corrupción. En Paraguay y Brasil habrá elecciones presidenciales. El resultado de Brasil es de gran importancia para la economía de la Argentina en general y para la suerte del gobierno de Macri en particular. En Perú, el nuevo presidente Martín Vizcarra logró por el momento manejar sin mayores turbulencias la crisis producida por la renuncia de Pedro Pablo Kuczynski. Veremos si logra superar su debilidad de origen, ya que no cuenta con una fuerza partidaria ni con una bancada parlamentaria propia. En Colombia, a medida que avanza el proceso electoral, la implementación de los acuerdos de paz con las FARC se ha vuelto cada vez más compleja. Pero los principales focos de tensión los encontramos en Honduras, donde la oposición se niega a reconocer la reelección del presidente Juan Orlando Hernández. y en la grave situación que atraviesa Venezuela.
¿Ve una salida en el corto plazo para Venezuela?
La gravísima crisis política, económica y humanitaria se agudiza día a día y el régimen de Maduro acentuó su carácter autoritario. La pugna entre la alianza opositora y el Gobierno se resolvió a favor del presidente, quien el año pasado reprimió sangrientamente las manifestaciones, para posteriormente forzar, de manera ilegal, la elección de una Asamblea Constituyente que vació de competencias a la Asamblea Nacional, de mayoría antichavista. En paralelo, el régimen, que sigue siendo incapaz de dar respuesta a la grave situación económica y a la crisis humanitaria, arrinconó a la oposición la cual, debilitada, dividida, y ante la falta de garantías, renunció a competir en las elecciones presidenciales del 20 de mayo. A ello debemos sumar el fracaso del diálogo entre el gobierno y oposición que venía teniendo lugar en la Republica Dominicana. No se vislumbra una salida pacífica, negociada y rápida.
¿Qué opinión tiene sobre la transición en Cuba?
La llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos lamentablemente discontinuó la política de acercamiento con Cuba que había impulsado Barack Obama. Esto se produce en una coyuntura clave para la isla, cuando las reformas económicas siguen sin dar los resultados esperados, y cuando el régimen castrista se acerca a una transición inédita: Raúl Castro dejará la presidencia del Consejo de Estado el 19 de abril. Será la primera vez en seis décadas que la presidencia de Cuba no estará ocupada por un mandatario apellidado Castro.
¿Estamos ante un giro a la centroderecha en la región?
Los resultados a fines de 2017 en Chile y en Honduras parecieran reforzar el cambio de tendencia política regional del centro izquierda a la centroderecha iniciado con la victoria de Mauricio Macri y de Kuczynski. Eso hay que verlo dentro de una persistente heterogeneidad, como evidencia el triunfo de la centroizquierda de Lenin Moreno en Ecuador, en 2017, y el hecho de que tanto Lula como Andrés Manuel López Obrador lideren por ahora las encuestas en Brasil y en México. Pero no hay que confundir este potencial giro a la centroderecha con una vuelta al neoliberalismo de los años ?90. Sus líderes actuales son más moderados y pragmáticos y su foco está puesto en satisfacer las demandas de la clase media. En mi opinión, todos los escenarios están abiertos. No hay que descartar ninguna sorpresa. Vivimos en una época donde lo imposible se convierte en improbable, lo improbable en posible y esto se convierte en realidad. El triunfo de Trump y del Brexit son dos ejemplos de ello. Lo mismo podría suceder en nuestra región.
Biografía
Daniel Zovatto es director para América Latina y el Caribe de Idea Internacional. Egresado de la UNC y la Universidad Católica de Córdoba, es doctor en Derecho Internacional por la Universidad Complutense de Madrid y en Gobierno y Administración Pública por el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset.