Cuidar los precios y promover la salud no son caminos opuestos
Hoy, en la Argentina, uno de cada dos niños, niñas y adolescentes padece alguna forma de malnutrición: desnutrición y/o sobrepeso, siendo este último la más frecuente. Más del 40% tiene sobrepeso, ocupando nuestro país el podio regional en menores de 5 años (ENNyS 2).
La epidemia de obesidad se ha expandido debido al consumo de productos ultraprocesados y bebidas azucaradas que, además de estar diseñados para ser irresistibles al paladar, se ofrecen y publicitan intensamente y a bajo precio, creando entornos que promueven la obesidad y otras enfermedades crónicas asociadas, que a su vez generan costos extras al Estado para atenderlas.
El precio es uno de los factores más determinantes a la hora de tomar las elecciones de consumo y la evidencia internacional demuestra que cuando los alimentos naturales son asequibles, convenientes y deseables, mejoran las decisiones alimentarias.
Por ello, es necesario la creación de entornos saludables, que favorezcan la disponibilidad y acceso de alimentos nutritivos, y la promoción de hábitos de vida sana, especialmente para las poblaciones en mayor condición de vulnerabilidad, es un elemento central de las estrategias de reducción de la pobreza. Y este es también el primer paso para la realización del derecho a la alimentación adecuada consagrado en la Convención sobre los Derechos del Niño.
Frente a la crisis que atraviesa la Argentina, la dimensión económica se torna apremiante, por lo que celebramos la voluntad de cuidar a las y los argentinos, por ejemplo, con el Programa Precios Cuidados. Sin embargo, la discusión pública que se originó con su relanzamiento es una oportunidad para pensar e implementar políticas públicas complementarias que cuiden tanto el bolsillo como la salud de los argentinos, fomentando el consumo de alimentos saludables y desincentivando el de aquellos que no lo son. En este sentido, ya existen iniciativas como el Plan Argentina contra el Hambre que podrían articularse con Precios Cuidados, dado que la salud y el desarrollo económico son variables interdependientes e indispensables para que el país avance en un desarrollo sostenido.
Además, se necesitan otras políticas que se complementen y refuercen entre sí: un etiquetado frontal que advierta claramente qué productos tienen exceso de azúcares, grasas y sodio; la prohibición de su publicidad; y la exclusión de su oferta en entornos frecuentados por niños, niñas y adolescentes, en especial las escuelas.
Desde un enfoque de derechos, las políticas de desarrollo económico y de promoción de la salud deben considerarse de manera integral, haciéndose eco de las nociones de interdependencia e indivisibilidad de los derechos humanos que implican que la realización de todos los derechos esta´ interconectada y debe ser tomada en conjunto.
* El autor es especialista en salud de Unicef