Cuestión de mentalidad
La lista encabezada por Daniel Filmus no quedó segunda en la ciudad, sino tercera, detrás de UNEN y de Pro. Y él, como candidato con el 19,8% de los votos, no duplicó el 11,6% obtenido por Carlos Heller en 2009. Pero, en fin, son detalles en un largo y sacrificado camino. Tales deslices en cifras y conceptos pueden admitirse y la prensa a veces los publica sin la odiosa aclaración.
Más raro es que un mismo currículum se escriba de muchos modos diferentes, salvo que algunos datos sean muy piantavotos.
En declaraciones a Página/12, pocos días antes de estas elecciones, Filmus les examinó los papeles a Carrió, Solanas y De Narváez. Esa misma memoria no debería bloquearse cuando se trata de él mismo. De su currículum en la página del Senado de la Nación, Filmus excluye muchos datos valiosos. Por ejemplo, su propia historia política. Entre 1989 y 1992, fue director general de Educación de la ciudad de Buenos Aires; el intendente era Carlos Grosso, quien, en esa época anterior a la Constitución nacional de 1994 y la porteña de 1996, fue nombrado por Menem. También durante el mandato de Menem, fue asesor de la ministra Susana Decibe. Éstos fueron cargos políticos, no intervenciones de un experto. Por eso Filmus los suprime.
Su página web www.danielfilmus.com . ar , en el apartado Vida política, menciona únicamente el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, que ocupó bajo la presidencia de Néstor Kirchner; también figuran las leyes que propuso o acompañó. Pero los años noventa se hunden en la amnesia: hoy nadie quiere recordar que trabajó bajo los estandartes del menemismo. Nacido en 1955, ya era grande cuando vistió esos colores. Tampoco recuerda que estuvo en el gabinete de Aníbal Ibarra, en 2000. Esto último parece más cábala que olvido. Cuando compitió con Macri, en 2007, por la Jefatura de Gobierno de la ciudad, una de las consignas de campaña era: "Si lo conocés, lo elegís". Ni el propio Filmus cree en ella. Cree, más bien, que es mejor que no lo conozcan del todo.
Si algo queda claro en su biografía actual, después de la cirugía, y en las biografías anteriores, es que Filmus tiene buena formación académica. Argumenta como un experto. Dice: "La columna vertebral del kirchnerismo es el peronismo. Y el peronismo siempre ha tenido grandes mayorías basadas en los sectores populares. Las grandes ciudades, donde habitan sectores medios, tienen dificultades para comprender y acompañar al peronismo". Este breve párrafo expone una tesis que los estudios sobre el peronismo vienen sosteniendo desde hace décadas. Fue el gran problema de las izquierdas con el peronismo, que impulsó a agrupaciones, partidos y militantes a hacer "entrismo", es decir, a incorporarse a ese movimiento que parece no tener fin en el tiempo ni fronteras ideológicas muy precisas; fundirse allí con las masas y, poco a poco, cambiarlo. A muchos no les fue bien. Sin embargo, desde la hoy remota "célula ferroviaria" con la que el intelectual Rodolfo Puiggrós se alejó del Partido Comunista hasta los dirigentes, también de origen comunista, como Roberto Quieto y Marcos Osatinsky, que fundaron las FAR y finalmente se unieron con Montoneros, las izquierdas más diversas suscribieron la idea que expone Filmus: las masas populares son peronistas y, si se quiere acompañar su experiencia, hay que confluir allí donde están las ilusiones y, sobre todo, el motor de la historia. Debe ser por eso que se empeña en conquistar Buenos Aires, elección tras elección.
En la ciudad de Buenos Aires predominan las capas medias y el peronismo no es fácilmente primera minoría. Ganó elecciones con Erman González en 2003 y con Cristina Kirchner en 2011, dos momentos en que esas capas medias estaban más interesadas en cuestiones económicas que en desinteligencias institucionales o culturales. Pero en cuanto la economía promete menos satisfacciones, otros temas recuperan su valor para establecer un voto que, una vez más en la larga historia, separa a los peronistas más pobres de los no peronistas a quienes le va mejor en la vida. Cuando Filmus hace su diagnóstico, tiene en cuenta la larga duración de esa desinteligencia entre capas medias y peronismo que acompaña la larga duración de un apoyo popular.
En las palabras de Filmus suena la versión que llevó a Diana Conti, a Martín Sabbatella, a Carlos Heller y al propio candidato Filmus al justicialismo. Todos pasaron antes por el Partido Comunista. Sería demasiado injusto cargar a Filmus con una historia de la que no es responsable y en la que participó muy joven. Sin embargo, la Juventud Comunista adiestra. "Comerse sapos" es una costumbre peronista. Los que llegan de la izquierda la aprenden muy rápido. Por eso es interesante preguntarse sobre qué bases culturales se realiza esa asimilación.
En los partidos marxistas (lo dice quien ha militado en uno de ellos), se recibe entrenamiento para acatar los virajes de línea que impulse el comité central. Nadie conoce la obediencia si no ha militado allí. Cuando la dirección del partido establece que ha cambiado una etapa, casi automáticamente cambian los aliados y los enemigos. El militante aprende los razonamientos difíciles que acompañan el "cambio de línea" y tiene que aceptarlos si quiere permanecer allí. En ese tipo de partidos no hay entropía ideológica y eso es lo primero que se inculca, antes que la línea política misma.
Eso expresa Filmus sin saberlo, como se expresa en cada uno de nosotros algo aprendido hace mucho tiempo. El kirchnerismo es el horizonte posible en la "presente etapa". Por eso, las idas y venidas de Filmus por los variados recovecos del peronismo no son un efecto de la ambición o, peor aún, de la hipocresía. Es una forma de la perseverancia. Cristina Kirchner hasta ahora ha sido el Partido.
© LA NACION
lanacionar