Cuerpos reales, no maniquíes
La moda no es solo cuestión de gusto. Tampoco es un tema que pueda considerarse superficial cuando roza cuestiones emocionales profundas. Supimos estos días que Jennifer Dahlgren , deportista olímpica argentina, ve frustrado su interés y sufre amargamente porque, a la hora de elegir qué ponerse, su trabajado físico y altura le impiden conseguir ropa de su tamaño. No es un caso aislado, lamentablemente. Las leyes de talles no se cumplen. Ninguna de las 14 normativas que rigen a nivel provincial y municipal en la Argentina; la primera, reglamentada en 2005.
Desde 2010 diversas instituciones, entre ellas, AnyBody ONG Argentina, integrante del movimiento global Cuerpos en Riesgo de Extinción, trabajan para lograr que estas leyes se respeten, pero su disparidad complica a fabricantes y marcas, y perjudica a quienes demandan que se considere la diversidad de cuerpos.
Según varias encuestas referidas al tema, más de la mitad de las personas tienen dificultades para conseguir ropa de su talle. Los fabricantes aducen que los talles grandes desvirtúan sus diseños o que les insumen mayores costos. En muchos casos, solo se trata de excusas por demás inadecuadas. Deberían comprender que la tiranía del talle único conduce peligrosamente a trastornos alimentarios como la bulimia y la anorexia, mayoritariamente entre los jóvenes.
Recientemente, senadores de las comisiones de Industria y Comercio, y de Derechos y Garantías aprobaron un dictamen que unifica varias iniciativas de cara a la sanción de una ley nacional de talles que aúne las vigentes. Una de las medidas que contempla es obligar a que comercios y proveedores de ropa y de zapatos garanticen un mínimo de ocho talles, respetando las medidas antropométricas de cada sexo para el promedio de los habitantes de nuestro país.
El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) trabaja desde 2015 y tiene ya avanzado un tercio del estudio antropométrico de base que deberá completarse antes de un año. Reemplazará las normas IRAM de origen foráneo, muchas veces también desactualizadas, que no responden a los parámetros locales. Más de 60 países cuentan con esta información propia debidamente sistematizada. Los resultados que surjan servirán, entre otros, a fines médicos y ergonómicos.
En reiteradas ocasiones, desde estas columnas hemos cuestionado los patrones de belleza que se nos imponen. En la misma dirección, propiciamos que el talle único no sea el único talle. Los consumidores debemos contar con un abanico de opciones amplio que respete los cuerpos reales y que esté coherentemente normalizado a nivel nacional. Lamentamos que la labor legislativa no tenga el ritmo que las cuestiones que preocupan a los ciudadanos imponen y que se continúe demorando la sanción de una ley de talles nacional, coherente e inclusiva.