Reseña: Diecinueve garras y un pájaro oscuro
Hace algunos años, el español Andrés Barba hablaba de su escasa sintonía –en tanto escritor– con la narrativa breve, o el cuento específicamente, en el que a su entender siempre sobrevive algo de la mecánica del chiste, de esa estructura elemental en la que todo parece estar supeditado a un remate. El tema daría para innumerables discusiones, pero lo cierto es que en algunas de sus formas más clásicas –aunque sobren ejemplos que contradigan semejante generalización–, y muy en particular cuando se trata de piezas cuyo desarrollo es mínimo, la sensación de "truco", el efectismo de esa concepción se impone sobre sus otros rasgos.
Los cuentos de Agustina Bazterrica (Buenos Aires, 1974), que con su novela Cadáver exquisito obtuvo hace tres años el Premio Clarín, parecen responder en buena medida a esa fórmula, y muchas veces ser víctimas de ella. Así, pese a que el punto de partida de muchas de las historias incluidas en Diecinueve garras y un pájaro oscuro contiene potencialidad ("Un sonido liviano, rápido y monstruoso", "Sin lágrimas"), con un disparador más o menos lúcido, más o menos original, los relatos terminan por consumarse en unos pocos trazos, en los que la mayor o menor cuota de misterio que encierran pasa del negro al blanco, sin progresión alguna.
Por otra parte, no es fácil pactar con personajes con vidas que, por fuera de la peripecia y la anécdota que los convoca, parecen inexistentes. En el extremo de esa suerte de intangibilidad, algunos de los textos de Diecinueve garras y un pájaro oscuro ("Las cajas de Unamuno", "Roberto", "Teicher vs. Nietzsche") están montados sobre una única carta ingeniosa.
Con todo, los mejores momentos de estos relatos, que tal vez convenga juzgar como caldo de cultivo de una escritura (el libro tuvo una primera edición previa a la exitosa Cadáver exquisito), están relacionados con la sordidez, una tecla que Bazterrica toca con ductilidad cuando se muestra con paciencia. "Tierra" (una hija despidiéndose morbosamente de un padre), "Un agujero esconde una casa" (un modo feroz del cautiverio), "Elena-Marie Sandoz" (más extenso y rico en matices) o "Las solitarias", son textos de una oscuridad que provoca otros tonos, y es allí donde su autora encuentra un mejor cauce y, también, una mejor causa, donde el truco queda relegado y se impone antes que nada la narración.
DIECINUEVE GARRAS Y UN PÁJARO OSCURO
Agustina Bazterrica
Alfaguara
192 págs./ $999