Cuba: la verdadera revolución es la de la libertad
Antes de subir al avión miré a la cara al oficial encargado del proceso y le pregunté: ¿Es feliz acá?
Llegar a Cuba es como viajar en una máquina del tiempo o sentirse parte de una película de los 60. No hay que ser muy creativo para darse cuenta que ya pasaron muchos años sin que las cosas cambien y hace falta poco intercambio con locales para darse cuenta que es un mundo en donde las ideas viajan en silencio. Cualquier pregunta fuera de las conversaciones rutinarias significa, para algunos, un peligro. Parece que la revolución se llevó consigo, entre otras cosas, el poder de la expresión.
Bajo la perspectiva socialista de un país donde nada es de todos pero todo es del "comandante" (valga la ironía) solo podemos pensar que el rumbo, una vez más, se marca con el beneficio de pocos. La puesta del enemigo único como un ente imperialista, destructor y contaminador intenta que el pueblo se una contra un adversario que, al haber pasado 55 años, ya no existe. Los dirigentes de la revolución parecen no querer explicarle al pueblo que hay otras alternativas en el mundo.
La atención médica está disponible pero los remedios no se encuentran en las farmacias o cuestan un cuarto de un sueldo
Con esperanza de no ser tan viejos y poder verlo, una gran mayoría del pueblo se encuentra expectante a un cambio que, según algunos cuentan, ya empezó. "Los cambios en Cuba son para más socialismo", se puede leer por las calles, pero atrás quedó, en la práctica, la igualdad de condiciones para los ciudadanos de la isla donde la estrella y el Che son moneda corriente y los dirigentes y gobernantes son los beneficiados. Parece irónico, casi una maldad, que las puertas del país estén abiertas, la posibilidad de viajar y la posibilidad de acceder a Internet cuando cada una de estas cosas no tienen relación alguna con los sueldos que no pasan de los 20 cuc (dólares) al mes. Mientras que en sociedades como la nuestra vemos al Internet como una herramienta fundamental de información, estudio y comunicación, el régimen ve a las conexiones como uno de sus peores enemigos. ¿Tendrá miedo de una primavera como la que vivió tiempo atrás Egipto?
Con la herramienta de la salud y de la educación se defiende a este régimen que se convierte en obsoleto cuando la atención médica está disponible pero los remedios no se encuentran en las farmacias o cuestan un cuarto de un sueldo. ¿No necesitamos más para la construcción de un país? ¿Y para la construcción de una sociedad?
Pienso que el Estado debe ser un garante para que las personas puedan ser felices, puedan autorealizarse conviviendo en sociedad. La planificación de cómo queremos nuestra vida y la de nuestros hijos es, al menos para mí, uno de los grandes temas en mi cabeza. ¿Pero como pensar un futuro cuando es el régimen el que lo impone?
La revolución en Cuba envejeció tanto como sus líderes y sus ideas que, tras más de medio siglo de aplicación, encierran una sociedad vedada
En concepto de las prioridades se defiende la causa quitándole importancia a un tema "menor" que es la libertad. La libertad de poder elegir dónde vivir, dónde trabajar, dónde viajar, para qué ahorrar, el libre acceso a la información, pero -por sobre todo- la libertad de elegir lo que uno quiere ser. Dándole como respuesta a la pregunta "¿Le gusta su país? No tengo opción."
Nos tocó conocer Cuba 55 años después de la revolución. Cualquiera pensaría que una revolución consiste en un hecho puntual en la historia, un cambio, un aporte, ideas jóvenes que rompen con esquemas antiguos para proponer un nuevo rumbo. Pero la revolución en Cuba no es un hito histórico sino un presente, la revolución en Cuba envejeció tanto como sus líderes y sus ideas que, tras más de medio siglo de aplicación, encierran una sociedad vedada. La ceguera ideológica esconde en sus raíces un narcisismo puro de creer que uno todo lo sabe. Hace que la vida sea tan cíclica que los extremos se unan en una indiscreción paradójica. La ceguera ideológica no invita, rechaza. No avanza, estanca. No propone, impone.
El día 10 de diciembre junto a una amiga fuimos violentamente detenidos, nos tocaron la puerta por la madrugada y nos pidieron que los acompañáramos. Se me enfrió la sangre y sentí mucho temor. Sentí que lo que me había contando tantas veces, ese miedo de ser condenado por pensar distinto, se hacía presente. Fuimos detenidos durante 10 horas, sin excusas y con mentiras.
Antes de subir al avión miré a la cara al oficial encargado del proceso y le pregunté: ¿Es feliz acá? ¿Cree en lo que está haciendo?
Irónicamente se cumplieron, ese mismo día, 30 años de democracia en nuestro país. Creo que tenemos que cuidarla y valorarla, pero a su vez, cuando veo dirigentes políticos que defienden el autoritarismo siento que es hora de un cambio por nuevas ideas que trabajen por democracia y la libertad no solo de nuestro país si no del mundo entero.
Antes de subir al avión miré a la cara al oficial encargado del proceso y le pregunté: ¿Es feliz acá? ¿Cree en lo que está haciendo? Y mirando al piso me contestó: "Es lo que hay, no tengo otra opción".
Creo como joven que la nueva revolución es la de las ideas y el trabajo en conjunto, la revolución de un cambio que nos beneficie como sociedad. Creo que la revolución no debería tener más la construcción de un enemigo único. Cada día estoy más convencido que las diferencias se tienen que poder hablar, debatir, compartir, y que de ellas surgen las mejores conclusiones. Llamo a la reflexión a todos los jóvenes que creen ser la nueva generación, la del cambio, para proponer ideas para trabajar en conjunto, a creer realmente que la revolución es en pos de la libertad común y el crecimiento como sociedad. A trabajar para que nadie, jamás, pueda quitarnos la libertad de expresión y la capacidad de poder hablar.
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